Ayer y hoy el mismo desafío: la necesidad de una política independiente de los trabajadores

En la rica historia de lucha de la clase obrera argentina, la CGT de los Argentinos (CGTA) marcó un mojón de calidad diferente. Este nucleamiento de los trabajadores, nacido en el congreso normalizador «Amado Olmos» de la central obrera, del 28 al 30 de marzo de 1968, surgió como una respuesta combativa contra las conducciones burocratizadas del sindicalismo peronista, nucleadas en las 62 Organizaciones que hegemonizaba el titular de la Unión Obrera Metalúrgica, Augusto Timoteo Vandor, en el marco de la lucha contra la dictadura de Onaganía que había asumido el poder en1966 através de un golpe de Estado, y cuyo objetivo fundamental era el de atacar la organización obrera en todas las líneas con el fin de implementar las políticas del gran capital monopolista que, por esas épocas, llevaba adelante un proceso de concentración y centralización de capitales inédito en nuestro país.

Esas políticas contaban con el concurso del sindicalismo “colaboracionista” que comandaba Vandor.

Las consignas más clásicas de la CGTA traducen ese origen: «Más vale honra sin sindicatos que sindicatos sin honra», y «Unirse desde abajo y organizarse combatiendo».

La singularidad de esta experiencia y su calidad diferente a otras en la experiencia de organización de los trabajadores argentinos fue, sin lugar a dudas, que se plantó no sólo como una herramienta de lucha en el terreno sindical. La CGTA no venía a proponer un nuevo sindicalismo que reemplazara a los traidores y nada más; se propuso desde sus inicios como una herramienta desde la que la clase como tal diera una lucha franca y abierta contra el “onganiato” al tiempo que sostenía el derecho y la obligación de los trabajadores de levantar una propuesta política propia para ofrecer una salida liberadora a todo el pueblo argentino.

“La C. G. T. convoca en suma a todos los sectores, con la única excepción de minorías entregadoras y dirigentes corrompidos, a movilizarse en los cuatro rincones del país para combatir de frente al imperialismo, los monopolios y el hambre. Esta es la voluntad indudable de un pueblo harto de explotación e hipocresía, herido en su libertad, atacado en sus derechos, ofendido en sus sentimientos, pero dispuesto a ser el único protagonista de su destino”.

Rescatamos esta experiencia de la historia pues hoy, en otras circunstancias de la lucha de clases, la propuesta política de los trabajadores a todo el pueblo argentino es una necesidad imperiosa.

Es necesidad porque es la hora de que la clase obrera argentina y los trabajadores en general se dispongan a pelear la dirección política de la sociedad contra los mandatos y las políticas de la burguesía monopolista.

Es imperiosa porque mientras esto se escribe millones de compatriotas no tienen garantizado el plato de comida en la mesa de sus familias, y millones más corren riesgo de terminar en esas condiciones si la política de la burguesía monopolista se sigue llevando adelante.

Desde1983 ala fecha han pasado 34 años de democracia burguesa. Democracia burguesa que es la forma de dominación a través del engaño, la mentira y el cinismo de una clase en el poder que nos dice permitir elegir a los gobernantes cada tantos años. En teoría, en el reino de la esclavitud asalariada, un domingo nos levantamos y gozamos de la libertad de elegir a nuestros verdugos para al otro día volver a vender nuestra fuerza de trabajo mientras los distintos representantes de la burguesía en el poder nos gobiernan.

Estos 34 años de democracia han sido años de aprendizaje y experimentación de lo qué significa que un sistema político, manchado y sucio desde el esqueleto hasta la piel, sea vendido como la panacea de la libertad y la soberanía popular. Dicha soberanía ha sido y es pisoteada permanentemente en función de cumplir con las políticas que en cada momento las facciones de la burguesía monopolista en el gobierno han impuesto.

En estos 34 años ningún representante de la burguesía argentina, parte de la oligarquía financiera internacional, aun en las épocas de profundas crisis económicas atravesadas, vio menguadas sus ganancias y sus riquezas. Por el contrario, los trabajadores y el pueblo hemos sufrido un permanente deterioro de nuestro nivel de vida.

Más de 15 millones de compatriotas en la pobreza; pobreza estructural que significa que nunca podrán salir de dicha situación. Más de 4 millones de compatriotas viviendo en la indigencia, es decir en el desamparo más absoluto que un ser humano pueda soportar. Más de 20 millones de compatriotas que dependen de algún subsidio del gobierno, rehenes de una red de clientelismo político y social que es un insulto a la dignidad humana. Más de la mitad de los asalariados de nuestro país ganando salarios que no llegan siquiera a la canasta básica que dicen los gobernantes se necesita para poder subsistir. Millones de trabajadores que deben trabajar10 a12 horas diarias para garantizar el mínimo sustento de sus familias; con turnos y horarios que impiden el buen descanso y recomponer fuerzas para volver a trabajar, por lo que los accidentes laborales dejan muertes y secuelas físicas y psicológicas, al tiempo que quitan horas de esparcimiento con la propia familia.

Millones de trabajadores que para ir a sus labores viajan entre 3 y 4 horas, además de la horas de trabajo, viajando en condiciones deplorables, debiendo salir con horas de anticipación para garantizar llegar a horario. Que en el camino a su trabajo, además, sufren la delincuencia asociada a las fuerzas policiales y a los políticos de todo color.

El flagelo de la droga, utilizado como mecanismo de control y destrucción social, destruyendo a millones de familias que están al total desamparo a la hora de intentar la recuperación de los afectados.

