Declaración del Comité Central del PRT

Desde la década del setenta la lucha de clases atravesó diferentes períodos, marcados por el auge o reflujo de masas, fundamentalmente del proletariado industrial.

Del Cordobazo al año 1975 se produjo un formidable auge y ofensiva de masas, y con él la aparición en escena de un joven proletariado industrial que encabezaría ese torrente de lucha revolucionaria. Asimismo, se producía la aparición de las ideas socialistas con inusitado fervor de masas. Con ello las organizaciones revolucionarias que, en franca lucha abierta con corrientes populistas y reformistas, ponían sobre la mesa la lucha por el poder.

El proletariado formado en más de 100 años de capitalismo fue la base desde donde se erigió ese joven proletariado industrial, en una época en la que el capitalismo ya atravesaba la fase del apoderamiento del Estado por parte de los monopolios.

La existencia del capitalismo monopolista, cuyos embriones se gestaron en la “Revolución Libertadora”, iba a dar por tierra definitivamente con la posibilidad de una salida a las crisis políticas, económicas y sociales de nuestro pueblo de la mano de una burguesía nacional.

 En el período 69-75 ese hecho se consumó por primera vez a los ojos de las grandes mayorías. En ese período la lucha proletaria encabezó una gesta popular que marcaría hasta nuestros días el verdadero escenario de la lucha de clases. El siguiente período 76-82 fue la ofensiva de la contrarrevolución. La derrota de los destacamentos revolucionarios y un profundo reflujo del proletariado y de todo el pueblo. La dictadura militar impuso una nueva calidad en la adecuación del Estado al proceso de concentración económica. Las instituciones del Estado reprimieron y derrotaron al proceso revolucionario y, a la vez, avanzaron en las necesidades de la clase dominante en cuanto a qué tipo de Estado se necesitaba para ponerlo al servicio de los monopolios.

El tercer período 83-2015 daría comienzo a una larga etapa histórica solo comparable a la época posterior a La Comuna De París.

Una, por los años de duración pero, fundamentalmente, por la preparación de las bases materiales de una nueva situación histórica. Años de una democracia burguesa que nuestro pueblo debió experimentar. Democracia burguesa sostenida con políticas de engaños, mentiras, corrupción; décadas de formación de un proletariado industrial que cuenta con la memoria histórica de la época revolucionaria mencionada. Llevamos más de tres décadas de esta forma de dominación burguesa en la época del capitalismo monopolista de Estado; pero nuevamente las ideas revolucionarias, el marxismo leninismo, comienzan a reverdecer en la sociedad. El proletariado industrial aparece con una calidad diferente en el proceso de luchas y conquistas y con él se desarrolla el ideario de revolución socialista.

La democracia burguesa no ha logrado en más de treinta años consolidarse en el plano político por parte de la clase dominante. Todo, absolutamente todo, está cuestionado por nuestro pueblo; pero hasta no hace mucho la cuestión fundamental, que era la lucha por el poder, se encontraba a puertas cerradas en pocos núcleos de revolucionarios aislados. En este período el proletariado industrial se fue formando y forjando en la lucha política y económica junto con todo el pueblo, pero aislados entre si; la fuerza de masas a favor de una nueva historia supo poner diques de contención a la idea arrolladora de un capitalismo putrefacto por donde se lo mire.

Dentro de este período histórico, la democracia burguesa se sostuvo pero no pudo torcer la historia de la desconfianza del pueblo a las instituciones de la burguesía. Una etapa en donde el protagonismo popular fue encontrando nuevas herramientas: la autoconvocatoria y el ejercicio de la democracia directa son las formas que adquieren la confrontación y las luchas, con un desarrollo cada vez más masivo.

Y desde las mismas entrañas del proletariado se comienza a buscar y a encontrar salidas y propuestas hacia los cambios revolucionarios. El proletariado industrial a lo largo de la lucha y la movilización fue agotando expectativas, pero aún la inquietud de búsqueda de una salida se encontraba lejana. La presencia de las ideas revolucionarias no cesó ni en el peor momento de la ofensiva de la burguesía monopolista, pero ese encuentro entre las ideas revolucionarias y la necesidad tuvo que madurar.

Desde hace un tiempo ese período del 83-2015 está atravesado por el nacimiento de otro período histórico, que aún no dio a luz. Nos referimos precisamente a un nuevo período histórico de la revolución socialista.

