La lucha es hoy y las necesidades de nuestro pueblo no pueden esperar

No duró un día el anuncio del bono de fin de año acordado entre gobierno, empresas y CGT y ya nadie se atreve a afirmar si será a cuenta de futuros aumentos, si será obligatorio, si se pagará tanto a trabajadores de la actividad privada y estatal.

Ni que hablar de la propuesta de “prohibir” despidos, propuesta que de por sí llega demasiado tarde si tenemos en cuenta que en los primeros nueve meses de 2018 se han producido más de 35.000 despidos. Queda a las claras que el nuevo paso de comedia protagonizado por el tridente mencionado es una improvisación absoluta y que su único objetivo es darle una excusa a los gerentes de la central sindical de levantar el anunciado paro de finales de mes, el que se anunció sin ninguna intención de realizarlo realmente.
La burguesía monopolista y todos sus alcahuetes están en la misma sintonía: no sacar los pies del plato con ninguna acción que ponga en riesgo la gobernabilidad. Están todos comprometidos en garantizar no hacer olas.

Y en esa intención, ya ni siquiera alcanza con el compromiso de llegar a las elecciones de 2019 sin sobresaltos; ahora el asunto es que la promocionada cumbre del G20 se desarrolle “en paz”. Una paz de los cementerios, nunca mejor dicho.
Se confirma de esta manera que los planes que la burguesía monopolista es capaz de tener no alcanzan ni al vuelo de una gallina.

Es el día a día lo que domina; todos son conscientes que más allá de la aprobación del presupuesto, del compromiso del “déficit cero” y toda otra intención de ajuste estructural que la clase dominante necesita llevar adelante en nuestro país, debe tener en cuenta que para ello se necesita un amplio respaldo político de la población, situación que (aunque todavía no se manifieste abierta y masivamente) está lejos de poder conseguirse.
El compromiso con el FMI y con lo más granado de la oligarquía financiera mundial es que el gobierno de Macri deberá avanzar en profundizar reformas en lo laboral, previsional e impositivas.

De ello depende que el tan mentado déficit cero sea posible de lograrse. Pero si le propusiéramos a cualquier integrante de la clase dominante que pusiera en juego algo de su fortuna porque tiene la certeza de que será posible políticamente avanzar en dichas reformas, no tenemos la más mínima duda que la respuesta sería un no rotundo.
Hoy mismo se conoció el informe de la calificadora internacional Fitch que bajó a “negativa” la calificación de la deuda soberana argentina, debido a que evalúan una “perspectiva incierta sobre la consolidación fiscal”.

Traducido al análisis político la citada calificación prevé que el ajuste fiscal y las medidas mencionadas más arriba, que serían las que garantizarían que el país cuente con los fondos para pagar las deudas contraídas, al mismo tiempo que se le garantizaría al capital monopolista tasas de retorno a la medida de sus necesidades, es altamente inviable.

Pero no porque no tengan claro qué hacer con la economía, sino al contrario; el respaldo político necesario para llevar adelante esas medidas económicas es absolutamente insuficiente.
De allí que todo discurso que afirme pronósticos de estabilidad y previsibilidad es absolutamente falso; es querer vender previsibilidad en el medio de una imprevisibilidad estructural del sistema capitalista, tanto en el plano internacional como, particularmente, en el plano nacional.
Lo único previsible es que nuestra clase obrera y nuestro pueblo no muestran signos de conformidad con la actual situación a la que nos ha arrojado los planes del gobierno.

El deterioro de la vida de millones es cotidiano. Se palpa y se sufre en coda hogar trabajador. Por lo tanto los revolucionarios debemos mantenernos en una política absolutamente independiente de las políticas de la burguesía monopolista.

Ningún compromiso de conciliación de clases, ninguna promesa de mejora futura que intente desviar la lucha de los de abajo hacia objetivos electoralistas.
La lucha es hoy y las necesidades de nuestro pueblo no pueden esperar. Hay que redoblar la movilización y el enfrentamiento contra las políticas del gobierno y con ello denunciar a los que se ofrecen de bomberos de la crisis.

Hay que profundizar las medidas de acción directa contra sus planes desde los intereses de los de abajo. Toda manifestación, aunque parezca pequeña, si se realiza desde el ejercicio de la movilización desde los centros de trabajo, vivienda, estudio, etc., es un inmenso aporte a mantener en alerta a los de arriba, a no dejarlos acomodarse, a impedirles la estabilidad que necesitan para aplicar sus políticas.
En ese proceso iremos construyendo las condiciones para derrotar en la calle y con la movilización los planes de la burguesía monopolista y sus más variados satélites, dependiendo de nuestras propias fuerzas, y en el camino de la acumulación hacia el nacimiento de una alternativa política revolucionaria de masas.

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