Se ahonda la necesidad de encontrar una salida revolucionaria

Días atrás fueron publicadas en distintos medios políticos y gremiales las conclusiones de un estudio realizado desde el Ministerio de Trabajo. En él se afirma que la brecha entre los salarios que perciben las mujeres y los que perciben los varones promedia el 23% en el caso de trabajos en blanco y 35% en el caso del trabajo en negro.

Haciendo constar a su vez “que mientras el ingreso promedio del varón es de 17.038 pesos, el de la mujer es de 13.587 pesos para los empleos registrados, mientras que en los puestos laborales informales los hombres ganan 8.300 pesos y las mujeres 5.426 pesos”.

Lo primero que llama la atención de estas cifras es la división establecida a expensas de si el trabajador está o no registrado, si es formal o informal, si es en blanco o en negro.
El informe no establece el salario promedio deducido de la totalidad los trabajadores, sino el promedio de una franja y el promedio de otra. Esta división es caprichosa y tiene un profundo sentido ideológico y político: por un lado, establecer una división testamentaria y de castas dentro de la propia clase obrera en función de dividir y por otro la utilización política de estos salarios no registrados, en negro, para utilizarlos de fundamento económico en su desesperación por reducir la magnitud de los salarios más elevados.
Llama la atención la precisión de las cifras de los salarios de la mujer registrados y no registrados que expone el estudio, como queriendo con ello, poner un manto de seriedad al mismo. Además de una carencia de fundamentos científicos llamativa. ¿Qué seriedad puede tener un estudio del salario, de una misma clase social, si la conclusión son dos promedios salariales diferentes? ¿O acaso los trabajadores asalariados no registrados no venden su fuerza de trabajo como cualquier otro?

Son asalariados estén o no estén registrados, crean plusvalía pagan impuestos y en nuestro país como en cualquier otro bajo las condiciones del régimen capitalista esta realidad es indiscutible.
Pero para disimular el escozor de la verdad, la sociología burguesa intenta esta división con el apelativo a presentar el salario registrado y el salario no registrado como dos realidades diferentes.

O dicho de otro modo intenta disimular con dos promedios diferentes una situación por demás critica que se hace visible a la vista de todo el mundo laboral.
Ateniéndonos a las propias cifras volcadas por el estudio debemos cerrar el cálculo y concluir que el promedio salarial del varón en argentina según estas cifras es de es 12.699 $.

Si bien es cierto que el salario promedio en nuestro país incluye – por supuesto al salario de las mujeres, también lo es el hecho que, el capitalismo les impone salarios menores a los del varón.
Si ahora tenemos un solo salario promedio y no dos, también deberemos tener una sola brecha promedio y no dos, por lo tanto, también cambia el porcentaje promedio que corresponde al salario de la mujer, que equivale a un 30% menos que el salario promedio de un varón.
Las condiciones históricas creadas por el sistema de explotación capitalista que implican la utilización del trabajo de la mujer y los niños, con los abusos y las practicas inhumanas propias del régimen, precisamente porque representaban menores salarios siguen vigentes.

Lejos de haber resuelto esa brecha salarial y las condiciones laborales discriminatorias hacia la mujer, el capitalismo en la actualidad no solo las ha sostenido sino profundizado.
No hay diferencias entre las condiciones de trabajo en negro, ajenas a todas las conquistas sociales y salariales con las reformas laborales y la flexibilidad existente que promueve el aumento de las horas de trabajo, el trabajo de las embarazadas hasta horas antes de parir, la productividad y la reducción de salarios.
Sin embargo, para el informe las causas de las diferencias salariales se deben a que “esta brecha existe debido a la concentración de mujeres en el rango de menores ingresos y podría derivarse como consecuencia de percibir las mujeres alguna ayuda económica (Asignación Universal por Hijos) y por el alto porcentaje que forma parte del trabajo doméstico y/o en ocupaciones informales.

Dicho en términos más concretos, no son las condiciones materiales del capitalismo con toda su perfidia, ni las políticas de los monopolios y su reaccionaria profundización de la explotación de los trabajadores, ni siquiera, la existencia de regímenes de trabajo creados por el capitalismo derivados de la descomposición de formas de producción caducas, fomentadas y utilizadas profusamente por los monopolios como los galeristas textiles, el trabajo doméstico, la producción de perfumería y de alimentos, ni de la existencia vil de una minúscula clase social que se apropia del trabajo social en benéfico propio y concentra las riquezas sociales, ni de las consecuencias que ello ha ido creando, al despojar a la inmensa mayoría de la sociedad de medios de vida y ofrecer a cambio las actuales condiciones de trabajo, al proletarizar inmensas masas humanas y someterlas a los resultados sociales políticos y económicos que ha creado.

No es esta realidad, sino que las mujeres ganan menos porque optan por trabajos informales donde se cobra menor salario, con ello nos quieren decir que en última instancia es culpa de ellas, esto y decir que son imbéciles es lo mismo.

Aquí ya no se trata de un problema cultural, sin ninguna duda esta expresado en el informe con toda conciencia. Sin ir muy lejos y para no reducir el problema solo a una cuestión de género, podría decirse lo mismo de los hombres que están sometidos a las mismas condiciones, o sencillamente podrá decirse que es una cuestión de clase. De la clase obrera frente a la clase burguesa.
Subyace con claridad el verdadero significado reaccionario sobre el lugar que la mujer tiene predestinado en este régimen social y salta a la vista que el capitalismo no ofrece ninguna solución al problema, más aún lo prolonga y lo agrava, porque agrava las condiciones de explotación y hace crecer la miseria, con ello pone en evidencia la zozobra que manifiesta.

Por ello no solo se ahonda el odio y la furia que anida en el seno de nuestro pueblo asqueado de tanta hipocresía, se ahonda la necesidad de encontrar una salida revolucionaria.

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