La existencia de síntomas que anuncian la irrupción de nuevas épocas está dada por el aún incipiente pero erguido proletariado industrial, que desde hace un largo tiempo se anuncia con metodologías revolucionarias en un escenario complejo de la lucha de clases. Un pueblo que no ceja por conquistar e indomable a la hora de ser engañado. Enumerar en lo estadístico lo que las estadísticas de la burguesía especialmente ocultan sería un despropósito de nuestra parte; Pero sí se corresponde sopesar la tendencia en las masas a seguir el camino de la lucha por su dignidad.

Se abre un período histórico de revolución social. El proletariado industrial comenzará a pesar, fundamentalmente en sus metodologías de lucha y organización, y las masas populares oprimidas por el Estado de los monopolios unificarán con él las aspiraciones de cambio. Es en este contexto histórico, de un nuevo período que se está abriendo, que nuestro partido y los destacamentos revolucionarios, ya formados y por formarse, se deberán preparar para estar un paso adelante de los próximos acontecimientos. Ese paso adelante sólo podrá lograrse desde una base de confianza en nuestra clase obrera y nuestro pueblo sin dejarse arrastrar por la ideología reformista y populista de carácter contrarrevolucionaria, y en su esencia desclasada, que niegan la posibilidad histórica de la revolución socialista y, fundamentalmente, la lucha por el poder y al construcción de un Estado Revolucionario.

Los revolucionarios nos hemos sostenido en condiciones complejas, de experimentación del proletariado industrial  y de todo el pueblo; hemos librado batallas en los planos político, ideológico y metodológico. Pero en épocas en donde las ideas revolucionarias comienzan a clavar estacas en las acciones y conciencias de cada vez mayores sectores de la sociedad, las responsabilidades y la calidad de todo lo que se haga para adelante serán distintas comparadas con una conducta muchas veces signada por la fuerza de la costumbre.

Aires de revolución llamaríamos a este devenir de la historia. Engendrados en años de avance, de auges sostenidos, lo que nos permite avizorar a grandes rasgos las nuevas tareas de los revolucionarios. La irrupción del proletariado industrial es fundamental así como lo fue el Cordobazo al impulsar el proceso revolucionario. Los revolucionarios debemos persistir, una y otra vez, en fortalecer los pilares clasistas de la revolución con una amplitud capaz de abrir caminos insospechados de unidad de todo el pueblo explotado y oprimido por el sistema capitalista.

La llegada de las ideas revolucionarias se ha incrementado notablemente. Por un lado, la acción de los revolucionarios y por otro la gran necesidad existente en nuestro pueblo de avanzar hacia los cambios. Las ideas revolucionarias han roto el dique de contención impuesto por la clase dominante, pero esa ruptura adquiere la forma de grietas; aún falta recorrer un camino que exige de nosotros intensificar la agitación y la propaganda, masificarla y robustecerla con un lenguaje revolucionario directo y llano.

La experiencia de luchas por conquistas políticas y económicas y por mejores condiciones de trabajo del proletariado industrial no se detendrá. A ello se le sumará un amplio abanico de luchas sociales, políticas y económicas de todo el pueblo. Todo ello seguirá abundando en una acumulación de fuerzas necesarias para el proceso revolucionario y desde esa masividad, desde esa profunda confianza en ese devenir, se hace necesario avanzar más rápidamente y con decisión en las organizaciones políticas revolucionarias de las masas y establecer su institucionalidad de poder popular a cada paso. No son suficientes las ideas socialistas si con ellas no van las metodologías revolucionarias y sus organizaciones. El proletariado industrial, que está  haciendo brotar toda una generación de jóvenes revolucionarios, inmediatamente los tiene que volcar a la sociedad sin despegarlos ni por un instante de las batallas políticas e ideológicas que la contrarrevolución tratará de desplegar en el mismo seno del pueblo. El sistema necesita que el pueblo no se salga del “redil” de la democracia burguesa y para ello desenfunda una batería de armas y organizaciones que, dentro del sistema, intentarán preservar el mismo con lenguajes aguerridos pero seguidistas de la clase dominante.

Se trata de una época histórica en la que la independencia política del proletariado y el pueblo debe marcar el rumbo de la lucha por el poder. Es en esa línea de pensamiento que la unidad popular tiene un marcado contenido de clase, dado que la misma quiere ser desdibujado por la burguesía queriendo encontrar enemigos que, existiendo, son parte y arte del sistema capitalista. Todos “enemigos” entre sí que se encuentran unidos en la preservación del sistema y, por lo tanto, del estado de dominación.

