Aún en su crisis terminal, el capitalismo no se caerá solo: hay que hacerlo caer

Nunca como hasta ahora la palabra incertidumbre ha tenido una presencia tan resonante en la situación política mundial. La condición de su certeza dejo de ser volátil, el sistema capitalista plasma a todas luces esa incertidumbre.

Pero en su época presente, donde todas sus contradicciones se han extremado a límites inauditos, donde su representatividad institucional en el Estado y en sus llamados paradigmas ya no ostentan el lugar y la influencia de otros tiempos, donde no sólo el cuestionamiento sino el enfrentamiento a sus aberrantes políticas de sostenimiento de la explotación de millones y la degradación humana de los pueblos  tienen un peso cada vez más decisivo en la escena mundial, la incertidumbre bajó desde el reino del análisis al reino de la tierra.

Así lo expresan insignes analistas económicos, así lo presentan rutilantes financistas y especuladores, como también estadistas, gobernantes y políticos burgueses de todo calibre. Así lo transmiten los medios burgueses y el reformismo que le hace el juego. La incertidumbre lo domina todo, no sólo por el quiebre de la centralización política en Europa por el Brexit, que implican negocios que no podrán llevarse a cabo, sino porque dicha centralización ha venido fracasando desde  los 90 a esta parte, mostrando a la oligarquía dominada por feroces disputas políticas y por la concentración económica, cada vez más dividida, cada vez más impotente para establecer un marco político estable de dominación.

La incertidumbre es en todo caso, la expresión más elocuente de la situación de la clase dominante acosada por la lucha de los pueblos y sometida a la acción de las contradicciones políticas, sociales, económicas, culturales que es impotente de contener, y que al igual que el agua en las costas marítimas, desintegra la roca dividiéndola y convirtiéndola en arena volátil.

En total sintonía con la incertidumbre están las expresiones de los gobernantes de nuestro país, que pintan la situación de cuerpo entero. No sólo Prat Gay reconoció en una conferencia frente a expresiones de la oligarquía en Norteamérica que la inflación será como mínimo del 42% anual, sino que afirmó que «el Brexit abre una enorme oportunidad para el ingreso de capitales a nuestro país”, casi como si fuera una condición única e irrepetible que nos daría esta situación, que el Brexit nos favorece enormemente por las garantías de estabilidad que estamos construyendo…

En cambio, la señora Malcorra, canciller argentina, plantea lo opuesto, afirmando que es un golpe demoledor a las instituciones europeas y que se crea un plano de total incertidumbre en el plano mundial. Como cereza del postre, el Presidente Macri intenta por medio de un llamado a Obama que EEUU exprese que “el resultado del Brexit se descarte por no ser vinculante”. 

La falta de sintonía salta a la vista sin más explicaciones. El mismo día, frente al mismo fenómeno político, funcionarios del mismo gobierno expresan tres posiciones diferentes. Y si hablamos de música desentonada también hay que mencionar el clásico folclore de opiniones diversas de los analistas económicos locales, que desde la versión de los intereses monopolistas a los que están atados, no logran afinar una misma sintonía expresando cada uno una tonada desafinada diferente. Ni el gran Alberto Ginastera hubiera expresado una versión  tan clara del atonalismo, como la antisintonia del actual gobierno de los monopolios.

Frente  a cada situación que la oligarquía expone con sus crisis, la certidumbre de lo que viene no sólo es el enfrentamiento cada día mas agudo a todo su planes, sino la ineludible necesidad de una revolución que barra con esta agonía sistémica y profunda del capitalismo, que sólo trae más penurias a nuestro pueblos. Porque aún, en su crisis terminal, el capitalismo puede durar una eternidad: no se caerá solo, hay que hacerlo caer.

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