La reforma laboral, un salvavidas de plomo para la burguesía

Como ya se expresó en la nota del domingo pasado y como lo han afirmado incluso los propios personeros del poder monopolista en el gobierno, la mentada profundización de la flexibilidad, la llamada “reforma laboral” no pasa por el parlamento sino por la “negociación” sectorial. En plena campaña electoral la agenda del gobierno no solo incluye saturar con datos mentirosos, cifras y estadísticas muy poco creíbles para la mayoría de nuestro pueblo, sobre las mejoras en las condiciones de vida, el descenso de la pobreza, la revalorización de los salarios y cuanta cosa se les ocurra a los ideólogos del poder, sino también y al mismo tiempo ir frontalmente contra la clase obrera.

No cabe duda que el descabezamiento de la cúpula de la UOCRA en la Plata, es parte del paquete de iniciativas que el gobierno Macrista intenta, para disciplinar la tropa de burócratas sindicales que aún no se han subordinado a la centralización de estos planes de los monopolios para imponer desde arriba los nuevos convenios laborales. Intenta cerrar filas en la superestructura justamente con los personajes más odiados por la clase obrera, su alianza nace parida por la crisis política.

Si bien es cierto que ya hay nuevos convenios impuestos por la santa alianza, como, por ejemplo, en el petróleo y en SMATA con la venia cómplice de las cúpulas de esos gremios, no es menos cierto que, aun en la gran mayoría de los convenios la cosa está verde y que, a los monopolios tan ávidos de negocios, les urge la resolución de esta cuestión de forma inmediata, pero atraviesan un mar de fondo ganado por el hartazgo y nuevas metodologías de lucha que ganan camino en el seno de la de industria.

La política de extorsión que se lleva adelante con despidos, con reducción de salarios, atraso en los pagos (como a los trabajadores de luz y fuerza de todo el sur y que hoy están paro) y el ensayo de fórmulas de trabajo nuevas que se imponen en los lugares de trabajo y que intentan abrir camino a la imposición de las reformas que pretenden, son por supuesto, otro aspecto de la presión que intenta la burguesía para ganar terreno en el seno de la producción. A sabiendas que este es precisamente el lugar donde el enfrentamiento se plasma de forma virulenta y sin tapujos. Aunque aparenta un estado de tranquilidad que no implica consenso ni apoyo explícito, el clima tormentoso en el seno de las fábricas está a flor de piel y la burguesía, como le ocurre a la babosa con la sal, sabe que es desintegrador de sus planes, es decir que no puede avanzar.

Ejemplos concretos los hay. Pese a los convenios firmados en el petróleo y al sostenimiento de estas políticas, por ejemplo, en la industria petrolera no cesa la conflictividad, por el contrario, se sostiene y va en aumento. Los acuerdos firmados el martes pasado entre Tecpetrol, sindicato y gobierno, los cuales viabilizan despidos, reducción del personal con retiros voluntarios, más la reorganización laboral para la atención de los pozos y que implica la duplicación del trabajo para menos obreros, lejos de ser un acuerdo que selle “la paz social”, como afirma el gobierno chubutense, la echa por la borda.  La caída de la producción petrolera a niveles del 2001 a consecuencia de la conflictividad laboral desautoriza en los hechos cualquier otra elucubración.  Aun teniendo en cuenta factores climáticos, el mercado mundial, la competencia intermonopolista y demás condiciones, la propia burguesía reconoce que el factor central es la lucha de clases y la inoperancia de sus planes. La crisis sobrepasa las propias expectativas de grandes negocios de los monopolios que buscan en la superexplotación de clase obrera las soluciones que no está en condiciones de resolver.

La pueblada en el ingenio Ledesma y el enfrentamiento decidido de los trabajadores y el pueblo tampoco escapa a esta realidad, aun teniendo en cuenta las lógicas diferencias, las circunstancias y la experiencia de enfrentamiento, con otras expresiones de la clase, la política del poder choca con la decisión de los trabajadores de no dejarse avasallar por los monopolios. La reforma laboral como tabla de salvación para el capital es un salvavidas de plomo.

El hincapié puesto en las elecciones de octubre y la continuidad de la democracia burguesa no intenta otra cosa que ganar consenso para la profundización de la flexibilidad. A sabiendas que el terreno de su política burguesa trasladada al seno de las fábricas, muestra ya un significativo rechazo y resultados no queridos, apela al consenso social electoral como fórmula para crear expectativa y desde allí avanzar con las reformas que plantea. Pero Independientemente de las expectativas que pudiera generar coyunturalmente la política del actual gobierno, sus consecuencias no son otras que el recrudecimiento de la lucha de clases.

En esta realidad el reformismo juega el papel electoral que más le conviene al poder monopolista. En un marco donde la lucha se traslada al terreno concreto de la acción política en el seno mismo de los lugares de trabajo, en las empresas privada y públicas, donde de la clase obrera y la inmensa masa de trabajadores de nuestro país tiene frente a si la política reaccionaria de los monopolios y la profundización de la flexibilidad laboral, las alternativas electoralistas de izquierda plantean el parlamentarismo. Plantean en los hechos poner en segundo plano la lucha política de los trabajadores en el seno mismo de los lugares de trabajo y trasladarla al congreso.

Los monopolios han tirado el guantazo en abierto desafío a la clase obrera al poner la discusión por convenios fuera del parlamento, pero, el reformismo lo esquiva y a contramarcha de las propias tendencias objetivas de la lucha de clases que implican profundizar la rebelión de las bases para enfrentar estos planes, proponen llevarlo a un terreno totalmente ajeno a sus necesidades. Los mismos monopolios abonan con estas reformas cualquier posibilidad de conciliación de clases, pero el reformismo es insistente.

Sobre este terreno, teniendo en cuenta sus debilidades y la crisis política que los atormenta, la construcción de un sindicalismo revolucionario con un proyecto liberador del yugo del capital encuentra eco ya que se sustenta en los intereses objetivos y materiales de los trabajadores en su propia experiencia de lucha, en la necesidad de cambiar esta situación de una vez por todas.

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