¿De qué inseguridad estamos hablando?

El gobierno anterior hablaba de “sensación de inseguridad” abrazando -inútilmente- la idea de que era posible esconder la mugre bajo la alfombra; el gobierno actual en palabras de la ministra Bullrich, cree que «en el tema inseguridad, todos los días estamos un poquito mejor» (¿?), sin dar absolutamente ningún dato de la realidad que corrobore -aunque más no sea mínimamente- semejantes afirmaciones.

Ambos pusieron y ponen en tela de juicio lo que vivimos en las calles, y cuando no les queda más remedio escandalizan a la población en muchos casos con desinformación.

Según el diccionario, seguro significa «estar exento de peligro o riesgo». Si pensamos en cómo se desenvuelve nuestra vida bajo la dominación de los monopolios, queda más que evidente que la inseguridad nos rodea.

La inseguridad que sufrimos, comprende sí, pero no se agota en las situaciones que a diario nos muestran los medios, reduciendo los problemas a una zona, a los grandes centros urbanos o a un sector social. La inseguridad abarca muchas otras cosas que no se ponen en primera plana, de las que el poder no habla, ni quiere que se hable.

Además de la salvaje agresión en hurtos, robos o salideras bancarias, de lo terrible de los fallecimientos por accidentes de tránsito… el conjunto del pueblo soporta otras situaciones más que están vinculadas con la seguridad.

Es muy grave y lamentable la vida que se pierde en un robo o en un accidente de tránsito. Al igual que la que se pierde en un accidente laboral, o la ocasionada por enfermedades curables, o las que causa la miseria, la desnutrición, o por la ausencia de prevención para enormes sectores de la población; la falta de recursos materiales y humanos en la atención de la salud, la ausencia de caminos transitables en gran parte de nuestro territorio, y la lista podría continuar…

Desde que nos despertamos, vivimos en la inseguridad total, no sabemos cómo será viajar a nuestros trabajos, los accidentes son más frecuentes de lo que uno cree, corremos para no entrar tarde y así correremos el resto del día. Corremos en nuestro puesto de trabajo, sometidos a una presión constante por la producción, no tenemos la seguridad de estar bien alimentados… más bien, sabemos que no lo estamos, mientras en nuestras casas los servicios públicos más elementales no nos dan la mínima seguridad de funcionar en regla.

No estamos seguros de que nuestros hijos reciban la educación que se merecen, y hasta ni estamos seguros que el colegio esté abierto o que funcionen las instalaciones.

No estamos seguros de ser atendidos cuando nos enfermamos, no estamos seguros de que los centros hospitalarios tengan las condiciones necesarias para brindar un servicio básico, ni estamos seguros de tener los bonos y formularios que nos exigen las obras sociales, pero estamos seguros que sin ellos no habrá atención por más enfermos que estemos.

No estamos seguros que tengamos un futuro, si miramos como se los trata a los pobres jubilados, ni estamos seguros de conservar el empleo, a juzgar por la picadora de carne que son los centros laborales.

La seguridad no nos acompaña, aún en el caso de «tener la suerte» de no haber sufrido ninguna clase de robo o accidente.

Vivimos en un sistema que, para tener la seguridad de embolsar ganancias millonarias, no duda en condenar a la más absoluta inseguridad a millones. Porque su seguridad es nuestra inseguridad, y nuestra seguridad es precisamente su inseguridad.

Por eso, gobiernen «progres» o «liberales» (mismo perro capitalista con distinto collar), arman hasta los huesos a sus fuerzas de control y represión. No para combatir el delito (eso no les interesa en lo más mínimo, de hecho en muchísimos casos «la fuerza» es no sólo cómplice sino hasta promotora de esos delitos), sino para intentar amedrentarnos y acosarnos. La lista de crímenes de “gatillo fácil” nos exime de cualquier explicación, siempre apuntan contra el pueblo…

El diccionario también dice que justicia es la virtud de dar a cada uno lo que le pertenece.

A nosotros, el pueblo que habita este país, nos deberían pertenecer las riquezas que generamos con nuestro trabajo, nos pertenecen todas las conquistas logradas con el esfuerzo, nos pertenece la dignidad que se nos niega y que transforma a este sistema en el más injusto e inseguro para nosotros, para nuestras familias y para los que vendrán.

Por eso está muy bien que persigamos justicia, y que esa lucha no se agote en reclamos para que el poder judicial funcione. Porque ese poder, también funciona contra de nuestros intereses; es mentira que sea lento, es selectivo, funciona de acuerdo a la clase que representa: la burguesía.

Nuestra justicia la lograremos solamente con la lucha, como lo demuestran cada día esos miles y miles que se movilizan frente a cada hecho de inseguridad, haciendo oír su voz.

Nuestra justicia la lograremos con los nuestros, con nuestros compañeros de trabajo y de estudio, con nuestras familias, amigos y vecinos. La justicia la lograremos conquistando, sin dudas, porque esto no aguanta más y es hora de cambiarlo.

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