Un momento de crisis política pero con una particularidad: La ingobernabilidad estará presente ante cada medida de gobierno; una ingobernabilidad que viene anunciándose cuando el propio gobierno saliente comenzaba a trastabillar en la toma de medidas antipopulares y debía retroceder, como lo hizo en las últimas paritarias. La ingobernabilidad no se dará de un día para otro, está ya anunciada y el temor a la reacción del pueblo, a corto y mediano plazo, condiciona todo, incluso a que se animen o no a tomar medidas.

La reacción popular no se hará esperar y será continuidad de una calidad siempre superior de la lucha de clases; un período que anuncia, en lo inmediato, que ni la clase dominante podrá gobernar como quisiera y que todavía el proletariado y el pueblo no podrán imponerse. Sin embargo lo nuevo, lo que se desarrollará, lo que lucha por nacer y desarrollarse será el cúmulo de fuerzas reunidas del campo popular que hará arder el campo de lo viejo y perimido del sistema capitalista.

Este momento histórico los revolucionarios deberemos dirigirlo hacia la lucha por el poder. No será un período más dentro del proceso largo de la democracia burguesa vivido por más de tres décadas. La clase obrera industrial es la clase de vanguardia del cambio revolucionario; la socialización de la producción y su práctica cotidiana productiva, más una incipiente pero no menor preparación revolucionaria, indica que el proceso en ciernes tendrá una magnitud manifiesta. La clase dominante intentará por todos los medios aislar al proletariado para ahogar la revolución y es en este contexto que los revolucionarios tenemos que desplegar las más variadas y amplias políticas capaces de quebrar esas estrategias divisionistas, fuera de todo sectarismo. Los intereses del proletariado son los intereses de todo el pueblo; sin esa concepción no hay revolución. Esos intereses son notablemente amplios, nada asociados con la estrechez que da la lucha electoralista para sostener el sistema.

Parir esta etapa requiere de convicción revolucionaria. El gobierno electo deberá avanzar una rosca más de tuerca en la preparación del Estado a la actual concentración económica y centralización de capitales. Así como está no es un instrumento eficaz de negocios. El gobierno saliente hizo lo suyo en esa adecuación pero se chocó con la lucha de clases frente a sus narices y en forma constante como una gota de agua. Este gobierno entrante no puede dejar de intentar esa centralización política para ejercer esas transformaciones de adecuación a los negocios, pero la realidad es que nace malherido.

El Estado de los monopolios deambulará al son de la lucha de clases, dado que las ideas y acciones revolucionarias se incrementarán en el seno de la clase obrera y que el pueblo en general seguirá el camino antagónico que necesita el Estado de los monopolios. No solamente las bases materiales para la revolución ya están dadas, fundamentalmente la socialización de la producción alcanzada en nuestro país y el choque frontal que tiene con la apropiación individual de lo producido, sino, y fundamentalmente, el aspecto subjetivo que entraña el actual proceso expresado en la necesidad de cambio que recorre la conciencia de las masas: “así no se puede seguir”. Sobre ese piso es el que estamos parados; y los revolucionarios ya venimos recorriendo un camino que va dejando huellas hacia el futuro.

Dándole una continuidad a todo este proceso, proponemos los siguientes ejes de acción política:

  1. Preparar las fuerzas populares para exigir el cumplimiento inmediato de las promesas de campaña.
  2. La movilización y la lucha inmediata, como herramientas fundamentales para condicionar a la clase dominante.
  3. Unir desde todos los ángulos el gran torrente dispuesto a profundizar los cambios revolucionarios que pongan como punto esencial la lucha por una vida digna.
  4. Multiplicar las Instituciones soberanas (asambleas y democracia directa, y organizaciones de masas), independientes de la institucionalidad burguesa, capaces de elevar política y orgánicamente los caminos de la revolución.
  5. No los dejemos tomar iniciativas que intenten condicionar el actual proceso de acumulación de fuerzas políticas de todo el pueblo.
  6. Además de los puntos anteriores, disponer masivamente las fuerzas políticas populares para las luchas inmediatas por el salario que ya se avecinan.

 Diciembre de 2015

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