6 de diciembre de 2017

La jornada de mañana será un nuevo escalón en el enfrentamiento del pueblo contra las medidas que el sector dominante de la oligarquía financiera, a través del gobierno y de las instituciones estatales, intenta imponer a todo el pueblo para resolver los problemas que le impiden sostener o acrecentar sus porcentajes de ganancia, en el marco del mercado mundial de capitales. La misma tiene un carácter sumamente político.

La masiva oposición popular a las llamadas reformas laboral, previsional y educativa, que no son más que restricciones de recursos para lograr el abaratamiento de la mano de obra, la profundización creciente de la desprotección de los adultos mayores y la puesta a punto de la educación para la sumisión de las personas a las tecnologías y ordenamientos productivos según el mandato de la óptima ganancia y contra todo desarrollo de las potencialidades, necesidades y aspiraciones humanas, se reflejará parcialmente en la movilización que se llevará a cabo en Buenos Aires.

Y decimos parcialmente porque la repulsa es mucho mayor que lo que reflejará la movilización. Este acto sólo constituirá un síntoma de la agudización del enfrentamiento de todo un pueblo contra el sector de la oligarquía financiera que avanza contra viento y marea en sus aspiraciones de disciplinar a toda la sociedad. Porque es evidente que, si bien toda la burguesía comparte y se abroquela en la misma aspiración de sostener el sistema capitalista en su estado más agudamente decadente y terminal, cada monopolio tiene su receta diferente para llevar adelante ese fin. Y esa receta obedece al interés concreto de cada uno en favorecerse de forma más rápida y efectiva.

En ese punto radican todas las diferencias que al interior de la clase dominante existen y se profundizan a cada paso que un sector da, o intenta dar, para imponerse al resto. Estas contradicciones de intereses estrictamente gananciales tienen como cara de una misma moneda, las consecuencias sociales y de enfrentamientos clasistas que provocan y provocarán frente a la clase obrera y el pueblo laborioso. ¡Nadie quiere pagar los costos de una rebelión masiva! Nadie quiere siquiera hacer olas para que el monstruo de las masas populares no se agite y ponga en serio riesgo la estabilidad del gobierno y del sistema. Hay un solo objetivo pero las recetas son múltiples.

Sin embargo, a pesar de la multiplicidad de recetas, los caminos no son tantos y, lo peor es que todos, ¡todos!, han sido varias veces probados y varias veces resultaron en fracasos durísimos para el poder burgués.

Es que la situación generada por las leyes implacables de la economía capitalista con sus contradicciones intrínsecas basadas en la propiedad privada de los medios de producción y la gran socialización de la producción, no ofrece ninguna alternativa para una solución duradera que permita al sistema basado en la expropiación del producto del trabajo ajeno de masas de trabajadores de todo un país para beneficio de una clase minoritaria parásita, corrupta, especulativa y reaccionaria que impide todo desarrollo humano, no le da margen para poder elegir entre distintas alternativas.

Querer solucionar con políticas las contradicciones provocadas por leyes objetivas y materiales actuando irracionalmente contra ellas, es un intento utópico que expresa la desesperación de una clase que ve hundirse el sistema que les permite sostener el incremento constante de su capital y sus privilegios.

Las fórmulas de gobiernos populistas vs. ultraliberales; la obtención de préstamos de organismos internacionales vs. emisión de bonos o mezcla de ambos; la reducción del déficit fiscal apretando los ingresos de la masa popular; el incremento generalizado de precios vía inflación vs. secamiento de circulante para atemperar el consumo; gradualismo vs. ejecución abrupta, y otras fórmulas archiconocidas son tan repetidas e ineficaces como las caras de los miembros del ejército de políticos, jueces, y funcionarios estatales de todas las reparticiones que nunca dejan de desaparecer y que se repiten como letanía dramática ante los ojos del pueblo.

Es que el nivel de contradicciones del capitalismo no es un fenómeno argentino sino mundial y tiene expresiones tremendas en cada confín del planeta.

Ya no hay más lugar para esta situación insostenible. Toda política que no ataque frontalmente la persistencia de este sistema es, cuanto menos, errada o engañosa.

Por eso, la jornada de mañana debe inscribirse en el camino decidido del enfrentamiento a la clase burguesa minoritaria y no sólo a este gobierno de turno con todo su séquito de sirvientes a sueldo incluidos los enquistados en el movimiento obrero y de trabajadores en general.

El camino de una verdadera solución a los problemas populares hacia la conquista de una vida digna está marcado con profundas huellas a realizar (valga la metáfora), en la lucha diaria permanente en pos de conquistas políticas, económicas y sociales que deberán arrancarse con la acción contra este sistema capitalista y su clase sostenedora hasta su derrocamiento.

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