Un camino necesario a transitar para liberarnos de esta opresión

El día 7 de julio pasado, el diario Infobae publicó una estadística surgida de un estudio de ANSES que registra la eliminación de 285.000 puestos de trabajo en el sector formal entre los que se encuentran los siguientes rubros: construcción con una baja de 59.000 puestos registrados; hotelería y gastronomía 44.000; el comercio 37.000; actividades administrativas 28.000; industria 22.200; servicio de transporte y almacenamiento 21.500 empleos; el agro, 14.300 empleados menos; servicios de asociaciones y personales 13.500; servicios profesionales y científicos 12.100; enseñanza privada 10.400; información y comunicaciones 8.800; y otros 15.000 que no detalla. Todo esto en el primer bimestre de cuarentena.

El mismo artículo, aclara, además, que la pérdida de trabajo en el mismo periodo se dio en mayor cantidad en el sector de trabajadores informales no asalariados, lo cual indica que la cifra supera largamente los 500.000 trabajadores.

Los trabajadores del sector formal perdieron sus puestos a causa de que miles de empresas también cerraron sus puertas, o se achicaron. Mientras que los trabajadores informales no asalariados, se vieron imposibilitados de ejercer sus tareas. Todo esto fue acelerado por la situación de cuarentena, más no por causa de ella, sino por causa de la enorme crisis de superproducción. Con el paso de los meses pudo comprobarse que la cuarentena fue y es utilizada a conveniencia de los intereses de la burguesía monopolista que cuando necesita producir, “el covid19 no existe”, pero cuando los trabajadores hacen asambleas para reclamar por paritarias, salarios insuficientes, y mejores condiciones de trabajo, etc., se rasgan las vestiduras acusándolos de no guardar la “distancia social obligatoria”.

Este empuje a situaciones de pobreza a una masa enorme de trabajadores es la base de lo que gobierno y aplaudidores llaman “nueva normalidad”, que no es más que la profundización salvaje de la explotación y opresión capitalista.

Por eso la promesa de la “nueva normalidad” no se inscribe en las expectativas que el “progresismo” reaccionario que sostiene las posiciones políticas afines al gobierno (y que hoy suspira desencantado con la presentación del discurso del presidente en ocasión del 9 de julio y con la marcha atrás del amague de expropiación de Vicentín), intentó hacer penetrar en la conciencia social, acudiendo prestos a todo programa de televisión, radio o escribiendo cantidades de páginas en diarios y escritos en redes sociales.

Por el contrario, en el otro extremo de la realidad social, persistentes núcleos del proletariado, trabajadores en general y sectores populares, pelean, dan batalla y se plantan frente a las arremetidas del capital monopolista y su gobierno fiel.

Pero, si bien la lucha, la unidad, la movilización y la organización independiente de toda tutela institucional burguesa ya sea que se vista de “nacional y popular”, o de izquierda que pretende hacer desembocar los reclamos y rebeldías en el embudo del parlamento de donde no sale nada bueno para el proletariado y el pueblo, salvo que la fuerza de su lucha lo obligue a lo contrario, no es suficiente para poder divisar la luz de una posible salida.

Y eso se debe a que el sostenimiento por parte de la burguesía del desvencijado, corrupto y podrido, sistema capitalista ya no puede resolver no sólo la vida de los argentinos (nunca fue su intención más que distribuir lo mínimo indispensable para que subsistan como mano de obra útil y dispuesta a trabajar bajo sus condiciones), deberá ser enfrentado y doblegado por la fuerza organizada de los trabajadores y el pueblo oprimido para poder dar final definitivo a esta situación que se repite y se profundiza sin remedio.

Toda lucha por la verdadera democracia para los trabajadores y el pueblo (la democracia directa), la conquista de derechos políticos y sociales que permanentemente tienden a negar la burguesía y sus gobiernos de turno, por la conquista de mejores condiciones de vida y superiores salarios, etc., debe ser encarada como parte de un camino hacia la liberación definitiva de la explotación y opresión capitalista a la que contribuyen todos los gobiernos de turno que sirven a la misma clase opresora.

Mientras se sostenga el capitalismo no habrá mejoras perdurables para los trabajadores y el pueblo, por eso el camino hacia la toma del poder para la construcción de la sociedad socialista, debe transitarse desde cada lucha por más pequeña que parezca.

Construir la unidad y formas de organización independiente en cada fábrica, empresa, escuela o barrio, en donde trabajadores y pueblo decidan por sí mismos cada paso a dar y la conquista a lograr, con la vista puesta en construir, de lo pequeño a lo grande, una fuerza real que se imponga en la zona, en lo local y multiplicarla hasta conformar una unidad nacional que exprese todas las necesidades de trabajadores y pueblo (quienes somos los verdaderos constructores de todo el país), que sea capaz de disputarle y conquistar el poder que hoy está en manos de la burguesía monopolista parasitaria y ruin.

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