A qué lleva el empeoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo

Con el correr de los días el empeoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo se hará más visible. Se cobró el aguinaldo, pasó una última semana de diciembre de festejos tradicionales, vacaciones cortas ya comenzadas y la vida siguiendo su curso.

La plata no alcanza y la ola de aumentos no cede. Cada medio de transporte que tomamos con el aumento a cuestas nos recuerda, al menos dos veces al día, el dolor que provoca el no poder llegar a cubrir necesidades básicas.

Este deterioro en lo económico está acompañado de un permanente intento de la clase dominante por avanzar con los derechos políticos ya adquiridos.

El populismo y el engaño cuando dejan de ser ya una opción de salida para la burguesía porque el pueblo hizo su experiencia, el poder comienza a asimilar que está sujeto a la lucha de clases y opta por la violencia de Estado cuando el pueblo resiste las medidas de profundo carácter reaccionario. El actual gobierno tiene que aplicar la política del “garrote” y tiene que avanzar sobre el bolsillo de la gran mayoría del pueblo y sobre los derechos políticos conquistados. Pero para hacerlo tiene que ensanchar sus espaldas y ésta administración, por el contrario, la achica. Importantes sectores que le dieron su voto y despertaron cierta expectativa se alejaron al sentir el atropello en varios planos de la vida política, económica, cultural y social.

La democracia burguesa sigue siendo la mejor opción de dominación, con la Constitución en la mano, con la legalidad que impone la clase dominante desde el Estado, exacerban la consigna de “profundización de la democracia” acentuando la delegación de responsabilidades para ejercer el gobierno  a los representantes elegidos en cada acto electoral. La democracia “representativa” es el sostén de dominación ya que la misma se corresponde con la concentración económica que atraviesa nuestro país. El gobierno de Macri se compromete con esa “profundización” de la democracia burguesa, una democracia ejercida para el interés de unos pocos monopolios poseedores de los medios de producción.

Los revolucionarios nos planteamos dar batalla en dos frentes fundamentales, uno el ideológico  y otro en lo político. En lo ideológico batallar contra la consigna de “profundizar la democracia” escondiendo el carácter de clase de la misma. El proletariado y el pueblo deberemos batallar por la Democracia Directa que se corresponde con la idea  fundamental de que el pueblo no delega a “representantes” los destinos del país sino que ejerce su poder en forma directa desplegando la experiencia que se viene realizando en las avanzadas de la actual lucha de clases. El actual Estado que pertenece a los monopolios agita la profundización de la actual democracia ya que  ella conlleva la legalización absoluta de que los medios de producción cada vez más en menos manos se sirva de las Instituciones para profundizar la explotación y opresión de nuestro pueblo.

Esa batalla ideológica hay que darla en concordancia con la batalla política. Hoy el gobierno tiene que avanzar sobre los derechos políticos conquistados por el pueblo y es legítimo no dejarlos gobernar, es legítimo no dejarlos profundizar “su democracia” clasista de defensa de sus mezquinos intereses.

A la legalidad no se la ruega ni se la implora, la legalidad se impone con la lucha y la movilización, pero a no confundirse, estamos hablando de ganar la legalidad de la Democracia Directa, de imponerla de hecho en cada confrontación de clase, de transformarla en cada enfrentamiento como alternativa a la democracia burguesa, a la representativa, a la que el poder ha usado hasta el asqueo de las grandes mayorías.

Es mucho lo que se está haciendo desde el abajo, el empeoramiento de las condiciones de vida empujará a millones a salir a las calles, a movilizarse, a ir por lo suyo, una y otra vez insistir en no dejarlos gobernar, hacerles la vida imposible pero a la vez hacer crecer la opción revolucionaria de la Democracia Directa organizando las fuerzas en cada lugar, ejerciendo un estado permanente de asambleas democráticas que, nacidas de cada lugar en concreto, concentre fuerzas políticas que resistan los embates primero y retomen los golpes que hagan trastabillar la decisiones por arriba. Es en ese camino de no dejarlos gobernar en donde se van fogueando las nuevas fuerzas que nacen desde la lucha y que comienzan a visualizar un camino distinto al encontrar una alternativa del ejercicio democrático de distinto cuño al impuesto por el poder.

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