“Prohibido” hablar de crisis, “prohibido” hablar de Revolución

Los innumerables “pensantes habladores” que a diario pone la burguesía en sus masivos medios de desinformación, nos llenan de forma permanente de frases vacías que, fundamentalmente, buscan taladrar nuestras mentes con dos cuestiones fundamentales: por un lado, que las “crisis” del sistema capitalista son puramente “de orden económico” por los “vaivenes del mercado”; y por el otro, que “en el mundo moderno” no hay ninguna alternativa ni social ni política “por fuera de los márgenes de la democracia representativa” (léase: por fuera de la institucionalidad de este sistema decadente e inhumano). Y de tanto en tanto, como de pasadita, ambas “líneas de pensamiento” son decoradas con la afirmación de que “ya no existe la lucha de clases”…

Sin embargo, cada vez es más evidente a los ojos de los pueblos del mundo, que estamos en presencia de una de las crisis más espectaculares que el modo de producción capitalista haya soportado, fundamentalmente por dos razones:

1.- No se trata de las denominadas crisis cíclicas del sistema, en la que se ajustan cuentas entre las distintas facciones de la oligarquía financiera internacional.

2.- Como nunca antes en la Historia, la crisis del sistema capitalista está atravesada por un alza imparable de la lucha de clases en el mundo, que es lo que pone palos en la rueda para las “soluciones” que la oligarquía mundial trata de imponer, desnudando el carácter esencialmente de crisis política que tiene, mucho más que “de económica”.

La crisis imperialista ha puesto al desnudo ante los ojos de las masas populares, la verdadera cara explotadora del sistema capitalista.

Rápidamente, de punta a punta del planeta, se van derribado los mitos de las bondades del capitalismo bueno, o más humano; queda a la vista que los gobiernos están enteramente al servicio de los grandes capitalistas; hacen guerras para garantizarles sus negocios, mientras que todos los días anuncian ajustes contra el pueblo, en una especie de película de Robin Hood al revés, en donde se saquea a los pobres para salvar a los ricos.

La sacrosanta democracia burguesa, intocable hasta no hace tanto tiempo, comienza a ser profundamente cuestionada cuando queda en evidencia que las instituciones, gobiernos y Estados sirven a los bancos y empresas; y que, gobierne quien gobierne, las políticas apuntan a seguir derribando derechos sociales y políticos.

El rasgo distintivo de esta etapa es que los pueblos están en las calles, en un enfrentamiento abierto contra la oligarquía financiera, responsable exclusiva de la situación mundial y que ya no puede tapar la anarquía de su sistema de vida. En cada lucha lo que se está cuestionando, en su esencia, es el carácter inviable de un sistema de organización social en el que rige la ganancia sobre la vida humana.

La agudización de la lucha de clases en un proceso que no se limita solamente a Europa o los EE.UU, sino que recorre el mundo entero (los obreros chinos, los pueblos del norte del África, la situación en México, las movilizaciones de trabajadores en varios países de América, las huelgas en Sudáfrica, la rebelión en las ciudades industriales de Inglaterra o Alemania comparables a las de cualquier país “subdesarrollado” de America Latina, Asia o África).

Esta realidad mundial abre frentes de tormenta al imperialismo en todo el planeta, expresando un problema político tras otro, en donde lo que se manifiesta es que la decisión de los pueblos en su lucha por la dignidad humana, en contra de las decisiones del capital.

La lucha de clases metió la cola y es el principal obstáculo para que la crisis mundial no encuentre las salidas que la oligarquía financiera necesita para seguir garantizando sus negocios, obligando a que mientras no se termina de apagar un incendio hay que salir urgente a sofocar otro aún más grande, y así sucesivamente.

El alza de masas anuncia situaciones impensadas hace algunos años atrás, todo está condicionado por el avance de los pueblos.

La verdadera salida a la crisis es una salida revolucionaria; las ideas de la revolución y el socialismo comienzan a tener un amplio campo de acción en los procesos abiertos por el movimiento de masas. Desde los intereses de los pueblos, esa es la única solución definitiva a la crisis provocada por el gran capital, por lo que están dadas las condiciones materiales para el surgimiento de alternativas revolucionarias. Pero el sistema no se caerá solo por más crisis que atraviese; hay que hacerlo caer.

 

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