No hay conciliación posible: lo que hay es lucha de clases

Sabemos que la clase dominante atraviesa una crisis política de envergadura. Las instituciones de la burguesía ya no engañan al pueblo trabajador: la justicia se ha transformado en una puesta en escena mediática que sólo distrae a los ingenuos que se enfrentan de un lado y del otro de la denominada grieta. La verdadera grieta, compañeros, es la que divide drásticamente los intereses de la burguesía de los de la clase trabajadora, la clase productora de la riqueza en la sociedad.

Las cárceles siguen llenas de pobres, los luchadores sociales son perseguidos, y el aparato judicial ni se inmuta frente a los negociados ocultos detrás de maniobras escabrosas que generan, por ejemplo, enormes fugas de capitales, endeudamiento por décadas, enriquecimiento exponencial de empresarios y funcionarios del mundo político.

A lo sumo, dicho aparato es utilizado por el poder político de turno como ariete en el enfrentamiento que llevan adelante distintos sectores de la burguesía monopolista. El parlamento burgués es una oficina de negocios: en pocos días se apresta a aprobar un presupuesto 2019 gravoso para los intereses del país y lesivo para los intereses del pueblo.

Seguramente, esta tentativa encontrará fuerte resistencia en la calle ganada por los trabajadores y diversas organizaciones de masas.

Recordemos, para definir cómo el Congreso se encuentra al servicio de los intereses de los grupos económicos, cómo votaron los señores legisladores el 18 de diciembre de 2017, con cientos de miles de personas en las calles, en ocasión del tratamiento de la ley de reforma previsional, que hundió más aún a los jubilados en un pozo que no parece tener fondo.

Los ministerios, qué decir de los ministerios!!! Algunos ya no existen. No tenemos Ministerio de Salud, para citar un ejemplo, pero faltan medicamentos esenciales para el tratamiento de patologías crónicas, como la diabetes y el SIDA. Los hospitales son sistemáticamente desmantelados, al ritmo de los despidos del personal y el cierre de sectores completos. Tampoco hay ministerio de Trabajo, pero la desocupación ya llega a los dos dígitos y los despidos son moneda corriente, para el sufrimiento de miles y miles de argentinos. Tampoco hay Ministerio de Agroindustria: ha sido prácticamente desmantelado, han echado a cientos de trabajadores, y un área como la Secretaría de Agricultura Familiar, tan importante para el desarrollo de las economías regionales, ha sido profundamente afectada.

Podríamos seguir mencionando una a una las instituciones de la democracia burguesa, para demostrar con sencillas referencias cómo todas ellas están atravesadas por una crisis política severa. En este contexto de desesperación por sostener una gobernabilidad que se desmorona, las agrupaciones políticas del sistema ya están pensando en el 2019. Se tejen alianzas diversas que no persiguen otra cosa que defender intereses corporativos de toda índole en el marco de la democracia representativa.

Un ejemplo reciente es la llamada «alternativa» del peronismo federal, que le presenta al pueblo los mismos mentirosos argumentos que los trabajadores ya no escuchan. Con Sergio Massa a la cabeza, ex jefe de gabinete del kirchnerismo, ex integrante de la Unión de Centro Democrático (agrupación reaccionaria y conservadora, cuyo jefe ha sido el ingeniero Alvaro Alsogaray), y el mismo que propuso sacar a las Fuerzas Armadas a la calle para combatir el narcotráfico (eufemismo que mal disimulaba la intención desesperada de contener la protesta social).

El oportunismo electoralista engloba a todas las tendencias políticas de la burguesía y se muestra como alternativa para garantizar una gobernabilidad que la burguesía no sabe cómo sostener. Porque la democracia burguesa, insistimos, está en crisis.

Crecen las organizaciones de masas que le disputan el poder en la calle, en los barrios y en los puestos de trabajo. Ellos saben que los trabajadores y el pueblo organizados y en lucha representan un serio peligro para sus negocios, sus intereses y sus privilegios.

Nosotros sabemos, gracias a la experiencia de grandes batallas de la historia del movimiento obrero y los pueblos en lucha, que no sólo es posible disputarle el poder a la clase dominante, sino que la revolución socialista se constituye en una alternativa real que la manipulación ideológica de la burguesía se empeña en desdeñar, sosteniendo que el capitalismo es la única manera posible de sostener la vida en sociedad.

Pero los disfraces no se sostienen: las “opciones” de la burguesía proponen una mejor distribución del ingreso, pretenden sostener la idea de un «capitalismo social de mercado» en el marco de una convivencia pacífica entre empresarios y trabajadores, una conciliación entre capital y trabajo inspirada en lineamientos de la economía keynesiana.

Esa conciliación de clases que –históricamente- ha encubierto detrás de su discurso “contra la oligarquía” el mantenimiento de un estado de cosas en el que la burguesía sigue explotando al pueblo trabajador.

Esta gran mentira es la que ahora “reviven” nuevamente en diferentes “versiones”, que en nada se diferencia del embuste que sostuvo el kirchnerismo, el radicalismo, y tantas otras agrupaciones políticas de la burguesía monopolista, que sostiene el argumento falaz referido a la conciliación de clases.

Compañeros: son las mentiras de siempre, las mentiras históricas: no hay conciliación posible, lo que hay es lucha de clases. Y los trabajadores tenemos que luchar y prepararnos como clase para la toma del poder, tirando por la borda cualquier nueva máscara que nos presenten: son todas caras que pretende ser una nueva envoltura política de los negocios del gran capital.

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