Algunos aspectos de la oligarquía financiera hoy

Mientras en el año 2007 existían 81 empresas agroexportadoras, hoy esa cantidad se vio reducida a 67 de ellas. De éstas, sólo 5 acaparan el mercado exportador que en el último año lograron superar el 50.7% del negocio. (Los datos pertenecen a la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y al Centro de Exportadores de Cereales (CEC)) globales.

Quienes dominan el mercado, son las grandes cerealeras globales.

Sobre la base de datos emitidos por el ministerio de de Agroindustria, de éstas cinco solo tres dominaron la escena. Dreyfus concentró el 12.48%, Cargil 10.7% y Bunge 9.8%, le siguen Nidera comprada por la empresa estatal China Cofco 9.7% y la Asociación de Cooperativas Argentinas, con el 8:1%. Detrás y muy pegadas están Toepfer 7.4%  y ADM 6.5. Es decir, siete conglomerados exportadores que aumentan notablemente el proceso de concentración al 64.6% del total.

El negocio agroexportador no solo mantiene su estructura de años sino que a la vez -y simultáneamente- ha recibido el beneplácito de toda la estructura institucional del Estado, para adecuar el proceso de concentración a nuevas situaciones.

El mercado exportador  agroindustrial abarca una porción muy concentrada de negocios que trascienden el “campo”, “los campesinos”, «los productores del campo”, etc.

Prácticamente no existe actividad industrial, comercial o financiera que no esté tocada por este sector. Es aquí en donde el concepto de oligarquía financiera se evidencia con toda crudeza. No hay Banco, aseguradora, industria automotriz, laboratorio, transporte, inmobiliaria, etc. de gran porte internacional, que no esté entremezclada con este negocio

Todos estos sectores de una u otra forma son parte de la oligarquía financiera.

Anualmente muchos quedan en el camino. La torta se agrandó pero está en menos cantidad de manos, y la guerra por los mercados se hace más cruda. En un Estado como el nuestro, el peso de estos titanes pasa en lo fundamental por apoderarse de las instituciones que ya a les pertenecen, pero que en forma permanente necesitan disciplinarse unos sobre otros.

El gobierno de Macri es una expresión más de la oligarquía financiera que se ha comprometido a dar continuidad desde el Estado a décadas de concentración económica. Tiene que ordenar el frente interno y para ello se necesita concentración política. Lleva más de un año en el gobierno y ese aspecto no lo ha resuelto, ni siquiera ha podido empezar.

Ayer tuvo que dar marcha atrás con los feriados.

Mientras, el negocio agroexportador sigue su marcha ascendente. Las multinacionales no esperan y mucho menos “lo” esperan. La crisis política se ve agravada porque agravada esta la crisis social y económica del pueblo. Las contradicciones entre los negocios en marcha y la lucha de clases ha empeorado, en donde el contexto internacional tiene una connotación especial.

Pero cuando hablamos de oligarquía financiera en el sentido planteado anteriormente es porque queremos precisar al enemigo principal y fundamental de nuestro pueblo.

Estamos en presencia y en su máxima expresión de lo que fue consolidándose en décadas del verdadero poder en la Argentina. La estructura de la burguesía monopolista atraviesa todo, lo tiñe todo con ese poder, ninguna posibilidad histórica de “aparición” de burguesía nacional, de proyecto burgués no monopolista.

La tendencia histórica ha sido ésta con o sin populismo. Cuando los procesos de concentración se aceleran en lo económico y los capitales corren con la misma suerte como está sucediendo hoy en el mundo vertiginosamente, la oligarquía financiera en cada país necesita más concentración política, más dictadura del capital; las empresas globalizadas agroexportadoras que se siguen concentrando en lo económico ( a modo de ejemplo), que lo atraviesan todo, chocan irremediablemente con las aspiraciones democráticas de los pueblos y del nuestro en particular. 

La democracia burguesa de hoy, el parlamentarismo burgués dominante y tan atractivo a las fuerzas reformistas del sistema, se chocan con la “arrogante” negativa de los pueblos a seguir viviendo como se vive. O son ellos, una minoría parasitaria al frente del Estado, o es la aplastante mayoría del pueblo en el poder para construir un nuevo Estado.

Los cómo solo se irán resolviendo como hasta ahora, si elevamos la mirada de los objetivos políticos a concretar. En esa elevación y reconocimiento del enemigo a derrotar se podrá asimilar en el terreno concreto de la lucha y en cada enfrentamiento -por más pequeño que sea- la activa participación de las mayorías.

Allí radica el principal eje de todas las metodologías para enfrentar al unísono al enemigo, que también promueve salidas alternativas reformistas y populistas. Estas corrientes empujan, sostienen y se sostienen el marcos de una democracia burguesa, o sea, más capitalismo.

Los revolucionarios impulsamos la democracia directa, desarrollar en el plano político revolucionario lo que nuestro pueblo -de una u otra manera- ya lo hace producto de su experiencia.

A la oligarquía financiera -que en parte hemos descripto en el inicio de esta nota- es posible desalojarla del poder con la profundización y concreción de corrientes revolucionarias en todos los planos, capaces de encausarse bajo el paraguas de la lucha por el poder. El techo político hay que saltarlo con acciones cotidianas y a la vez, en fuerzas que aún aisladas comiencen a abrazar los lineamientos centrales del proyecto revolucionario.

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