La vida de los seres humanos no vale nada para la burguesía

La situación de millones de argentinos empeora día a día: se sabe –se comprueba- que nada podemos esperar de este gobierno ni de cualquiera de todos los otros que se dicen «oposición», pegando grititos en el Congreso sólo para decorar esta democracia, que en realidad es una dictadura de los monopolios, con todo lo que eso implica.

Los representantes burgueses siempre están bien juntitos cuando se trata de chuparle la sangre al trabajador; asumen una posición de clase, buscando achatar los salarios, y cuando les arrancamos aumentos, nos machacan con la inflación para tratar de recuperar esa plata con la suba de los precios.
Empiezan a manifestarse reclamos salariales que comienzan a quebrar el 15% del techo salarial y las paritarias truchas que pretenden las empresas, el gobierno y los sindicatos. La ola de reclamos no se frena con nada, recorre cada fábrica y lugar de trabajo, independientemente que varios gremios firmaron presurosos convenios a la baja. El costo pagan estos traidores y el que van a tener que pagar las empresas será aún mayor, porque la bronca y el descontento de los trabajadores tornan insostenible la situación para la burguesía monopolista.
La pregunta inmediata que se hace cualquiera es más que obvia: ¿cuál es el costo de vida, el que nos da el INDEC? El gobierno macrista, representante de los monopolios en el poder, continúa intentando sostener la gobernabilidad por la vía del chamuyo del cambio. Pero el gran problema es que esto tiene cada vez patas más cortas, y cada día que pasa, se les hace más difícil sostenerlo.
Se deleitan cuando los alcahuetes mediáticos que les quedan nos taladran la cabeza diciéndonos que estamos «bien encaminados». ¿Así como vivimos es estar bien encaminados? ¿Quiénes van bien encaminados?
Ellos están llevando adelante el proyecto de los monopolios, sin importarles nada de nuestras vidas y de cómo nos vaya a nosotros, a los millones de hombres y mujeres que salimos cada día de nuestra casa para ganarnos el pan y un poco de tranquilidad que nunca llega. La vida de los seres humanos nada vale para ellos. Como los compromisos de las empresas no paran con nada (y son diversas las ramas que están a full con la producción), nos exigen a nosotros –los trabajadores- que hagamos un “esfuerzo extra” para cumplir con “los objetivos que se plantea la empresa”. Todo esto no es otra cosa que una mayor explotación. Con las miserias que este sistema nos «asigna» a los que trabajamos, podríamos escribir un libro entero.
A pesar de los maltratos y sinsabores que padecemos a diario, lejos que logren resignarnos como clase proletaria, la acción de los trabajadores se fortalece frente a tamañas injusticias. La lucha empieza a tomar color, donde las conquistas salariales son fundamentales para continuar afianzándonos y ponerles un palo en la rueda.
Pero la lucha política también pasa a un terreno cotidiano. Y aparece el tema de la unidad en la acción desde las bases, que debemos consolidarla no sólo dentro de cada sector, y de cada fábrica, sino entre las diferentes fábricas; y esto toma hoy un carácter de necesidad imperante.
Ellos continuarán haciendo la suya, la burguesía avanza como puede con este proyecto. Nosotros necesitamos también construir nuestras herramientas de unidad política para golpearlos como un solo puño, para golpearlos como clase en el corazón de su proyecto.

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