Lucha económica y lucha política en la época del Imperialismo

La lucha por aumentos de salario, por mejores condiciones de trabajo,  contra horarios inhumanos en la producción y distribución de mercancías, por mejoras cloacales en un barrio, por la seguridad, etc. pueden ser o no luchas de carácter económico exclusivamente.

¿Cuándo cambia su carácter puramente económico?

Cuando esa lucha además de efectuarse en los marcos que el sistema capitalista impone, trasciende esos límites para mirar en el horizonte una salida política capaz de ir a fondo con la soluciones tan vitales para la sociedad humana.

La lucha económica en sí misma es de conquista en el sistema capitalista de explotación y opresión, pero en cada conquista lograda la clase dominante dueña del Estado y de los medios de producción,  vuelve al ruedo una y otra vez para garantizar su ganancia, teniendo como objetivo central y permanente, entre otras cosas, la baja del salario, obtener mayor productividad  y fortalecer el Estado burgués con todas las instituciones  a su alcance.

La lucha política en cada lucha por conquistas económicas permite a la clase obrera y al pueblo atacar en dos frentes al poder del Estado monopolista.

Por un lado, frena sus aspiraciones de insaciable ganancia y, por el otro lado,  la lucha política le permite  a la clase obrera ir construyendo un camino para terminar con el Estado de la actual clase dominante y construir un Estado Revolucionario que exprese los intereses de la clase obrera y de todo el pueblo.

No se trata entonces de mejorar el Estado Burgués, de lo que se trata es de destruirlo y en ese camino que se está recorriendo, la plena movilización no es suficiente si en ella no se van materializando en cada paso las fuerzas políticas  que representan los intereses de las grandes mayorías.

No se puede ni se debe limitar la lucha económica a más lucha económica solamente en la época imperialista, se hace necesario que a esa lucha económica  se la eleve permanentemente a una lucha política.

¿Qué queremos decir con esto?

Que la clase obrera y el pueblo no pueden contentarse con una conquista, que seguramente entrará por un bolsillo y saldrá por el otro, un círculo vicioso que se sostendrá por siempre sino se quiebra la raíz del sostén del sistema capitalista.  Para quebrar esa cuestión es importante, por ejemplo, entender que los medios de producción deben pasar a manos de todo el pueblo, que la banca tiene que estar en poder del Estado de todo el pueblo y no en pocas manos, que el subsuelo es patrimonio de las grandes mayorías. En fin, ciertas medidas que permitan, de un día para otro, comenzar un largo proceso de solucionar definitivamente los males que aquejan a nuestra sociedad.

Nadie dice que la construcción de este camino es fácil, estamos hablando de algo muy grande que es poner en marcha la historia del hombre,  pero sí afirmamos que el sistema capitalista no tiene más salida que volver permanentemente la historia para atrás y ello es inviable por donde se lo mire.  ¡Eso es verdadero idealismo!

Cuando decimos que la historia va hacia adelante estamos diciendo que las grandes mayorías que lo hacen todo tienen que ser dueños de todo, de construir su futuro.

No es que estamos soñando con un  futuro incierto,  que hablamos “lindo” pero eso es “idealismo puro”, de ninguna manera, idealismo puro  es pensar que el sistema capitalista, la oligarquía financiera que reina en el mundo y en nuestro país por décadas y décadas sean capaces de derramar la riqueza. Eso es idealismo del más infantil. ¡Las pruebas están a la vista!

Cuando un obrero, un trabajador, un vecino, un  estudiante,  un hombre de nuestro pueblo está luchando tiene que saber que sí hay una salida política revolucionaria que depende de cómo la gran mayoría del pueblo construyamos las fuerzas políticas capaces de destruir el Estado de unos pocos monopolios y de funcionarios corruptos y sinvergüenzas.

 A esta altura nuestro pueblo ha encontrado  dos caminos, la autoconvocatoria y la asamblea de democracia directa, pero para que ello llegue a buen puerto se trata de elevar las organizaciones  que sustenten esas metodologías y las dirijan hacia  la lucha por el poder.

No es un camino fácil , lo reiteramos,  en él se encuentran los oportunistas de siempre que “aman” el parlamentarismo burgués, subestiman las fuerzas del pueblo movilizadas y en estado deliberativo permanente,  son fuerzas que frenan la movilización, frenan el enfrentamiento contra las instituciones del Estado por que lo que pretenden es hacerse de ellas.

Nuestra revolución está basada en la masividad que adquiera el enfrentamiento y para que ello se garantice los revolucionarios tendremos que evitar toda división política que pretende hacer la burguesía en el seno del pueblo.  El poder burgués desclasa el enfrentamiento y con ello intenta dividir aguas permanentemente en los intereses que nos unen a la mayoría de explotados y oprimidos

La política de unidad de todo el pueblo está basada en que la lucha política central es contra quienes poseen el poder del Estado actual, o sea los dueños de los monopolios y los funcionarios de las instituciones afines a esos intereses.

Para la clase obrera y todo el pueblo no debe interesarnos a esta altura de la lucha de las clases las falsas divisiones que nos quieren imponer,  como por ejemplo darle al voto a una identidad que no la tiene cuando en la barricada unos y otros enfrentamos las tropelías de los poderosos. La lucha económica definitivamente tiene tintes políticos, es innegable en esta época de capitalismo monopolista, pero elevarla al plano eminentemente político es emparentarla con la lucha por el poder.

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