El monumental engaño de la democracia burguesa

En la nota de ayer hablamos de la mentira y la falsedad de la democracia burguesa que se presenta como la panacea de la igualdad y, en realidad, sólo sirve para sostener los privilegios del capital.

Por estos días de tratamiento en el parlamento de leyes antipopulares, con la consiguiente reacción y rechazo de la gran mayoría del pueblo, los voceros a sueldo del sistema han hecho prodigios y malabares discursivos defendiendo la Constitución y las leyes, sus sacrosantas instituciones, y convirtiéndose en verdaderos tránsfugas de sus propias concepciones y de sus propias definiciones de la democracia. Mientras pisotean sus leyes, sus “principios” republicanos, intentan darnos clases de moral y buenas costumbres tratando de deslegitimar la movilización y la lucha que, mal que les pese, comienza a recorrer caminos que no se ajustan a sus moldes.

En otras palabras, cuando no nos logran disciplinar con sus políticas nos quieren imponer conceptos ideológicos que la propia burguesía ya ha tirado por la borda.

Vayamos a algunos ejemplos.

Mientras el artículo 14 bis de la Constitución Nacional reza: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”, el proyecto de reforma laboral viene a imponer condiciones de mayor explotación del trabajo humano con las que se barren conquistas y derechos en pos de garantizar al capital mayores dividendos a costa de la conculcación de esos derechos, con el argumento de que así el capitalista nos dará trabajo.

En otra parte del artículo constitucional citado se proclama: “El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable… Jubilaciones y pensiones móviles…” Integral e irrenunciable significa que a los jubilados se les debe garantizar el derecho a la asistencia, a la alimentación, al vestido, a la vivienda digna, al esparcimiento. Mientras tanto, los diputados y senadores votan una ley que hace “ahorrar” al Estado de los monopolios 100.000 millones de pesos al mismo tiempo que, inventando nuevas teorías y cálculos matemáticos, afirman que los jubilados no perderán poder adquisitivo.

Descaradamente se llevó a la Cámara de Diputados a los gobernadores que firmaron el pacto fiscal como forma de “apriete” (público, ya que también los hubo en privado) para que los diputados de esas provincias dieran quórum y votaran la ley; esto va en contra del más elemental de los principios de la democracia burguesa bicameral que dicta que los senadores son los representantes de las provincias, pero los diputados son los representantes “directos” del pueblo, por lo que no se deben a sus gobernadores sino a sus votantes.

Ni que hablar de la manipulación, la mentira y la traición directa al voto popular. Ningún representante del oficialismo afirmó en la campaña electoral que iban a ir en contra de los derechos de los trabajadores activos y pasivos; por el contrario, aseguraban y juraban que no había en puerta reforma alguna. Basta con indagar en las entrevistas a los candidatos del oficialismo durante la campaña para confirmar lo que decimos.

En medio de este desparpajo de mentiras, cinismo y doble discurso sermonean al pueblo con aquello de que “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”, cuando dichos “representantes” representan cualquier interés de las distintas facciones de la burguesía, menos el del pueblo que mayoritariamente se expresó de una y mil formas contra la ley previsional. Son los mismos que en los 90 le hacían de bufones cortesanos a un presidente que declaró que si hubiera dicho lo que iba a hacer, nadie lo hubiera votado.

La monumental mentira de la democracia burguesa transita el camino sin retorno de la descomposición y el desprestigio ante las masas populares. Y no porque “fuerzas oscuras y terroristas” se lo propongan sino por la propia acción de una burguesía monopolista que debe dar por tierra con su propia democracia. Es la experiencia propia que las masas transitan y develan por sí mismas la que cuestiona una democracia que ni la clase dominante respeta.

Entonces no nos vengan a hablar de leyes, normas o conductas; no nos hablen de respeto a las reglas de juego. Es la burguesía la que no respeta su propia legalidad; en consecuencia el pueblo, legítimamente, busca su propio camino para ejercer una verdadera democracia en defensa de sus intereses. Es la lucha de clases en toda su magnitud y profundidad, que sigue haciendo andar el motor de la historia.

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