Tres jornadas que conmovieron a la sociedad

El día lunes 6, una marcha docente multitudinaria se presentó como antesala en una semana  muy especial. Miles y miles de trabajadores de la educación expresaron en la calle lo que por meses se incubó en las aulas.

El día martes fue una jornada histórica que quedará gravada en la memoria de todos los argentinos, un 7 de marzo que se recordará como el día en el que la burocracia sindical tuvo que correr y refugiarse detrás de rejas, ante la furia de un pueblo trabajador que exigió «algo más» que la fecha del paro que nunca se definió.

El día miércoles 8, las mujeres realizaron la mayor expresión democrática vista hasta ahora en lucha por sus derechos, fue una magnífica replica de los acontecimientos anteriores.

Tres días condensados de movilizaciones que devienen de infinitos hechos de lucha en todo el país, acontecimientos que «no tienen prensa» por parte de la burguesía, pero que son aquellos que corroen los planes de la oligarquía financiera, la fagocitan y la debilitan, y que se gestan cotidianamente en las secciones de las fábricas, en las aulas, en cada hogar cuando se debate el hecho fundamental de que la plata no alcanza.

Hacía falta esta expresión política conmovedora de nuestro pueblo, centenares de miles en las calles movilizados, sintetizaron en tres jornadas lo que a diario se sufre, con un gobierno decidido a llevar sus planes hasta las últimas consecuencias.

La lucha de clases es un tembladeral y mas allá de la propia inercia del proceso llevado hasta aquí por el gobierno de Macri, esta semana es un antes y un después de las clases en pugna.

La huida del palco por parte de los gordos de la CGT es un hecho histórico porque le ha dado cuerpo a lo que se venía gestando por años; la representatividad de la burguesía ha sido quebrada en un  hecho que trasciende al aparato sindical para llegar a la institucionalidad y gobernabilidad que tanto el poder ansía.

La mejor forma de dominación por parte de la burguesía es la democracia burguesa, el juego democrático, es sostener un sistema de explotación y opresión con la Constitución en la mano. Un juego democrático que solo deja para el pueblo la opción de votar cada cuatro años a quien servirá como «mejor interlocutor» de los monopolios.

Hemos golpeado como clase y como pueblo a la mejor forma de dominación que ellos tienen, con movilizaciones de neto carácter democrático. La burguesía entendió y asimiló que en la CGT no tiene interlocutores válidos, no sólo por el desprecio que anida en nuestra clase obrera hacia ellos por décadas, sino porque estos traidores han recibido un golpe certero que les ha quitado el poco margen de maniobra que tenían.

Las gerencias de los monopolios están debatiendo los hechos de masas, están debatiendo el cómo aplicar sus políticas, en un contexto que ha cambiado radicalmente.

La clase dominante subestimó la capacidad de reacción de nuestro pueblo cuando pensó en aplicar sus planes con el apriete. Su eje central es ganar en productividad (producir más con menos gente) y para ello  aplicaron despidos, suspensiones y el terrorismo, eso sí… con la ley  en la mano. La burocracia sindical fue la punta de lanza de estos planes,  hasta el 7M.

Aún se presentaban como tales en un palco repleto de jerarcas.

Repetimos, la clase dominante ha sido golpeada en su representatividad, que es también algo más que ir o no a votar cada cuatro años.

De nuestro lado, deberemos asimilar que las jornadas de ésta semana serán también un antes y un después para la clase obrera y el pueblo. Quebrada esa representatividad, la pregunta que aparece es: ¿quién tomará esa posta?

Es aquí en donde aparece la necesidad tener el corazón caliente y la mente fría. Por un lado, en el plano político sindical ir por todo; no cabe la duda, no cabe la vacilación, los vacíos hay que ocuparlos ganando cuerpos de delegados, comisiones internas, formando listas que enfrenten a las actuales burocracias, con todo tipo de organizaciones de base que le disputen la legalidad política. Ellos están heridos y hay que profundizar el golpe con más lucha y más organización, en donde la metodología revolucionaria se despliegue para masificar la embestida.

En el plano eminentemente político, asimilar que nuestra consigna de ¡ES LA HORA DE LA REBELIÓN DE LAS BASES! conlleva la responsabilidad de no dejarlos gobernar,  profundizando la organización de las masas bajo la impronta de la democracia directa.

La clase dominante ha demostrado que golpea en donde en el plano orgánico la clase se encuentra débil, o en donde la capacidad de reacción organizada no es suficiente. Avanzan como pueden. Pero en donde encuentran fuerza material, no se atreven. Saben que el horno no está para bollos. Se trata de intensificar la movilización permanente de las masas con acciones que pongan en caja los intentos de ajuste contra el pueblo.

La debilidad de la clase dominante la deberemos ocupar con la fortaleza que adquiera la representatividad política revolucionaria, y para ello deberemos asimilar que mientras ellos aún persistan con sus ajetreadas banderas de democracia burguesa putrefactas (miradas con asco por nuestro pueblo) la movilización será una garantía de freno que les seguirá quitando  el poco consenso que tienen, pero no será suficiente sin que con ello aparezca una alternativa de cambio. 

Del lado de la revolución esa representatividad  se encuentra en gestación.

La historia de la lucha de clases ha provocado un hueco fenomenal, un 7M que implicará para los revolucionarios redoblar todos los esfuerzos para hacer parir esa representatividad política que ya se encuentra por abajo y en las calles, pero no ha surgido aún con la fuerza necesaria como proyecto político revolucionario para todo el pueblo. Ese es el desafío de esta hora.

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