Masiva movilización en Rosario en defensa de la vida

Una marcha multitudinaria autoconvocada, que algunos medios estiman en 30.000 personas, se realizó ayer en la ciudad de Rosario, reclamando por la inseguridad que ha convertido la vida diaria de los vecinos en un verdadero terror.

Más de 160 muertos en lo que va del año muestra una reaidad que lo dice todo. Los asesinatos, entraderas, arrebatos, ejecuciones, secuestros e intentos de secuestros de chicas escolares, se suceden minuto a minuto y el pueblo se siente totalmente desprotegido.

El proceso de descreimiento en las instituciones crece y no tiene retorno. Los cuestionamientos a la policía, los fiscales, jueces y funcionarios del gobierno y su entramado con el delito, también estuvo presente.

El grito de «que se vayan» resonó en los oídos de la burguesía y sus cuestionados funcionarios estatales de todos los estamentos (judicial, legislativo y gubernamental ejecutivo).

Pero la cosa no se limita a hechos policiales: «La inseguridad no es sólo una cosa de las calles, los habitantes de Salta 2141 murieron estando dentro de sus casas» (se refería a la pérdida de gas que ocasionó la explosión e incendio el 6 de agosto de 2013 de un edificio que ocasionó la muerte de más de 22 personas y que a la fecha no tiene responsables presos), dijo una de las oradoras que perdió un familiar por asesinato en robo. La frase generó una explosión de aplausos entre los presentes.

En la visión del pueblo anida y crece una profunda crítica a todo el sistema que nos impone una vida agobiante, y la búsqueda de solución se hace imperiosa. Un hartazgo popular arrincona al Estado burgués y le exige solución ya.

Como respuesta, el gobierno provincial con el gobierno nacional planifican el ingreso a la región de 3.000 efectivos de gendarmería, mientras las autoridades municipales discutían ayer mismo (y no es broma) la resolución de grabar las patentes de las motos en los cascos de los motociclistas.

La llegada de la gendarmería, no será solución alguna, como no lo fue el año pasado cuando vinieron a la zona 2.000 efectivos de tres fuerzas federales (gendarmería, policía federal y prefectura) y patrullaron las calles. Durante su presencia, se siguieron produciendo los delitos diarios y los que pagaron las consecuencias fueron los habitantes de los barrios periféricos (sobre todo los jóvenes) que sufrieron el hostigamiento de la gendarmería. Pues todas las fuerzas de seguridad están preparadas y educadas para la represión al pueblo y no para su protección. La mayoría del pueblo sabe que esas fuerzas de seguridad están involucradas en todos los actos delictivos, al igual que los miembros del poder judicial y los gobiernos de turno.

La policía sabe perfectamente quiénes reparten drogas en los barrios y envenenan a nuestros pibes, saben quiénes son los barrabravas y no los apresan, conocen el entramado de la delincuencia que actúa diariamente. Luego, todos los funcionarios se lamentan cínicamente de los crímenes y los desmanes que hacen los delincuentes, los ajustes de cuenta con los que resuelven sus negocios, etc. Es que nunca van a perseguir a la mano de obra que recauda para ellos y amedrenta a los rebeldes. Los dueños de las grandes empresas usan esa misma mano de obra como patotas para proteger sus intereses, como ha pasado en múltiples casos (por ejemplo: Coto, Paladini, Swifft, etc.) romper huelgas y provocar en las manifestaciones populares; el poder ejecutivo y el poder judicial fomentan y protegen ese entramado de lúmpenes de civil y uniformados con quienes intentan mantener en sus casas a la población.

Pero la jornada de ayer mostró, una vez más, que a los pueblos no se los puede parar y acobardar con esos métodos. El escarmiento se avecina y el poder de las instituciones burguesas tambalea frente al avance de la movilización, la masividad y la conciencia que crece. La necesidad de organizar la autodefensa popular como parte de las luchas por una vida digna para garantizar la seguridad, no sólo en las calles sino también en nuestros lugares de trabajo, estudio y vivienda, asoma en el horizonte de la situación social y política, no sólo en Rosario sino en el resto del país.

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