Las medidas del gobierno, un salvavidas de plomo para el sistema

El bloqueo a las importaciones, la reforma a la carta orgánica del Banco Central, la transferencia del pago de los subsidios desde el Estado a las tarifas de los servicios, y la puja por las empresas “estatales” por la “reestatización” o la continuidad de las concesiones a los monopolios, son aspectos diferentes de medidas obligadas que tienen una causa y que debe tomar el gobierno para que el capitalismo monopolista cuente con los capitales necesarios para sus negocios.

Como ya dijimos en nuestros artículos en esta página (ver particularmente la nota publicada en fecha 09-03-2012 sobre el tema del Banco Central), estas decisiones son defensivas.

En esta nota señalaremos algunas razones que obligaron a tomar semejantes medidas. Veamos:

La plusvalía, es decir, el capital excedente, tiene un solo origen: la producción de bienes materiales.

La burguesía se apropia del trabajo excedente (la parte del trabajo que no se le paga al obrero) por tres vías fundamentales: Una, a través de la propia mercadería producida, que se realiza en la propia empresa, cuando el capitalista sólo paga el magro salario y se queda con el resto del valor producido.

La segunda, a través de la circulación de los capitales en el mercado, mediante el mecanismo de la competencia con otros capitalistas a través de los porcentajes más favorables de los valores de las mercaderías, dada por la oferta y la demanda o la imposición de los precios monopólicos, el interés bancario, la renta diferencial de la tierra, etc.

La tercera, a través de la apropiación de los fondos que el Estado recauda de los impuestos masivos y todo lo que constituye la recaudación pública.

La primera, transcurre en forma “natural” y se da entre las dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado, y por ende está sujeta, en forma más directa, a los vaivenes de la lucha de clases, pues allí se manifiesta la lucha por el salario o también llamada puja por la distribución de la riqueza. Pero esta apropiación es individual y, entonces, de la mano de la empresa que se adueña de este capital excedente, se dirige hacia el mercado en donde, por efecto de los mecanismos económicos del propio capitalismo, el resto de la clase burguesa disputará punto por punto los porcentajes de esta plusvalía.

La tercera, la recaudación fiscal, es una masa de capital enorme que la oligarquía financiera considera de su propiedad y, por lo tanto, se arroga el “derecho” a darle el destino que considera conveniente. Pero en esa disputa, quienes se llevan la mejor parte son los monopolios que tienen momentáneamente la manija del Estado a través del gobierno de turno.

En este caso, el recorrido no es desde lo individual al resto de la clase sino, al revés, desde el Estado, que es de propiedad de toda la clase, hacia los bolsillos individuales de cada empresa.

En el primer caso, la disputa es clase obrera contra burguesía.

En el segundo caso, la disputa directa es entre burgueses por porcentajes pequeños, punto por punto, de la plusvalía circulante, en donde obviamente, el capital mayor se quedará con la mejor parte pues es el que está en mejores condiciones de sumar grandes cantidades de pequeños puntos y de imponer sus condiciones.

Pero en el tercer caso, la disputa directa es por masas enormes de capital en donde se da más crudamente la lucha intermonopólica. Y dada la importancia de esa masa la disputa es superviolenta.

Este es el gigante que toda la burguesía quiere pero al que no hay que agitar mucho pues puede temblar toda la estantería. Aquí, es donde los monopolios en el poder intentan manejar sus disputas en forma “civilizada”, pero cuando no pueden lograr la apropiación de los niveles de plusvalía que los negocios les exigen en sus propias empresas, cuando la lucha de clases o por la disputa distributiva no les permite apretar en la superexplotación a la clase obrera y al pueblo, se lanzan furiosos y ávidos a las cuentas del Estado y rompen todas las reglas que ellos mismos crearon para defender su sistema.

La destrucción masiva de fuerzas productivas se convierte en necesidad de vida para los monopolios y se lanzan sin miramientos a la aventura que no se sabe cómo terminará pero que significará la eliminación de grandes sectores medios y pequeños de la burguesía.

Al tiempo que grandes monopolios se adueñan de nuevos y masivos capitales con sus correspondientes nuevas empresas y requerimientos de mano de obra, una ola de quiebras y cierres de múltiples empresas pequeñas y medianas asola a los sectores periféricos de la burguesía con sus correspondientes pérdidas de puestos de trabajo para la población.

El sistema tambalea aún más, la lucha de clases se acrecienta y las fuerzas populares son empujadas a más y profundas luchas al tiempo que la burguesía se debilita frente a su enemigo fundamental al que se suman, contra la aplicación de esas políticas, las capas afectadas.

He aquí algunas de las razones que explican las medidas que el gobierno ha tomado en estos días y cuyos próximos pasos aún no define, pues son muchas las dudas que lo asaltan, porque los peligros son enormes pero las necesidades de los negocios lo impulsan a dar el paso hacia adelante frente al precipicio.

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