Toda lucha que afecte a los monopolios beneficia a la revolución

Nuestro partido está comprometido e inmerso en el corazón más profundo de la lucha de clases porque aspira y ve la necesidad imperiosa de una revolución de nuevo tipo; es decir, una revolución socialista que coloque al ser humano y a la naturaleza como el epicentro de la vida, y no la ganancia de unos pocos a costa de la vida de toda la humanidad.

Y eso es cosa seria. Si lo sabremos en nuestro intento en los años ’60 y ’70, que a pesar de las derrotas nunca desfallecieron nuestras aspiraciones, y menos aún nuestras conductas, en torno a tremenda empresa. Por lo tanto, cuando analizamos y actuamos cotidianamente en la lucha por el poder, y como corresponde a los revolucionarios, hay dos puntos esenciales desde donde nos paramos para mirar los hechos para transformar la realidad, no sin tener en cuenta la multiplicidad de factores y contradicciones en que nos envuelve la complejidad de la lucha política. Nos paramos desde los intereses que expresamos y representamos: el proletariado, para ver cómo vamos carcomiendo y debilitando a nuestro enemigo principal, la burguesía monopólica.

Estas, las dos clases antagónicas e irreconciliables: una, la burguesía que ostenta la dominación y que lo que tiene para ofrecer como proyecto es esta sociedad decadente y putrefacta basada en la explotación del hombre; la otra, el proletariado, la única clase que genera y transforma con la fuerza de su trabajo todas las riquezas y bienes materiales.

El resto del pueblo se ve expresado en una diversidad de sectores de clase aún más compleja que en nuestro país tiene una característica sumamente variada, que abarca desde la pequeña burguesía acomodada, pequeña burguesía profesional (algunos acomodados, otros no), pequeña burguesía empobrecida (como pequeños comerciantes) y una mayoritaria masa de asalariados no proletarios y de masas marginales, tanto de las grandes ciudades como del campo. Sectores que por sí solos no pueden generar un proyecto histórico alternativo propio que rompa y contemple una salida por fuera del capitalismo, o la revolución.

Pero el capitalismo no contempla ningún interés del pueblo, y su objetivo central y esencial es cómo mantiene aplastada y subyugada a la clase obrera, que sí, desde su proyección histórica, es la única que puede emanciparse de la burguesía y con ello llevar la emancipación de todo el pueblo, pues en la construcción de una nueva sociedad la resultante no va a ser ni la pobreza ni las aspiraciones a la riqueza por vía individual, que en el fondo contiene la esencia de la propiedad privada, o sea, del capitalismo.

En estos momentos, el capitalismo en su fase imperialista, como venimos afirmando, vive una tremenda crisis política irreversible, porque, en general, la clase obrera y el pueblo no creen en las instituciones burguesas; ven al Estado y los marcos jurídicos legales que controlan y rigen la sociedad capitalista, como ajenos. Lo cual está llevando a que se les embarre la cancha y, de la crisis política pase a una crisis de dominación, donde emergen metodologías horizontales de democracia directa como la autoconvocatoria (las practiquen quienes las practiquen, espontáneas o con organización), que chocan frontal y antagónicamente con las metodologías burguesas que terminan perdiendo pie en sectores que en décadas pasadas tenían una confianza ciega en la institucionalidad burguesa.

Pero, en este mar de luchas populares, el epicentro y la puja de fondo está pasando en las fábricas donde se está librando una verdadera guerra de clases, donde (por supuesto) toda la prensa y medios de comunicación del sistema (se disfracen como se disfracen) tratan de esconder, desvirtuar y desnaturalizar que aunque aún no saltó a la luz la verdadera dimensión de lo que está sucediendo, ya se ha constituido en el verdadero marco de la tensión de la lucha de clases; y es la real preocupación estratégica de la burguesía, que es la irrupción nuevamente de la clase obrera en la escena como protagonista central de la lucha política, como lo fue desde la década del ’30 hasta la del ’80.

En este contexto, y parados desde un proyecto desde la lucha por el poder pujando por una revolución, es que afirmamos con total conciencia y convicción que todo lo que desestabilice a la gobernabilidad de los planes de los monopolios, se expresen los fenómenos como se expresen, hoy benefician a la revolución a la cual aspiramos.

 

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