Toda la política del poder se centra en el ataque a los trabajadores

«La flexibilización laboral puede hacer una diferencia importante», afirma Carlos Zarlenga, presidente de General Motors en Argentina y Brasil. «Generó productividad en una industria que no la tenía, y eso produjo más empleo». Preguntamos ¿dónde? “El plan de competitividad que impulsó España hace cuatro años que llevará(futuro potencial) a ese país a una producción de 3 millones de autos al año.”   Zarlenga pide cambios drásticos para impulsar las reformas laborales necesarias. Y pone como paradigma de esta situación a  Brasil y España, países que nos son precisamente  un paraíso de soluciones estructurales capitalistas. Más bien son lo contrario: tanto España, con su creciente volumen de huelgas, como Brasil con las pronunciadas y masivas movilizaciones y paros, son  las mejores expresiones de que las consecuencias de estas reformas en función de sus negocios no tienen garantizado el aval de las masas obreras aunque se impongan desde los decretos y el parlamentarismo. Lejos están de aclimatar la situación política a sus planes. Por el contrario, tanto España como Brasil  no son precisamente buenos ejemplos de las premisas planteadas por este Ceo.

“-A nivel Mercosur hay una capacidad de 5 millones de unidades y se van a vender 3,1 millones. Hay mucho excedente.” Dicho excedente -según Zarlenga- se resuelve con una “política de precios”. ¿Por qué hay un excedente? ¿Porque no hay demanda, porque no hay política de precios? Porque los salarios encarecen los costos

¿Cómo se puede competir con estos costos? Impulsando reformas laborales que avalen las reducción salarial. Lo que ellos consideran un excedente en los costos y una política de precios  por supuesto involucra   también al precio de la fuerza de trabajo. Por ello este gerente sentencia que «La industria no está lista para competir”  ya que “Brasil y México producen con costos entre 20% y más de 40% más bajos que la Argentina”. En definitiva, el concepto de competitividad que emana de todos estos personajes del capital monopolista es -ni más ni menos- el aumento de la explotación descargando la solución a sus crisis estructural en las espaldas de la clase obrera.

Porque lo único que persiguen es el sostenimiento de la tasa de ganancia que desciende en proporción a sus costos y que en función de su presencia, como expresión monopolista, deben sostener para sostener sus ventajas monopólicas.

¿Cómo es posible haber generado semejante volumen de excedente sin haberse desarrollado un pronunciado volumen de productividad e intensidad laboral? Sin embrago, hoy como ayer, no tienen otra solución que apelar a los costos salariales, a las reformas laborales, al mayor sometimiento de los trabajadores,  para aumentar la productividad que según ellos, no es competitiva.

Esta nueva vuelta de tuerca es un círculo del que no pueden escapar y para ello, se ven obligados centrar todos sus esfuerzos en el ataque frontal a la clase obrera. Ataque que va más allá del marco electoral. Toda la política del poder desde los monopolios se centra en el ataque a los trabajadores, desde los salarios hasta las reformas laborales, desde la inflación hasta los ajustes. Desde las deterioradas condiciones laborales hasta la negación de los reglamentos más elementales por accidentes de trabajo. Todo cierra para ellos si imponen sus rebajas salariales, sus condiciones políticas represivas en la industria, si instalan el miedo y el disciplinamiento, en el seno de la clase obrera.

Para ello, la respuesta política no puede hacerse esperar. Es el conjunto de la burguesía monopolista -con el gobierno a su servicio y actuando como clase frente a la inmensa masa de obreros y trabajadores- la que pretende doblegar a la clase obrera y el pueblo. Es una ínfima minoría de explotadores con el Estado a su servicio, la que busca hacer más y más ganancias a costa del deterioro de las condiciones de vida.

El peso de la acción política de la clase obrera puede y debe hacerlos retroceder. Para atacar desde las bases toda su gobernabilidad, las consecuencias económicas de sus planes deben ser combatidas desde la acción política. Que es -precisamente- el desarrollo de iniciativas desde abajo,  desde el debate, desde el conjunto de las metodologías asamblearias, desde los planes de movilización, desde la organización de las bases, desde la necesaria comprensión que sin atacar su política de clase, no pueden atacarse las consecuencias particulares de sus planes de opresión en cada lugar de trabajo, en cada barrio, en cada rincón donde nos afecten.

Su gobernabilidad esta en directa relación con la amplitud conque la enfrentemos.

Con la más amplia unidad, con las metodologías que ya se expresan en la lucha, con la rebelión de las bases, no dejarlos gobernar desde la unidad es la política de clase de hoy.

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