Dos discursos, varias lágrimas…

Nuestro “señorito” presidente estaba muy mal. Dio lástima, no dio tranquilidad de estadista, de jefe.

Ni siquiera se ajustó su corbata. Por momentos dejó en el camino segundos en blanco, estaba abatido. Cuando habló de corrupción pareció arrepentido, sabía que era un punto débil de su carrera “exitosa” en las empresas del padre. ¿Qué dijo?: nada.

Subestimó a nuestro pueblo, parecía un padrecito aconsejando lo inaconsejable. No dijo nada porque no supo qué decir, cómo decirlo o en todo caso, cómo ocultar el transitar de un gobierno a la deriva.

No son los mercados los fundamentos ni las causas principales de ésta embrionaria ingobernabilidad: Macri y sus más cercanos “asesores” asimilaron que la lucha de clases existe.

Entendieron que los ocultamientos que producen los medios de comunicación de la permanente movilización política de nuestro pueblo no son suficientes herramientas para detener el vendaval que viene de abajo.

Todo absolutamente todo está cuestionado por parte de nuestro pueblo y ese es el principal debate que tienen los “señoritos” en sus mesas chicas, medianas o grandes.

Es cierto, los mercados quieren cobrar rápidamente sus dividendos y los grandes jugadores vienen por todo. Los procesos de concentración económica que se están produciendo en estos días necesariamente tienen perdedores y ganadores. Muy lejos quedó la puja industria-campo, oligarquía terrateniente – productivistas, (capitalismo de Estado), etc.

Lo que vivimos es Capitalismo Monopolista de Estado. Estamos hablando de capital financiero y con ello, estamos haciendo el acento en que las disputas por controlar el Estado son políticas y son guerras intermonopolístas que lo abarcan todo. Industria, campo, servicios, comunicaciones, etc.

Hoy esa disputa está al rojo vivo y no hay un sector que discipline a otro, esto es crisis política con mayúsculas en las alturas y vino para quedarse.

Pero detrás de Macrí venía el discurso de “nuestro” ministro Dujovne. El antecedente inmediato de la conferencia fue el trajinar idiota de economistas y periodistas durante los dos días previos. Emulando a los periodistas deportivos en sus violentos análisis, de algo tenían que hablar, tenían que llenar el tiempo, (¿se puede llenar el tiempo?), y nunca mejor que con idioteces. Es cierto, no dan puntada sin hilo en lo ideológico cuando lanzan propuestas económicas de salida inmediata, pero en lo político nadie se animó a ponerle el cascabel al gato.

Como si todo esto se resolviese con fórmulas de “macroeconomía”.

Pero llegó la hora de Dujovne y su postura de pollito mojado con los ojos llorosos, literalmente, (se presentó así) anunciaba en sus ehhhh…   prolongados sus ganas por salirse de una escena patética.

Ambos, presidente y ministro, anunciaron la “capacidad” política de este gobierno por achicar su espalda política a condiciones de raquitismo.

Se caía de maduro que no podían y no querían dar respuestas al anuncio del ajuste ya hecho por la realidad de factores impuestos por ella misma: devaluación de la moneda, devaluación del salario, y menos todavía de pasos inciertos al compás de los vaivenes inmediatos de las disputas políticas entre grandes jugadores, en medio de la movilización permanente de nuestro pueblo enfrentando cada medida.

Por estas horas, los desplazamientos producidos en el gobierno no son más que la expresión de una gobernabilidad deteriorada que ha comenzado a profundizarse día a día, y que nadie puede predecir cómo y cuándo será su final.

Controlar el Estado y sus instituciones para llevar este plan de ajuste al pueblo necesita de un timón fuerte y centralizado en lo político. Se necesita concentrar poder político que sea acorde con el proceso abrupto de concentración económica. Ni en el corto ni mediano plazo esto será resuelto estructuralmente. Todos piensan: que la “fiesta” LA PAGUEN LOS OTROS, asimilan que nuestro pueblo entra en un estado rebeldía y que ya no quiere ser el “pato de la boda”.

¡Y golpea! Lo cierto es que de este lado de la barricada tengamos bien firme las riendas para enfrentarlos en cada lugar concreto, robustecer la movilización por abajo y acelerar los procesos de unidad popular por abajo que vayan fortaleciendo el poder popular, profundizando la práctica de la democracia directa en todos los planos.

Compartí este artículo