La clase obrera, el gigante dormido que comienza a despertar

Las últimas dos semanas han sido marcadas por una agudización significativa de la lucha de las clases. En la nota publicada en esta página el pasado lunes 11 de diciembre decíamos, entre otras cosas: “…Si bien el rechazo a las políticas y planes del gobierno no se expresan en una generalizada protesta en las calles, sí existen miles y miles de pequeñas expresiones de lucha y rechazo a las políticas oficiales… la burguesía no logra un apoyo incondicional y duradero de ningún sector mayoritario de masas. Todo es sesgado, parcial y temporal. Muy lejos del consenso generalizado que necesitan sus políticas y que, en otras etapas de nuestra historia, sí consiguieron… En esta etapa es cuando más se necesita mantener firme el timón y aferrarnos a uno de los principios básicos de la ideología proletaria que es la confianza ilimitada en las masas… Nuestra clase y nuestro pueblo fueron capaces de sostenerse y levantarse en condiciones aun mucho más agudas que la actual y, sin embargo, siempre fueron el factor determinante para el condicionamiento y el cuestionamiento al poder burgués”.

En esta lectura que hacíamos por esos días nuestro Partido afirmaba que la burguesía, más allá de todo el aparato propagandístico en marcha para afirmar lo contrario, no lograba ni lograría el consenso social mayoritario que cualquier política requiere para garantizar gobernabilidad. Y fue la reforma previsional, aun más que la reforma laboral,

lo que condensó el rechazo y el repudio de la gran mayoría del pueblo argentino. Las miles de pequeñas movilizaciones que se realizaron desde octubre al conocerse los proyectos del gobierno se vieron coronadas por las imponentes movilizaciones del 14 y el 18 de diciembre, jornadas que se emparentaron con otras gestas populares ocurridas a lo largo de la historia de lucha de nuestra clase obrera y nuestro pueblo.

Pero hay una característica singular de lo sucedido en estas semanas que es necesario resaltar para la etapa de luchas que se abre.

Esa característica está marcada por la incorporación de la clase obrera industrial en la lucha política. Los debates, charlas, reuniones, asambleas y otras variadas formas de participación en la discusión política nacional ocurridas en los últimos días se vieron reflejadas en el involucramiento activo del proletariado en la movilización callejera; aun a pesar de las iniciativas abiertamente desmovilizadoras de los aparatos sindicales y de los paros timoratos de la CGT.

Que miles de trabajadores de la gran industria hayan estado activos y movilizados, tanto dentro como fuera de las empresas, por cuestiones que tienen que ver con los problemas políticos nacionales es un acto que tiene una profundidad e importancia política fundamental a la hora de analizar lo que pasó y lo que vendrá en la lucha de las clases. Mas aun cuando el grado de movilización y deliberación continua luego de que la ley fue votada.

La experiencia ganada en las últimas semanas ya no tiene vuelta atrás; lo que la movilización y la lucha enseñan en la práctica es experiencia propia, es comenzar a sentirse parte como clase de los acontecimientos que definen el derrotero de un país, es comenzar a entender por vivencias muy profundas de que los obreros, como clase que produce en las entrañas del poder de la burguesía, tienen la necesidad y la posibilidad de levantar un proyecto de salida para todo el pueblo argentino. Porque cuando los trabajadores salen a las calles y se codean con la lucha política junto al resto de los sectores populares, están rompiendo con años y años de la enajenación política a la que están sometidos, producto de la explotación y la educación de la burguesía que inculca que el obrero está sólo para producir o, a lo sumo, para pelear por mejores condiciones de explotación, mientras la política queda reservada para los “profesionales” de la misma, es decir para sus propios verdugos.

En esta nueva situación de la clase obrera, los revolucionarios debemos redoblar las iniciativas y los esfuerzos para que continúe creciendo ya no sólo el estado deliberativo y de movilización sino también el nivel de conciencia política del proletariado. Desde los niveles organizativos alcanzados hasta aquí, hay que seguir apostando a redoblar y hacer crecer la organización, los niveles de unidad, el enfrentamiento cotidiano a las políticas de la burguesía monopolista, bien desde abajo y siempre con la perspectiva de la lucha política nacional; el piso político se ha elevado por lo que las iniciativas políticas a llevar adelante deben tener en claro que esta nueva realidad, aunque despareja y desigual, atraviesa al conjunto de la clase obrera argentina.

Así como los cambios son profundos, también son rápidos; la disposición a la lucha, la combatividad y los niveles de participación y organización han entrado en una etapa de alza y no se puede ir a la zaga de los acontecimientos. Debemos adecuarnos a los nuevos tiempos de la lucha de clases para que este proceso abierto tenga cauces cada vez más amplios y profundos para su desarrollo y consolidación.

La clase obrera argentina se ha puesto de pie y ya la historia no será la misma.

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