Ceniza volcánica y obscenidad electoral

Un par de días después de que en Chile entrara en erupción el volcán Calbuco, las cenizas llegaron a la capital neuquina, provocando un enrarecimiento del ambiente, no sólo porque se oscureció el cielo sino también, porque se ahondó la suciedad del ambiente político.

En los barrios del oeste de la ciudad, las líderes barriales -eufemismo con que se designa a los punteros políticos del MPN (Movimiento Popular Neuquino)- se frotaban las manos pensando en el rédito político que podían lograr para las elecciones provinciales a realizarse el domingo 27 de abril, a partir de las consecuencias del fenómeno natural, si el partido les enviaba los recursos necesarios para hacer clientelismo.

En esta provincia patagónica, gobernada como un califato por la familia Sapag desde hace más de medio siglo, el límite entre el Estado y el partido es difuso; es habitual ver a los empleados públicos llevar un prendedor con el escudo del MPN, por lo que uno nunca sabe a ciencia cierta, si está haciendo un trámite en una repartición del Estado o si se está afiliando al partido de gobierno.

Por las calles polvorientas de los barrios del oeste, ahora también sucias con ceniza volcánica, transitan 83 mil personas habilitadas para votar, nada menos que el 18% del padrón electoral de toda la provincia. De allí la importancia que le dan a esta zona, todos los partidos del sistema cuando se desata la fiebre electoral.

Y las líderes barriales que, después de décadas de gobierno, tienen una vasta experiencia en operar una aceitada maquinaria diseñada para captar votos, se abalanzan como fieras cebadas sobre una presa herida, con ese único objetivo, sobre los habitantes de barrios formados a partir de la toma de terrenos como Almafuerte I y II, Esfuerzo y Los Hornitos, repartiendo agua en bidones y barbijos.

Una de las punteras, manifestó satisfacción por ello al decir, “tenemos apenas 70 bonos de gas para 400 familias, y nos llegan muy pocas chapas y alimentos. Por eso, recibir agua y barbijos es una buena noticia”.

En otro sector, en cambio, Susana, también líder barrial, expresaba su malestar por “no haber recibido agua en bidones y barbijos para entregar a los vecinos. Estamos a la espera, las elecciones son dentro de un par de días y esperamos que nos llegue algo… repartimos algunos bonos para comprar alimentos y entregamos un poco de dinero para que algunos vecinos hagan refacciones en sus casas”.

Pero tanta obscenidad electoralera no alcanza para tapar las verdaderas necesidades de la gente que, considera a la ceniza volcánica como un mal menor en relación a las carencias que padecen y, reclaman que les entreguen chapas, leña y alimentos.

Es una paradoja que en una provincia como Neuquén, que es la mayor productora de gas del país, haya gente obligada a calefaccionarse con leña, lo que, cada invierno causa que haya intoxicaciones por emanaciones gaseosas e incendios de casas precarias, muchas veces con víctimas fatales, en su mayoría niños.

Toda esta ignominia, no se debe al castigo divino de un dios sempiterno que habita en los cielos, sino que es la consecuencia lógica de un sistema social, político y económico agotado y en estado de putrefacción, que ya no puede dar respuesta ni a las necesidades más elementales de la gente.

El fin a tanta injusticia, llegará sólo por medio de una revolución, encabezada por la clase obrera y el resto del pueblo explotado, conscientes de la necesidad y la posibilidad de realizar dicho cambio.

 

Compartí este artículo