Carta desde Brasil

“Por años los brasileiros estaban “anestesiados” por el fútbol y la caipirinha.  Era casi imposible hablar de política: era un tema “muy aburrido y muy complicado”. La gente solo sabía los nombres de los políticos en época de elecciones, cuando todos son forzados a perder el domingo para votar.

En menos de 1 mes los bares se quedaron vacíos y las calles se llenaron.  Se llenaron primero de jóvenes – en su mayoría estudiantes – que, con el arma de la información, no aceptaron el aumento del boleto de los colectivos. Con ellos estaban los periodistas, que querían solamente ver y dar la noticia de la marcha, y terminaron luchando contra la brutal policía militar.

Las personas que presenciaban las movilizaciones se enojaron; querían volver a casa después de un día más de trabajo. Otras se quedaron horrorizadas por vidrios rotos y muros pintados con frases políticas (algo muy raro en Sao Paulo – ciudad donde empezaron las protestas). Los estudiantes eran” vándalos” y los policías eran las “víctimas”, decían los medios.” Vándalos” que  no tenían plata para los 20 centavos de aumento del boleto, pero que tenían plata para comprar sprays para pintar muros. Los policías, “víctimas”, por tener que trabajar a bajos salarios contra burgueses izquierdistas.

Eso fue en los primeros actos. Vino el fin de semana y la semana que siguió fue muy diferente. Las calles se llenaban cada vez más. Las charlas y frases en Facebook cambiaban. ¡La gente, finalmente, hablaba de política! La ONU dice que la policía militar debería ser abolida en Brasil. La policía no aparece: las calles son solo de los manifestantes. Dicen 65 mil personas. 80 mil. 100 mil. Fueron mucho más, seguramente.

Otro fin de semana y  ahora la noticia es distinta: el pueblo se despertó. El movimiento no tiene partido, no es de izquierda ni de derecha, no tiene líderes; es solamente el pueblo, cansado de los abusos del gobierno. Si antes luchaban por el boleto, ahora luchan por leyes absolutistas, por los gastos del mundial, por hospitales y escuelas que no existen, por pago de impuestos cuyo dinero desaparece.

Brasil es una ilusión. Nada funciona. Las ciudades no fueron planificadas. El tránsito es caótico todos los días (inclusive los sábados, domingos, y de noche). Es sub-humano usar el transporte colectivo. No hay ningún hospital público decente. No hay escuelas públicas que puedan enseñar el mínimo a tus hijos. El gobierno de Brasil falló en todo. No es que no anda esa o aquella cosa. Nada funciona en Brasil.

El brasileiro sufrió callado. Sufrió sin saber que sufría. Bajó la cabeza muchas veces. Pensó que todo el sufrimiento era normal, y que tal vez ni era sufrimiento, era la vida. Vivía con la cara maquillada por el carnaval, por las playas y el samba. Ahora el maquillaje se borró. Y el gigante un día se despertó.”

Compartí este artículo