Existe otra forma de pensar más allá de la burguesía

La ideología de la clase dominante siempre está presente y dominante.

Si vemos hoy viernes los titulares de todos los diarios, la mayoría de ellos nos describen la crisis de la economía y de los “mercados”. Todas descripciones que rondan intereses bien definidos. Absolutamente nada de nada de los intereses de explotados y oprimidos. “Desafiamos” a que se investigue.

La burguesía monopolista no duerme por dos razones: una, en el sentido perverso de su clase, con toda la crisis a cuestas influye y se preocupa por la dominación. Su planteo general es exigir que pensemos de una sola forma, la concentración adquirida de los medios de comunicación y otras importantes herramientas del Estado van en ese sentido. La segunda razón (aunque la ninguneen) es la lucha de clases. Y sus resultados están a la vista: desconcierto y crisis política estructural.

Muchas veces nos ponemos a pensar sobre la actual situación que padecemos por abajo y nos abruma la incertidumbre. Incertidumbre que a la vez pesa en los pensamientos, y es allí en donde la ideología burguesa juega sus cartas. Nos dicen: “hay una sola forma de pensar” impuesta desde el Estado, y parecería ser que el pensar de otra forma sería estar contra el Estado “democrático”. Curioso, ¿no? Una sola forma de pensar y es “democrático”.

Si hay clase dominante, obviamente hay clase dominada. Pero esta es una cuestión que se oculta de una y mil maneras. Lo que admite esa única forma de pensar es que no hay clases. En todo caso, hay buenos y malos; honestos y deshonestos; izquierda y derecha… Todo es lícito, pero clases en pugna ¡NO!

La semana transcurrida ha sido negra para el gobierno en el plano eminentemente político.

La “oposición” Fernández-Fernández y el andrajoso resto de “opositores” no entienden, ni pueden entender el cómo actuar. Dicen y se desdicen a cada momento.

Pero existe otra forma de pensar con un sentido de clase y de interés de clase, que de una u otra manera sufre la vida de jornadas negras. Ningún medio de dominación pone semejante situación en el plano de disputa de las clases, pero es esa misma existencia -cimentada en décadas y memoria transmitida- que pesa y seguirá pesando para no dejarlos acomodar en sus negocios de “mercados”.

Sometimiento no significa resignación.

El dolor que recorre por estas horas cada hogar de explotado y oprimido no será gratuito para quienes -de una u otra manera- nos quieren llevar al precipicio. Toda la burguesía quiere gobernabilidad, influyen en ello en toda la sociedad, pero la lucha de clases es más fuerte y va más allá de todo ello.

¿Qué queremos plantear? Que la lucha de clases es algo más que fuerzas políticas en disputa.

Pero hay algo cierto: la burguesía tiene sus partidos y organizaciones políticas que -aunque extremadamente debilitadas y corroídas- navegan como pueden en aguas turbulentas, mientras que el proletariado aún no tiene las fuerzas políticas robustas que puedan ponerse a la altura de las actuales necesidades de la lucha de clases.

Es en ese marco objetivo de acumulación de fuerzas políticas en el que hay que actuar decididamente. La clase obrera no puede ni debe dejarlos gobernar y -a la vez- debe robustecer sus fuerzas, en un marco en donde la mayoría del pueblo está dispuesta a ir por los reclamos políticos y económicos.

Se necesita fortalecer el partido político del proletariado y de todos sus destacamentos de avanzada. Fortalecer todas las organizaciones políticas que el pueblo ha generado en los últimos años, que han adoptado las metodologías autoconvocadas y que utilizan de las más variadas formas la asamblea de democracia directa.

Pero, en definitiva, a la burguesía no hay que dejarla acomodar. HOY, no hay que dejarla gobernar HOY, hay que hacerla retroceder. Y en ese camino del paso adelante y del paso atrás, ir preparando las fuerzas políticas de la revolución.

Hay otra forma de pensar. La experiencia del proletariado le pertenece a la humanidad, mal que le pese a la burguesía. Y con esa experiencia acumulada debemos revertir revolucionariamente la impronta ideológica impuesta por esa “única forma de pensar”.

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