Qué queremos decir cuando hablamos de dignidad

Las crecientes luchas, movilizaciones, expresiones democráticas revolucionarias, conquistas de reivindicaciones, enfrentamientos a las políticas de hambre y privaciones que emanan desde el Estado, son silenciadas sistemáticamente por todas las instituciones del sistema, incluidos obviamente los medios masivos de difusión.

Esto lo hemos denunciado en cientos de oportunidades y lo seguiremos haciendo tratando de romper, también en el plano de la difusión, con el cerco que pretende establecer la burguesía a la rebelión del pueblo.

Pero cuando las luchas no pueden silenciarse y ocultarse, se busca recortar sus significados y consecuencias políticas, sociales y de correlación de fuerzas en el escenario de la lucha de clases.

Es así que, cuando ya no pueden callarse, los medios informan sobre movilizaciones por aumentos de salarios, por reclamo de viviendas, por seguridad, por mejores condiciones de trabajo, etc. Pretenden dar la idea de que la gente lucha por aspectos parciales que el sistema debe solucionar. Además, aconsejan que los reclamos deben hacerse por la vía institucional, que para eso existe la “democracia”. Junto a los medios, se suman al coro todos los poderes del Estado, y políticos y funcionarios al servicio de la burguesía y entonces, hablan y vociferan que la solución es el trabajo. “Hay que volver a la cultura del trabajo”, nos dicen. “El gobierno y las empresas deben generar fuentes de trabajo para que haya una vida digna para todos”.

Según la burguesía monopolista, esa parte superconcentrada de la clase que vive del trabajo ajeno y que todos los días expropia el esfuerzo de toda la sociedad para beneficio de un puñado de oligarcas, nos dice que “el trabajo nos hace dignos”.

Sin embargo, cada vez más, las luchas que han cobrado mayor resonancia las llevan adelante los trabajadores quienes obviamente tienen trabajo y, en muchos casos, los que cobran mejores sueldos (caso de los petroleros, los mineros, los portuarios, los obreros de las automotrices, los de las alimentarias, etc.).

Al ver las cosas de esa manera, la burguesía no hace más que mostrar su hilacha. Ellos consideran a los obreros, trabajadores y pueblo en general, como pertenecientes a una subespecie humana que sólo necesita un trabajo, un poco de plata y algunas necesidades básicas satisfechas para poder subsistir y volver al trabajo a producir para sus ganancias. Y así y todo, también retacean permanentemente esas migajas.

Por eso no entienden, se desorientan y despotrican cuando el pueblo lucha por su dignidad.

Es claro que cuando el pueblo lucha trata de conseguir un trabajo que le permita vivir, o mejorar sus salarios, o sus condiciones de trabajo y de vida, etc. Pero ese no es el único objetivo. También lucha por tener tiempo para su familia, sus hijos, proyectos como seres humanos, satisfacción en sus actividades diarias, desarrollarse espiritualmente en sociedad, por adueñarse de su propio esfuerzo colectivo y así ver como suyos y disfrutar la riqueza que todos los días construye con sus manos, decidir sobre los destinos de la riqueza colectiva, vivir una vida sana para sí y para las próximas generaciones, compartir con la naturaleza su condición humana y no enfrentarse contra ella porque eso lo enfrenta contra sí mismo, etc.

Ese objetivo que sólo la clase obrera, los trabajadores en general y el pueblo expoliado pueden entender, es lo que aparece más o menos evidente en cada lucha que se lleva a cabo y que la burguesía no puede ver y, menos, entender. Ése es el objetivo del cambio, de la revolución.

Tampoco puede ver ni entender que la misma lucha para lograr cada conquista que nos acerque a ese objetivo, es también parte de la dignidad que nos redime.

Por eso, sin lugar a dudas, decimos que la Revolución está en marcha.

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