7 de marzo: una jornada histórica para la clase obrera argentina

La jornada de movilización convocada por la CGT en el día de hoy, terminó de la peor manera para los traidores sindicales que la convocaron y de la mejor forma para los obreros y trabajadores de la Argentina.

Se sabía de antemano que la movilización estaba llamada, como tantas otras veces en la historia, a ser una especie de “válvula de escape” que sirviera para apaciguar los ánimos de bronca y descontento que se palpan por abajo desde hace ya varios meses.

Los movimientos de los gremios fueron clarísimos a la hora de organizar la movilización sólo a través de los aparatos sindicales; al mismo tiempo en muchas empresas los obreros tampoco mostraban ánimo de movilizarse con los mismos, hartos ya de las traiciones y de las incontables agachadas de los gremios copados por las dirigencias mercenarias al servicio de los monopolios.

Sin embargo, la marcha fue multitudinaria. Ya se preveía que esto sucedería con el antecedente de la formidable movilización de los docentes del día lunes pasado.

Una marcha que parecía una más, se transformó en un hecho político que, sin lugar a dudas, marcará un antes y un después en la actualidad de la lucha de clases en nuestro país.

Promediando los discursos, que no decían nada sustancial más que las consabidas frases hechas de las cúpulas gremiales, el reclamo de los manifestantes era el llamado concreto a la huelga general. Ante la indefinición de los oradores, del reclamo se pasó a la acción directa y los traidores sindicales debieron salir corriendo del palco, el que fue tomado por un importante grupo de trabajadores cercanos al escenario.

Este hecho, en apariencia simbólico, refleja la verdadera situación de la lucha de clases: por arriba, burócratas que siguen pensando y actuando como lo peor de los conciliadores de clase que se prestan a ser un apéndice más de la política de los monopolios y del gobierno de turno; por abajo, una bronca incontenible contra dichas políticas y esas caducas y corrompidas dirigencias que, como en otras etapas de nuestra historia, sintieron en carne propia el miedo y el escarnio producido por la reacción de las bases tantas veces traicionadas y vendidas por estos personajes.

En el plano político lo acontecido en el día de ayer se trasforma en un hecho político de una magnitud extraordinaria y cuyas consecuencias no culmina sino que empiezan con lo sucedido.

Todo el arco burgués debe estar discutiendo por estas horas cómo seguir adelante cuando una de las herramientas que, aun en el mayor de los desprestigios, les resultaba indispensable para controlar y disciplinar a los trabajadores, hoy se ve que ha quedado como una reliquia de la historia, justo en el momento que sus planes apuntan a disciplinar y someter a mayor explotación a los trabajadores argentinos.

En la clase obrera y el pueblo lo que se vive son momentos de alegría; una sensación de haberlos hecho hocicar. Sentimiento y aspiración que se viene amasando durante años y que, en una tarde, se vio expresado en la huída cobarde de los capos de la CGT.

Lo que viene por delante es materializar por abajo la rebelión de las bases que ayer se manifestó en la marcha.

Debemos redoblar la acción en cada centro productivo y de trabajo para llevar adelante la construcción y consolidación de las herramientas de lucha genuinas de los obreros y trabajadores de nuestro país.

Es un paso indispensable sacarse de encima a la lacra sindical que se ha convertido en una herramienta al servicio de las empresas y en contra de los trabajadores.

Se trata de una necesidad política impostergable para continuar avanzando en la lucha contra toda la burguesía.

Es el momento de empujar y concretar las organizaciones de la clase obrera que expresen la independencia de clase y rompan definitivamente con los límites que marca la política de la burguesía en el seno de la clase, que son los sindicatos traidores.

Estas organizaciones las construimos con toda la masa de trabajadores; con metodologías con las cuales los mismos, organizados desde abajo, tomen masivamente las decisiones de lucha;  organizar el enfrentamiento con la independencia de las asambleas genuinas de los trabajadores.

Lo acontecido ayer ha sido histórico y los hechos históricos no deben subestimarse ni dejarse pasar.

Es el momento de encarar con actitud aun más decidida la conducta independiente como clase obrera en defensa de los derechos adquiridos y por el logro de nuevas conquistas.

Ello nos permitirá construir un gran movimiento político sindical revolucionario de la clase obrera argentina que sirva de guía y dirección de lucha para todo el pueblo argentino, siguiendo las mejores tradiciones e historia de nuestra clase, la que ayer se expresó como una auténtica rebelión de las bases.

Ahora es momento de expresar esa rebelión de las bases, bien desde abajo, para avanzar hacia otra calidad del proceso revolucionario en nuestro país.

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