La reforma laboral: una pelea de fondo entre la burguesía y el proletariado

Venimos publicando diferentes notas sobre las renovadas intenciones de la oligarquía financiera por implementar una reforma laboral que adecue las relaciones de trabajo a las necesidades del capital monopolista, de acuerdo a lo que el sistema capitalista en el orden mundial necesita para sobrellevar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

El frente burgués, dividido en muchos aspectos pero unido en éste en particular, ha lanzado nuevamente su grito de guerra y ha salido a reclamar condiciones para contratar y “descontratar” acordes a sus intereses de clase.

Decimos unidos aunque en la formas las distintas variantes del capital monopolista que se expresan en la fuerzas políticas del sistema, intenten mostrar diferencias. Las mismas son sólo de métodos; unos pugnan por una ley que “blanquee” la flexibilización que ya se aplica en los establecimientos productivos, y otros (con la supuesta defensa de los intereses de los trabajadores) se oponen a la ley pero propugnan que las reformas se sigan aplicando de hecho, como se viene haciendo. Una u otra variante apuntan a profundizar lo que en la realidad ya existe.

Los bancos de horas, los fondos para indemnizaciones, las jornadas de más de 8 horas de trabajo sin el pago de horas extras, las tercerizaciones, las relaciones de dependencia encubiertas a través del monotributo, los llamados turnos americanos entre otras, son prácticas extendidas en diversas ramas de la producción y los servicios pero que se quieren generalizar y profundizar con otras medidas.

El mencionado grito de guerra de la burguesía monopolista para una nueva arremetida contra los derechos y conquistas laborales, tiene una limitación política objetiva; su aplicación mediante una ley no pudo ser llevada a cabo todos estos años. Pero al mismo tiempo se ha avanzado en el terreno concreto.

De esta forma se confirma que lo que a la burguesía le importa es aplicar la ley de hecho allí donde la producción se realiza, y por lo tanto se reafirma su dominación como clase.

Por el lado del proletariado, se tiene claro que las propuestas de flexibilidad son para mayor beneficio del capital y pérdida de derechos y conquistas del trabajador. Inclusive se han presentado batallas en ese sentido. Sin embargo, aquí existe también una limitación política que nuestra clase aun no ha superado.

Allí radica la barrera principal que debemos sortear de cara a las luchas que avecinan. La cuestión de la reforma laboral debemos enfrentarla en el terreno esencialmente político que ese enfrentamiento encierra, y esto debe ser una convicción en la clase para que, en consecuencia, la organización de las fuerzas del proletariado estén en condiciones de dar la batalla en ese terreno.

Así como la burguesía actúa como una clase y propone los temas que le interesan como tal, el proletariado debe pararse también como una clase que se ve atacada en sus intereses y debe organizar sus fuerzas como tal, como una sola clase, sin importar las divisiones gremiales ni de actividad sino la pertenencia a un colectivo que se propone una batalla de fondo contra la burguesía.

A partir de allí las formas para organizarse y presentar esa batalla deben fundarse en la más amplia participación y movilización desde las bases trabajadoras, garantizando la masividad y la unidad de la clase con otros trabajadores de distintas ramas y desde allí con el resto del pueblo. Por eso no hablamos de una unidad sindical sino de una unidad política que permita saltar los obstáculos que en la organización nos presentan las formas de organización que la burguesía tolera.

Cada delegado, cada comisión interna, las agrupaciones y organizaciones de base, y de allí para arriba, debe transformarse en una usina de lucha política que irradie iniciativas para que cada uno de los compañeros y compañeras participe activamente.

Y en ese camino, proponerse barrer con cualquier barrera burocrática que intente interponerse. Lo contrario sería seguir enfrentando la maza con la que la burguesía nos ataca con las manos vacías.

Para estas necesidades los revolucionarios debemos impulsar un gran debate en el seno del proletariado que ayude a entender esta necesidad y aportar para que estas organizaciones crezcan en número y en contundencia.

Hay que llevar a los más amplio del proletariado las ideas que permitan reconocernos como una sola clase que debe enfrentar a su clase enemiga, derribando las ideas de la conciliación de clases.

La burguesía no quiere conciliar; la burguesía quiere imponer sus intereses sobre los nuestros. En ese terreno debemos dar la lucha y prepararnos desde hoy mismo.

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