Construir un camino revolucionario

La distancia que separa las políticas de los monopolios de la amplia mayoría de nuestro pueblo es cada vez mayor. La superestructura con toda la institucionalidad al servicio de la capital monopolista, sumergida en una crisis estructural y política enfrascada en los ataques a la clase obrera y el pueblo, y la base con toda su impronta de lucha y movilización, están cada vez más distanciados.

A medida que los ataques a la clase obrera y el pueblo se expresan en políticas económicas que ahondan la explotación, que promueven el despido en función de la productividad con menos trabajadores, que desde las políticas inflacionarias y monetaristas impulsan la reducción salarial, que propugnan el saqueo y la asfixia a los bolsillos con tarifazos y ajustes, viabilizan las más atroces medidas y leyes violatorias de la propia Constitución, que ellos mismos han jurado respetar. Pero esto hoy representa una traba, y por ello mismo, en función de sus negocios rápidos y su rapiña se ven obligados a violar una y otra vez como está demostrado.

El divorcio entre la superestructura y la base se ensancha. Más aun, frente a la evidencia irrefutable que todas sus políticas solo buscan acrecentar sus ganancias. Pero esta distancia no es solo económica sino también política e ideológica.  Por consecuencia no es solo un hecho propio del capitalismo en general, sino un hecho ineludible del capital monopolista en esta etapa, que desde sus dictadosy desde su carácter represivo pretende resolver su crisis a costa del deterioro de las condiciones de trabajo y de vida de millones.

Esta distancia involucra necesariamente el funcionamiento político del sistema, pues la propia burguesía monopolista en la prosecución de sus negocios ha trastocado sus propias reglas de juego y ha hecho del propio funcionamiento de la democracia burguesa, del Estado y de sus instituciones, un enjuague de contradicciones que hacen aún más profundas la distancias entre las masas populares y el poder monopolista.

El gran capital de la mano del gobierno actual contribuye como nunca a desgarrar todo el andamiaje institucional y a exponerse como clase en el poder, demoliendo sin quererlo, pese a su influencia ideológica, las expectativas en sus posibilidades, profundizando las distancias entre las aspiraciones de vida digna y la democracia burguesa, o mejor dicho, mostrando su contradicción insalvable. Aun a pesar de desfigurar su funcionamiento no deja de ser la expresión política de la dominación monopolista en esta época.

Como paradigma insustituible de engaño, la democracia burguesa esta herida, pues el parlamento, la justicia, el sistema electoral, el sistema sindical, el sistema jubilatorio, todo están cuestionados. Porque en los hechos, está cada vez más evidenciado que no representan más que a las facciones del poder monopolista y a una política de poder de las diversas facciones que se disputan sus negocios a costa del esfuerzo de millones.

Estamos transitando un punto de inflexión que tuvo su salto cualitativo en las masivas jornadas del 14 y 18 de diciembre. De allí en más, las distancias de la base con la superestructura no han hecho más que ampliarse.

La lucha y el ejercicio asambleario, con la implementación de la democracia directa como metodología propia e independiente los trabajadores y el pueblo, se ponen en práctica casi irreductiblemente frente a cada embestida reaccionara de los monopolios.

Este tránsito entre la democracia burguesa y la democracia directa, vinculado a la organización de base, está presente de forma entremezclada y marca el escenario de lucha en cada lugar.

La burguesía opera a través del oportunismo y el sectarismo, el cortarse por la libre y en hacer uso de erigirse en “representantes”, pasando por arriba a las mayorías, subestimando a los propios trabajadores, opera por la ausencia de claridad política y sirve de sustento a los intereses burgueses.

Es una situación que se superara en favor de la democracia directa y la acción independiente de las masas en la medida en que la masividad tenga un peso como fuerza política, como expresión de la unidad más amplia de los de abajo.

Pero también en la medida que las políticas revolucionarias converjan, sean arte y parte de la acción y el enfrentamiento y la masividad de la democracia directa en las organizaciones de base, en las asambleas, en los comités de lucha fabriles y barriales.

En los hechos, la lucha de clases ha puesto sobre el escenario la correlación entre el oprobio y más de lo mismo que pretende la burguesía monopolista o las amplias aspiraciones de vida digna a la que aspiran millones de trabajadores.

En un escenario de repudio a lo viejo que es masivo, el ejercicio y desarrollo de la democracia directa es el camino que la propia experiencia de nuestro pueblo marca como superación de lo viejo.

La distancia entre la base y la superestructura no es un escenario estático, es un escenario donde la disputa entre lo nuevo y lo viejo marca la necesidad de profundizar las ideas revolucionarias desde la masividad, la organización independiente y la democracia directa como expresiones reales de poder de los trabajadores y el pueblo, enfrentando a la burguesía monopolista. Es un momento donde las fuerzas productivas están rompiendo el contenido del envase que las atenaza.

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