Protocolo sobre el uso de armas: el ajuste que no pueden implementar

Luego de la ficticia“paz” que el gobierno logró implementar en la calle, militarización terrible de por medio, airosos salen a flexibilizar el protocolo sobre el uso de armas por parte de las fuerzas de seguridad.

Carrio sale a hacer de “policía bueno” denunciando que tal medida resulta anticonstitucional y, de hecho, desafía a que sea tratada en el Congreso. Miguel Angel Picheto (Argentina Federal) declaraba recientemente acerca de la necesidad de extraditar a extranjeros que “delinquen” en la Argentina, con un discurso muy similar al discurso de la línea oficial de gobierno.

La oligarquía financiera sabe que se acercan tiempos aún más difíciles a los que hoy atravesamos. Entienden perfectamente la situación de que la continuidad de líneas de ajuste que necesitan, tales como reforma de convenios colectivos de trabajo, reforma laboral, nueva reforma previsional, mayores aumentos de tarifas y boletos, estancamiento -y por lo tanto disminución por perdida inflacionaria- de salarios, disminución de presupuestos, más despidos en el ámbito público, más ajuste de la productividad en el ámbito privado, etc., etc., y etc., no tiene ningún tipo de cabida política en las amplias masas; no existe ya una base política sobre la cual ejercer esos ajustes y que sean vistos, no ya con simpatía, sino con un mínimo resquicio de aceptación. Las amplias masas ya no “suspiran” ante las medidas de ajuste, sino que directamente se enardecen de odio, aunque ese odio no encuentre una salida canalizada todavía, como ha sucedido con las impresionantes movilizaciones de masas de los “chalecos amarillos” en Francia.

Ante ese panorama saben que necesitan recurrir a más represión y buscan las mil y una forma de encontrar un piso en la sociedad para justificar la represión que saben, van a incrementar.

Se trata de una fuerte batalla ideológica que la burguesía desata contra el pueblo, intentando meter problemas por la ventana, buscando inventar enemigos internos y externos en una burda escena teatral que no encuentra asidero en las casas de quienes día a día salimos a pelear el mango.

En esa batalla ideológica por justificar la represión se alinea todo el arco político que representa directamente los intereses de la oligarquía financiera: desde el PJ hasta Cambiemos. A pesar del bombardeo propagandístico, nuestro pueblo está muy lejos de aceptar cualquier escalada represiva, no hay proyecto a largo o mediano plazo que subsista con una creciente represión.

La derrota de la dictadura militar y la apertura democrática desde 1983, junto con la gigantesca condena social que supo impartir nuestro pueblo a fuerza de sudor, lágrimas y mucha lucha y movilización, pesa como un lastre en la burguesía a la hora de justificar cualquier acto represivo y persecutorio. La enorme historia de lucha de nuestra clase obrera está marcada en la piel y la sangre de cada argentino. No es algo que quizás se toque con las manos, pero como clase, somos hijos de heroicas gestas que el proletariado ha sabido llevar adelante: desde la Patagonia Rebelde, pasando por la resistencia peronista, el Cordobazo, el Viborazo, el Correntinazo, el 2001 y un montón de otros “azos” que constituyen hitos marcados en la piel de cada uno de nosotros. El peso histórico de la lucha del proletariado marca un piso indestructible en el nivel de conciencia de nuestro pueblo.

A la burguesía se le cae la baba por implementar un discurso de corte fascista (que no es lo mismo que la implementación práctica del fascismo, que quede claro). Pero la realidad es que ese piso de conciencia de nuestro pueblo se lo impide paso a paso: independientemente de la lectura que podamos hacer sobre la representatividad que tienen las elecciones, Macri no ganó con un discurso como el de Bolsonaro en Brasil, atentando contra las libertades individuales y sexuales, declarando que iba a incrementar la represión y dar vía libre al gatillo fácil -que ya de por sí, es un gatillo bastante “fácil” el de la policía brasileña-, azuzando la violencia represiva con la excusa de atacar los graves problemas de inseguridad que sufre ese país, o con un discurso abiertamente anticomunista. No, Macri ganó con un discurso populista, prometiendo pobreza cero, eliminar el impuesto a las ganancias, creación de escuelas, mayor inversión en ciencia y técnica, eliminar la inflación y una sarta de mentiras más que, por otro lado, constituyen parte de los reclamos populares a la gestión anterior.

Ya desde el vamos, la burguesía y este gobierno en particular, se encontraron condicionados. Es ahí donde estallan internas: un sector de la burguesía plantea “muchachos, estamos caminando en terreno resbaloso, tratemos estos temas, necesarios, pero con mayor cautela”. Pero la oligarquía financiera, como un todo, se alinea en la búsqueda de generar un mínimo consenso político para poder impulsar las impopulares medidas de gobierno que los grandes capitales a nivel mundial están exigiendo.

Por eso, más que nunca, a sus intentos por justificar la represión, debemos contraponerle la más viva lucha desde cada sector de trabajo, en cada fábrica, en cada centro laboral, en cada barrio por avanzar en nuestras conquistas políticas; por avanzar en la constitución de asambleas en los sectores y en las asambleas generales; por naturalizar la democracia directa en cada lugar de trabajo, dando una lucha sin cuartel por mayores libertades políticas.

Ganar la libertad de expresión en la fábrica, la libertad de organización, regularizar las asambleas como herramienta de la democracia obrera, son algunas tareas que hacen a la conquista por las libertades políticas y son la mejor respuesta en el terreno práctico, en el terreno de la confrontación real entre las clases, que generan el abono más fértil sobre el cual germina la lucha contra toda represión por parte de este sistema.

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