Paciencia e impaciencia en una unidad de acción

El bambú japonés para crecer requiere de una atención permanente de su  semilla. Durante siete años la misma no da signos de vida, pero hay que impacientarse, estar atento, encima… para regarla, atenderla todos los días. Luego de ese largo período de “espera”, en solo 6 semanas, los primeros brotes adquieren 30 metros de alto. ¿Cuánto tiempo se necesitó para ese resultado?: siete años y seis semanas. La paciencia del sembrador convivió con su impaciencia cotidiana de la atención, de todos los días hacer lo que había que hacer. Años necesarios que le permitieron a esa especie generar raíces tan profundas para sostener tamaña robustez y altura.

Para los fenómenos sociales las cuestiones como las que describimos al inicio se presentan mucho más complejas que en la propia naturaleza. Aquí comienzan a jugar factores objetivos y subjetivos muy difíciles de contabilizar en tiempos. Pero esa introducción solo nos sirve para analizar la confluencia de la impaciencia y la paciencia, y analizarlas como contradictorias y no antagónicas.

En este camino de pensamiento, la clase dominante siempre intentó asociar la impaciencia a la desesperación. En el caso de la naturaleza, la desesperación hubiese sido regar la planta no una sino cinco veces por día para que nazca más rápidamente, pero la semilla se pudre. En cambio, el agricultor se impacientó por regarla una vez por día.

Frente a la actual situación que estamos viviendo todos los argentinos la desesperación es mala consejera… pero hay que ¡impacientarse! Es un momento en donde hay que catalizar el malestar de las mayorías.

El juego entre la paciencia e impaciencia alejan en gran medida la posibilidad del error en el proceso revolucionario y afianzan la confianza de ir por más.

Los revolucionarios nos impacientamos por todo, y consideramos que eso está bien! El despido, el hambre, el no acceder a la atención de la salud, que el salario no llegue a cubrir las necesidades básicas, que el jubilado no pueda comprar sus medicamentos, etc., todo esto y mucho más impacienta, y cómo!!!

Aparece contradictoriamente la paciencia cuando ante esos atropellos, cada vez más la pregunta que viene asociada es ¿y cómo hacemos para revertir tal situación?

La impaciencia lleva a la lucha inmediata, a la resolución del problema, a la posibilidad de la conquista, al enfrentar cada injusticia. Consciente o inconscientemente ésta situación lleva a organizarse espontáneamente, y si no, veamos como ejemplo la cantidad de respuestas en la calle que hay frente a los cortes de luz o aumentos de tarifas. Son muchos los que no esperan, la impaciencia es justa y se responde, se exige. Si hay un despido, ¡no hay paciencia!, se lucha, se protesta, aparece inmediatamente un grado de organización. Se hace lo que hay que hacer. La vida real, la vida material es la que determina esa impaciencia.

En cambio la paciencia está atada al futuro mediato, al asimilar los caminos a seguir para que éstas situaciones de violencia que genera el sistema capitalista sean erradicadas definitivamente. La paciencia y la impaciencia se entrecruzan permanentemente cuando las mismas confluyen -de una u otra manera- hacia acciones revolucionarias.

No es tarea fácil resolver esta situación que se presenta constantemente, pero podríamos decir que la impaciencia se “encuentra” con la paciencia cuando toda lucha espontánea, inmediata, “impaciente” comienza a adquirir un grado de organización que exprese el interés en la máxima expresión que es la dignidad del pueblo.La impaciencia en todos sus planos va creando condiciones para los cambios.

La impaciencia “empuja” a la paciencia, la inquieta, la conmueve y a la vez, la paciencia da cuerpo a lo que viene, a lo nuevo.

Hay un dicho muy común que dice: “No hay que perder la paciencia”, o el “que se impacienta pierde”… Entendemos el espíritu del consejo, pero profundizando puede llevar a la quietud. No es lo mismo regar la semilla una vez al día que hacerlo esporádicamente. Ese contundente dicho menosprecia la impaciencia, la asocia a la desesperación, la desliga por completo de la paciencia y de su unidad con ésta.

 

Claro que la desesperación lleva al error, la vida nos muestra que es así, pero asociar desesperación a  la impaciencia es un error, “la sangre en las venas” el factor subjetivo, la voluntad es necesaria,  le da otro carácter a la concepción errónea  de ver a  la paciencia como una idea estática y ambigua.

Lleva la errónea idea que las condiciones se irán creando independientemente de la voluntad de cambio.

A este gobierno no hay que dejarlo gobernar, hay que crearle un permanente estado de ingobernabilidad, golpearlo con la movilización, con la deliberación permanente del pueblo, enfrentarlo en cada lugar concreto. Impacientarse permanentemente y es allí en donde la paciencia adquiere importancia, porque se requiere en ese estado, ir creando las fuerzas necesarias que permitan cambiar la correlación de fuerzas políticas a favor de los cambios revolucionarios.

La impaciencia, la voluntad, la subjetividad de cambio, tiene un norte, que es la revolución.

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