La unidad de la clase obrera y el pueblo contra las pretensiones del disciplinamiento para más ajuste, el principal objetivo revolucionario del momento

Es muy cierto que cada uno de los representantes de la burguesía monopolista tiene una base propia. Gente convencida o acomodada de los proyectos de la clase dominante.

También ha existido el voto  para Macri: “voto a éste” para que pierda el otro, quiero sacarlos, ¡castigarlos! porque me perjudicaron.

Estuvo el voto a Scioli. “Prefiero malo conocido que bueno a conocer». Incomprensión aún de que todo lo conquistado fue por la lucha. El gobierno no dio nada.

Existió el llamado al voto en blanco, a no asistir, poco blanco y poco anulado.

El acto electoral ya pasó. Fue efímero. El pueblo se politizó y nadie se adueño de la gran masa de votantes.

Para la clase dominante el resultado electoral dejó el peor escenario político posible.

Para el proceso revolucionario una lectura profunda de los acontecimientos permitirá avanzar en todos los planos.

Los resultados electorales le han marcado la cancha a toda la burguesía, a los salientes y a los entrantes.

Para tomar medidas se necesita de aval social movilizado, de cierto peso, el gobierno electo no lo ha logrado.

La clase obrera y en general nuestro pueblo, desde hace mucho tiempo no extienden cheques en blanco a ninguna facción burguesa. La oligarquía financiera lo sabe y sus principales responsables políticos también.

No tienen euforia y mucho menos exitismo.

Tienen claro qué hacer pero no tienen claro cómo hacerlo.

La lucha de clases ha dividido las aguas. Los votos de las grandes mayorías en su esencia apuntaron a cambiar el actual estado de cosas.

Más dignidad para la sociedad humana.

No hubo voto de derecha o de izquierda, no hubo voto de neoliberalismo o populismo.

Hubo un acto electoral efímero que desacomodó el tablero político ya de por sí crítico de la burguesía.

La unidad de la clase obrera y el pueblo el principal objetivo revolucionario del momento

La clase dominante impone en el lenguaje cotidiano  falsas divisiones en nuestro pueblo.

El acto electoral azuza esas concepciones. Esconden el carácter de clase de los enfrentamientos y dividen aguas con ejes intencionadamente ficticios.

Intentan llevar a su plenitud la idea de “divide y reinarás”. Intentan imponer al pueblo que lo central es ir a la cola de uno u otro interés burgués.

Los revolucionarios, por el contrario, estamos preocupados por la unidad de nuestro pueblo.

Partimos de la idea de la existencia de las clases y desde allí encontramos intereses irreconciliables con la clase dominante.

Por un lado la oligarquía financiera y sus más variadas expresiones políticas, dueña del Estado y por el otro lado la clase obrera y el pueblo.

Sobre la base de esta idea central, el problema de la unidad de todo el pueblo es trascendental. De nada sirve derecha o izquierda, liberalismo o populismo, si en definitiva nuestra clase obrera y nuestro pueblo están unidos por infinitos vasos comunicantes que trascienden miserables intereses impuestos por el poder.

Bajo esta línea de pensamiento el acto electoral debilitó a toda la burguesía monopolista. Le dejó por delante el peor escenario. Están divididos, no tienen una centralización política.

Por abajo, las mayorías explotadas y oprimidas seguirán yendo por lo suyo y las minorías caminarán por un nuevo tipo de crisis política que afectará la gobernabilidad.

Para el proceso revolucionario el problema de la unidad política de todo el pueblo es trascendental, la base material para constituirla es inmejorable y para ello el mejor consejero es nunca perder de vista el interés de las grandes mayorías, tener una política independiente de la clase dominante y no caer en las divisiones ficticias imperantes.

Es una política irrenunciable de los revolucionarios la unidad de explotados y oprimidos y ese camino tiene un solo objetivo que es la revolución. Sin la unidad no hay revolución y para ello tenemos que tener claro que el enemigo a derrotar es la oligarquía financiera y sus expresiones políticas dueña del Estado.

El acto electoral no debe servir para dividir. El poder necesita azuzar esa mirada miserable.

Para los revolucionarios la unidad de la clase obrera y el pueblo es el arma fundamental en esta etapa del proceso revolucionario y ese camino que se ha comenzado a materializar no deberá estar atado a ninguna fórmula mágica o dogmas que nada tienen que ver con la experiencia que está haciendo nuestro pueblo. Por el contrario la unidad que está desarrollándose viene de muy abajo, de las entrañas de la lucha que ya ha conquistado reivindicaciones políticas-económicas y sociales.

Una unidad política que no necesita de grilletes y fórmulas cuando de lo que se trata es abundar en una nueva acumulación de fuerzas que cambie la correlación de las mismas a favor del proletariado y el pueblo para la lucha por el poder.

Hay que seguir tejiendo la madeja de la unidad, combatir todo tipo de sectarismos impuestos por la clase dominante, masificar y robustecer con amplitud los caminos ya elegidos por una importante porción de nuestro pueblo.

No caer en la subestimación a nuestro pueblo a la que están tentados quienes miran para el otro lado a la hora de la lucha por el poder y sostener un sistema caduco. Para ellos la unidad no es una necesidad, no tienen más compromiso que con el voto. Están más preocupados por dar respuestas dentro del sistema para seguir siendo furgón de cola de uno u otro sector de la clase dominante.

De este lado de la barricada seguirán estando la gran masa del pueblo que seguirá diciendo no con su lucha a las políticas de los monopolios y sobre esa base material seguiremos construyendo la unidad hacia la toma del poder.

El gran torrente que se viene desarrollando deberá profundizar las metodologías y organizaciones que devienen de una unidad política desde la lucha, metodologías que definen con más claridad la verdadera disposición unitaria necesaria para el proceso revolucionario.

El desarrollo del poder popular necesario para la toma del poder adopta una amplitud inédita para esta época histórica que se abre de ingobernabilidad de parte de la burguesía.

Para ello la unidad y la independencia política se deben basar en el interés de la clase obrera y el pueblo  por sobre todo interés mezquino lo que garantizará su amplitud  y una firme convicción de lucha contra todo tipo de sectarismo.

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