Democracia Burguesa y Democracia Proletaria

Movidos por la tremenda cantidad de mentiras y confusiones conque habitualmente la clase dominante inunda sus medios masivos de incomunicación, publicamos en esta oportunidad un artículo aparecido en nuestra revista política y teórica, La Comuna, en su número 89 de Octubre de 2016.

La crisis estructural que atraviesa el sistema capitalista en todo el mundo es muy profunda.

No es una crisis coyuntural, y a lo largo del siglo XX (y en particular en este último periodo)  ha puesto de modo palmario frente a los pueblos del mundo la irreconciliable distancia entre el carácter cada vez más oprobioso e inconsistente del sistema capitalista (entre el número insignificante de magnates del capital monopolista y financiero que concentran los recursos naturales, los medios de producción, el capital y las decisiones políticas mundiales), frente a las demandas de vida digna tan abarcativas y amplias de las masas.

La producción socializada a escala planetaria y la apropiación cada vez más privada, cada vez más concentrada en menos manos, lejos de promover la homogeneidad en el plano político exacerba y ahonda las contradicciones y la lucha por la apropiación de la ganancia.

La guerra intermonolpolista por la apropiación de esas ganancias, no sólo ahonda la crisis política, sino que profundiza la anarquía imperante, agudizando la crisis estructural.

Todo eso no hace más que poner de relieve el carácter despótico y dictatorial de la producción capitalista,  cada vez más lejos de conciliarse con el carácter socializado de la misma.

Todo ello se refleja ineludiblemente en el Estado y en el sistema político que es la llamada democracia burguesa. A medida que se profundiza esta contradicción más se agudiza el enfrentamiento con los pueblos, que adquiere un marcado carácter político al cuestionar el “orden imperante” del sistema, al desnudar que la dictadura de los monopolios es la base de la dominación del Estado monopolista en la sociedad actual.

A medida que se hacen más patentes los dictados del capital en la producción y el comercio mundial, más se agudiza el carácter opresivo de sus políticas de Estado,  más  se torna el Estado un instrumento al servicio de los monopolios, y la democracia burguesa muestra toda su ignominia.

El viejo orden constitucional (garante de la libertad republicana en épocas de libre comercio) cede su lugar a la dominación monopolista del Estado, que trastoca a cada paso sus propias leyes jurídicas y políticas en función del monopolio de la decisión política, contradictoriamente, en función de la libertad de los monopolios para imponer sus dictados.

En el seno mismo del Estado se manifiesta esta contradicción entre monopolios y libertad de comercio, a través de esquivar, eludir, contradecir, constantemente su propio “orden jurídico y político”  de dominación. Y por consecuencia, hacer de la propia democracia burguesa el ámbito donde se ventilan las guerras intermonopolistas en el seno del Estado.

Es al mismo tiempo, el medio político en manos de los gerentes de las multinacionales  en  el gobierno, el parlamento y demás poderes institucionales, que se corporizan como representantes de la democracia, es decir de los dictados del capital monopolista contra las clase obrera y el pueblo.

Podría aparecer que “los de arriba” detentan la posibilidad de vivir democráticamente pues gozan de los medios políticos y los recursos, son los representantes electos y los portadores de un estilo de vida minoritario.  Por lo tanto, lo único que habría que hacer para cambiar este estado de cosas sería erradicar del Estado a esta plutocracia y ejercer la dominación del mismo para las mayorías, concediendo mejoras en las condiciones de vida al pueblo.

La propia guerra que se ventila en el Estado, entre los intereses cruzados de las diversas facciones de la burguesía monopolista (que esta enquistada en la forma misma sus instituciones) hace utópico pensar siquiera que, cambiando unos personajes por otros, cambiarían las características de la democracia burguesa.

Esta concepción oportunista y reformista es muy difundida por las organizaciones pequeño burguesas de izquierda, e intencionalmente desde los monopolios y sus ideólogos. Sin embargo,  en los hechos se ha probado su bancarrota e inconsistencia.

La crisis de las democracias en el mundo, con sus regulaciones y aparente orden democrático, que encubren los grandes negocios de los monopolios y sus dictados, aparece cada vez más al desnudo con la aplicación de la violencia frente a las movilizaciones y luchas de los pueblos cuando éstos se rebelan frente a los dictados de los monopolios.

Los fracasos de las formas populistas de gobierno (que se han dado en nuestro continente), con su aparente igualitarismo, con representantes de discurso combativo buscando hacer aparecer al capitalismo y el imperialismo como humanizados, no han hecho más que contribuir a la dictadura de los monopolios.

