La utopía de la paz social

El eje donde gravitan los llamados a la paz social y la gobernabilidad -que desde el macrismo se impulsa- es un intento de contener simultáneamente-desde el terreno político e ideológico- la lucha de clases.

La apelación a que los partidos oficiales del sistema, las cúpulas sindicales cegetistas, moyanistas (entre otras) y expresiones de partidos de izquierda parlamentaria, rubriquen con sus decisiones este convenio de no hacer polvareda, ni paros, ni nada que afecte la agenda en favor de los monopolios, le sirve al señor Dujovne para afirmar “que en la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el gobierno”.

La frase del señor ministro no deja lugar a dudas que toda la superestructura local esta alineada con el poder monopolista y con la defensa del capitalismo y su institucionalidad. Pero además, dicha en vísperas de la reunión del G20 y del montaje escénico y diplomático frente a los poderes del mundo, suena como que el sostenimiento a estas políticas tiene grandes bases de apoyo en el seno de nuestro pueblo. Es el equivalente a decir que estamos por un buen camino y que todo se irá resolviendo… Otra más de las tantas promesas vociferadas por el mismo.

En este escenario, el rol de los medios de difusión -como expresiones de toda la cofradía de partidos e instituciones políticas que sostienen la dominación de los monopolios y la secundan- no es menor. La desinformación reinante es uniforme y está enmarcada dentro del llamado a la “paz social” que pretenden sostener.

El discurso que emana de los medios se centra en la gobernabilidad, pero solo hace referencia a los problemas de la burguesía, a sus controversias económicas, a las internas de sus partidos políticos, a sus negocios, a sus ganancias, a sus inversiones, a sus éxitos y a sus fracasos, es decir, a todo lo que la burguesía hace para sostener su poder y su dominación.  Todo con la indisimulable intención de colocar en el centro de la escena que su acción como clase, es la única acción tangible y válida, pero esquivando el bulto frente al hecho de que la gobernabilidad no depende de la burguesía sino del enfrentamiento de clases que hoy existe.

Con ello, lo que queremos decir es que la validación que la superestructura política y sindical -con su sequito de personalidades y funcionarios, con sus aparatos y buchones en las empresas, con su aparente poder de movilización-, que los mecanismos ideológicos de mentiras y engaños de los medios y que los métodos de disuasión y hostigamiento del Estado (como por ejemplo, sembrar el terror como pasó la semana pasada) constituyen hoy las únicas fuerzas  materiales con que se sostiene la burguesía monopolista.

No se trata aquí de minimizar esta fuerza -como hace la burguesía con las fuerzas populares y sus luchas-, pero sí afirmar categóricamente que las amplias bases obreras y populares superan ampliamente el volumen que la burguesía detenta.

Este es un hecho sabido por todos. Tiene además íntima relación con la gobernabilidad, la paz social y con las preocupaciones de la burguesía monopolista por contener la lucha de clases. De allí los enormes esfuerzos ideológicos para perpetrar su dominación.

El volumen de las organizaciones de masas se ha acrecentado en todo el país, en las barriadas y poblaciones. Las organizaciones de base de la clase obrera van constituyendo sus propias herramientas de lucha y organización independiente; pero además de ello, se desatan día a día multiplicidad de conflictos, paros y movilizaciones que muestran cuánto es el «apoyo» al ajuste del que se jacta el señor ministro.

Sin ir muy lejos, el bono de 5.000 pesos ha generado más controversia que calma, mostrando además que es otra trampa, producto del ajuste al relacionarlo directamente con el impuesto al salario, los despidos, los salarios,  los impuestazos, la aplicación de leyes reaccionarias como las de las ART, o las normativas contra la enfermeras, las leyes de semillas en favor del negocio de Monsanto-Bayer… políticas todas que afectan una enorme totalidad se sectores de nuestro pueblo que se movilizan en contra de ellas y que -aunque no salgan en los medios- no quiere decir que no existan. 

Por así decirlo, las preocupaciones de la burguesía monopolista no son vanas e inútiles. Por el contrario, están en concordancia con la dimensión que adquiere la lucha de clases.

La paz social abrochada sobre ese plafón de expresiones mínimas -que es la superestructura del sistema- no garantiza nada. El señor ministro debe tenerlo en cuenta. La paz social es una utopía.

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