Un sistema de salud colapsado por completo. Hay que ir a los hospitales una noche antes para conseguir un número que garantice la atención al otro día; hay que esperar meses para la realización de estudios; en muchos casos hasta hay que llevar los elementos para la atención por falta de insumos básicos; profesionales médicos y enfermeros que luchan contra la desidia oficial para atender a sus pacientes y cobrando salarios miserables.

Un sistema educativo que ha sido destruido adrede, con escuelas que son verdaderos depósitos de niños y niñas; una calidad educativa que ha ido en picada permanentemente haciendo florecer el negocio de la escuela privada al que muchas familias trabajadoras mandan a sus hijos con la ilusión de que allí recibirán educación de calidad.

Más de 6 millones de jubilados que cobra una jubilación mínima que no llega a los 7.000 pesos; con un PAMI saqueado y destrozado a manos de las distintas administraciones que responden al negocio de los grandes laboratorios trasnacionales.

Decenas de miles de pequeños y medianos productores y comerciantes que son ahogados económicamente obligados a abandonar sus actividades y a malvender sus patrimonios.

Más de 20 millones de hectáreas sembradas de soja para lo cual entre 1990 y 2014 se deforestaron 12 millones de hectáreas de bosque nativo. Para ello produjeron desalojos de comunidades campesinas (criollas y aborígenes) enteras, arrojando así a esos compatriotas a la orfandad más tremenda que significa quedar sin el pedacito de tierra heredada por generaciones y obligándolos a la migración hacia centros urbanos aumentando así el hacinamiento y la marginalidad para que un puñado de monopolios lucren y aumenten sus ganancias mundiales. Al mismo tiempo, millones y millones de toneladas de pesticidas arrojadas, ahogando a la tierra y matando de a poco a pobladores de las zonas fumigadas con la aparición de malformaciones y enfermedades incurables.

Lo mismo ocurre con la minería a cielo abierto donde se arrojan cantidades inmensas de cianuro envenenando suelos y ríos; con el petróleo y el fracking; con la pesca indiscriminada. Se llevan nuestros recursos naturales y nos dejan sólo envenenamiento, despojo y miseria.

Durante las últimas tres décadas asistimos al desmantelamiento sistemático del sistema ferroviario, que quedó reducido al 25% de la red existente hasta finales de los 80. Así se perdió no sólo el patrimonio social y cultural de una de las redes ferroviarias más extensas de América Latina sino también se dio prioridad al transporte de pasajeros y de cargas por vía terrestre, aumentando así los costos del traslado de personas y mercaderías que termina pagando el pueblo trabajador. Además de eso, de lo poco que quedaba del tendido de vías el gobierno nacional ha firmado recientemente un decreto autorizando a levantar los mismos.

Esta enumeración de los resultados de las políticas de la clase dominante en nuestro país durante las últimas casi cuatro décadas son un resumen de la decadencia, el abandono, la deshumanización, el deterioro político, económico y social y el retroceso para el país y para la gran mayoría que lo habitamos.

Estamos en manos de una burguesía monopolista que, en el medio de la crisis mundial del sistema, en lo único que piensa y actúa es en el negocio a corto plazo, sin más horizonte que la ganancia más inmediata, con un grado de improvisación y falta de visión a futuro alarmante. Lo único que les interesa es el mantenimiento del sistema de explotación capitalista para seguir acumulando capitales; en ello no hay ni la más mínima dosis de proyectos a futuro; mucho menos proyectos que contengan a las mayorías. En sus planes, para lo único que contamos es para generar riquezas al más bajo costo posible para ellos. Ese, y no otro, ha sido y será el único plan a largo plazo que tienen para ofrecernos. Burguesía parasitaria, burguesía enriquecida a costa de prebendas y negociados con todos y cada uno de los gobiernos de turno. Que ha hecho de la corrupción abierta un espectáculo bochornoso, imponiendo la lamentable frase: “Roban pero hacen”.

A esta burguesía hay que derrotarla. No queda otro camino. No podemos esperar ninguna recomposición por parte de la misma. Ante ello es derecho, obligación y responsabilidad histórica de la clase obrera argentina de tomar la política en sus manos. No la política burguesa, sino la política independiente de nuestra clase que convoque, unifique y desarrolle las fuerzas políticas y morales que existen en el conjunto del pueblo argentino. Esa es la tarea impostergable que debemos intensificar.

Por ello el ejemplo de la CGT de los Argentinos. Porque como en esa experiencia, desde lo más profundo de nuestra clase y nuestro pueblo; desde las lucha y la movilización permanentes; desde las organizaciones propias que vayamos construyendo, que se irán convirtiendo en nuestras propias instituciones, que serán el exacto contraste de las caducas instituciones del sistema; desarrollando una verdadera democracia en la que el ejercicio del poder se realice a través de la participación directa en las decisiones y las acciones, desechando para siempre la representatividad burguesa de nuestras prácticas; desde allí, y sólo desde allí, construiremos un potente movimiento revolucionario que se convierta en la verdadera oposición a la burguesía en el poder. Desde cada sección de fábrica, cada taller, cada oficina o comercio, cada aula, cada sala de hospital, cada calle de barrio, cada pueblo y región de nuestro país. Con la lucha de calles, con el enfrentamiento en el terreno que más le convenga a nuestro proyecto y no al proyecto de la clase dominante. Desde esa lucha surgirán las nuevas dirigencias políticas revolucionarias que necesitamos. De a miles, de a torrentes, dispuestos a ponerse al hombro esta enorme y maravillosa empresa que significa redimirnos como seres humanos, individual y socialmente, para agarrar el presente en nuestras manos y moldear nuestro futuro colectivo sin depender de nadie, más que de nosotros mismos.

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