“Mentiras verdaderas”

Como citáramos en notas anteriores, la ideología dominante trabaja constantemente para reducir la política al marco institucional burgués, haciendo creer que los pueblos solo están para votar y -en todo caso- que las formas de organización que se den estén reguladas por su marco jurídico legal. Es decir, de lo que se trata es: dentro de la gobernabilidad todo, fuera de eso nada. Y bajo ese “paraguas” toman todas las medidas que profundizan la súper explotación a nuestro pueblo;  donde –incluso- si tienen que desconocer sus propias leyes para avanzar en sus medidas lo hacen sin ningún prurito (cosa a la que –por obligación- recurren cada vez más, por eso se la pasan de reformas en reformas). Le quieren hacer creer al pueblo que a esto queda reducida la política.

Pero ojo: no son ningunos estúpidos y como clase actúan en todas las circunstancias de la vida de este sistema, (que responde sólo a los intereses de la burguesía), en la forma que adquiera la política para sostener el poder que detentan, eses la única razón de la política, y -en todo caso- también en ese terreno dirimen sus disputas interburguesas, para ver quién se queda con la cabeza del león de la expropiación del trabajo ajeno.

Y van más allá: disfrazados de mil maneras trabajan en lo ideológico, inculcando esencialmente que ésta (la sociedad capitalista) es la única y mejor forma de vida, que de otra forma no se puede organizar y vivir una nueva sociedad. Desde la ideología empujan a la resignación de los pueblos, los dividen y generan miles de zanahorias para que los individuos que componen un pueblo sientan la ilusión y la atracción de que se puede lograr la felicidad individual, que sí se puede atrapar una de esas zanahorias prometidas y -tras cartón- te hacen sentir la dominación con medidas rigurosas, para que te convenzas que son tan poderosos que es imposible romper las cadenas de su dominación.

De esto no escapa nadie, unos -más atrasados-, otros -más avanzados-, pero todos nacemos y somos educados bajo la ideología de la clase dominante. Tienen sus ideólogos y filósofos -históricos y actuales- que trabajan permanentemente para perfeccionar la mentira; tienen sus sociólogos -que estudian hasta el comportamiento de las masas ante cada evento o suceso político-, poseen los medios de comunicación masivos, donde sus intelectualitos juegan a crear verdades que no son y le ponen un halo de inmunidad a los conceptos conceptos, donde terminan definiendo “mentiras verdaderas” (peor que el papel de la Iglesia en la Inquisición).

Así hacen con todo. La pregunta -en todo- caso es: ¿por qué dudan, por qué mienten, por qué matan?… Y la respuesta es simple: porque no tienen razón. Porque la lucha de clases existe y existió siempre que existió la dominación, lo cual significa que a pesar que estamos bajo esa dominación, los pueblos  intentamos los más diversos caminos que nos lleven a la libertad.

Los trabajadores que producimos las riquezas (aunque las mayorías lo desconozcamos), también tenemos nuestra ideología, también tenemos nuestra filosofía que nos da elementos para organizarnos, prepararnos y formarnos, y poder así plantear nuestra lucha ideológica; constituir nuestra organización política -que es revolucionaria-, porque se plantea construir una sociedad bien diferente a esta.

Esa ideología nos la brindó -producto del desarrollo de la humanidad y la lucha de clases- Carlos Marx, que junto a Federico Engel, supieron estudiar el modo de producción capitalista, desnudando su carácter explotador de modo científico. Implementaron el método dialéctico de análisis y el materialismo histórico, para poder analizar los fenómenos y procesos desde la lucha de clases. Y avanzaron junto a Lenin –posteriormente- en que era necesario e irremediable -desde el punto de vista histórico- llegar a una nueva sociedad, donde el hombre no sea el lobo del hombre: el socialismo, como etapa previa al comunismo.

Para ello era imprescindible impulsar una revolución encabezada por la clase obrera, donde la construcción y constitución de un partido político revolucionario -parado en esta ideología- era el paso más importante. Donde -en su constitución- estuvieran todos los elementos y factores de la filosofía marxista -avanzados y revolucionarios- porque partieron de una clase que históricamente es revolucionaria: la clase obrera. Todo esto con un concepto diferente y antagónico de la política burguesa, desde sus prácticas hasta sus conductas.

Que nuestra clase obrera comience a comprender esto, a identificarse como una clase y actuar en consecuencia como tal en política, es una tarea impostergable que debemos impulsar los revolucionarios, comprendiendo la importancia no sólo de las tareas del momento sino las necesidades de las tareas de carácter estratégico, como decía el Che.

En estos momentos, donde existen tantísimos destacamentos de revolucionarios, pero -a su vez- hay una debilidad en el surgimiento de una alternativa revolucionaria, pensamos que hay que partir desde estos principios, donde es esencial que la clase obrera -en un espiral ascendente- vuelva a darse a la tarea de verse como clase revolucionaria.

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