Son una demostración cabal que la democracia burguesa -por más que se disfrace de progresista- es una gran mentira. No solamente han posibilitado el encumbramiento de los monopolios   garantizando sus  ganancias sino, la explotación, el despojo, el empobrecimiento de millones, el envilecimiento de las condiciones de vida, la represión, la sofocación y el oprobio social, el saqueo de los recursos naturales.

El carácter de clase del Estado (y por ende, la forma política que asume) no cambia con la sustitución de hombres más probos o más honestos, “llenos de buenas intenciones”, dispuestos a hacer una explotación del trabajo ajeno más humana.

Cambia la democracia cuando cambia la clase social de quién ejerce su dominación

Millones de trabajadores ejerciendo el poder organizados como Estado, gobernando su propia vida social, es una democracia infinitamente superior a la democracia burguesa. Con esto queremos decir que la democracia es un poder de clase y no una entidad al margen de ellas.

La democracia burguesa es el poder político, una de las formas que adopta la clase explotadora. Son los representantes de los monopolios en el Estado. Concentrados en sus manos los medios de producción, las ganancias de la producción y del comercio mundial. Su dominación se expresa como la democracia de la minoría frente a la mayoría.

El carácter socializado de la producción, en el que intervienen cientos de millones de trabajadores en el mundo en la en la creación de bienes, contrasta con el carácter privado de la apropiación y el usufructo del trabajo ajeno generados socialmente. La democracia burguesa se corresponde con la apropiación privada del trabajo social.

Del mismo modo que las formas de lucha que adquieren los trabajadores y el pueblo frente a las políticas de Estado asumen un contenido masivo (en correspondencia con sus relaciones sociales, de trabajo y de vida que -por supuesto- están impregnadas también de un contenido de clase), ejercen la democracia en el desarrollo de esas luchas que son asamblearias.

Son expresión del contendido socializado de la producción, por identificarse como mayoría frente a la minoría burguesa, por ser exponente de intereses sociales contrarios a la explotación del trabajo ajeno. Se diferencia positivamente por ser portadora de una calidad superior, en abierta contradicción con la democracia burguesa.

La asamblea democrática y masiva resuelve en el seno de las industrias o en las barriadas desbarrancar a las direcciones gremiales o desarrollar demandas por condiciones de vida digna.

La lucha por el poder local, contrariamente a la democracia burguesa con su burocracia y sus aparto de representantes electos, es ejecutiva y legislativa a la vez.

La democracia proletaria -como se expresa en la lucha de clase- es la que se corresponde con la producción socializada. Es expresión de lo nuevo. No sólo por luchar contra la explotación y por la dignidad (que es una lucha sin cuartel de los pueblos a lo largo del capitalismo), sino por incorporar de modo superador la resolución de los problemas de forma práctica y masiva. No solamente reproduciendo desde la organización practica la democracia sino incorporando a ella un carácter objetivamente socialista.

Frente al sentido reaccionario de la democracia burguesa, se alza en todos los continentes el carácter revolucionario que la democracia adquiere, producto de la lucha de clases.

Y frente a esta inexorable realidad, la burguesía monopolista (en la voz de todos sus ideólogos) disfraza esta contradicción como divorcio entre democracia y capitalismo.

Pretenden vanamente demostrar que «el garante» de la democracia es el  capitalismo, que no hay democracia sin capitalismo… Apelan a una especie de plutocracia moderna, o sea, más dictadura del los monopolios, para después afirmar que lo demás por venir es autoritarismo y totalitarismo, y otras cosas por el estilo.

La democracia proletaria es fruto de las propias condiciones materiales del sistema capitalista, es fruto de la experiencia histórica de la clase obrera mundial.

Lejos de ser una invención, es la manifestación de una lucha de clases que arrincona a la burguesía monopolista y que socaba su dominación.

Los males que ocasiona el capitalismo a la humanidad y a la naturaleza -con excepción de un puñado de magnates- sólo serán resueltos con más democracia; y ello implica barrer con la dominación de los monopolios, su Estado y su democracia burguesa, que son un tapón al desarrollo del ser humano.

Tomado el poder político por parte de la clase obrera, despojando a la burguesía monopolista de los medios sociales de producción -y en correspondencia con ello- desarrollando desde un Estado revolucionario una democracia plena de todos los trabajadores, se comenzará a ejercer un camino superador.

Cuando los medios de producción estén en manos de los trabajadores, y estos millones de trabajadores sean protagonistas plenos -no sólo de la dirección de la producción sino que el resultado de la misma este en correspondencia con las con la necesidades sociales-; sólo cuando en función de una vida plena, la sociedad participe activamente y la minoría burguesa quede reducida a la nada, la democracia se habrá desarrollado en todo su esplendor.

En ese momento histórico, el Estado y por ende, la democracia (que son expresión de la división de la sociedad en clases sociales) se abran extinguido, dando lugar a una sociedad comunista.

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