El aumento de la deuda mundial confirma la crisis estructural del sistema

Nuestro partido sostiene que la crisis de superproducción capitalista tenía claras manifestaciones antes de la aparición del Covid-19. En realidad, luego de la última gran crisis de 2008 la economía capitalista nunca logró una efectiva recuperación sino todo lo contrario. Más aun la llamada locomotora china venía año tras año disminuyendo el crecimiento de su economía; así como durante más de dos décadas había sido la que empujaba hacia arriba al resto, luego de 2008 su contracción provocó el efecto contrario lo que ya manifestaba serios problemas que algunos analistas del sistema advertían.

En ese marco el crecimiento exponencial de la deuda de los países (que incluyen deudas estatales y privadas) es otra manifestación palpable de la crisis estructural.

La crisis de superproducción tiene, por decirlo así, cuatro etapas totalmente interrelacionadas: un ciclo de auge productivo; la saturación de la capacidad productiva; ello provoca la necesidad de una ampliación de dicha capacidad; y la desembocadura en una saturación del mercado, es decir que se producen más mercancías que las que el mercado puede consumir. Este proceso es objetivo, inevitable, ya que está fundado en el carácter anárquico de la producción capitalista y la búsqueda de la ampliación y reproducción del capital como principal factor.

Se produce así lo que podríamos graficar como un cuello de botella. Inmensas masas de capitales tratando de circular por un conducto cada vez más pequeño.

Si el capital no se reproduce en la producción, no se reproduce. El único origen del capital es la producción. En el mercado de capitales lo que hacen los acreedores es apropiarse de un capital originado en la producción (ése es el mecanismo por excelencia de la centralización de los capitales). Por lo tanto, en las crisis en donde se traba el proceso productivo, los capitales (en forma de mercancías, medios de producción o dinero) se destruyen.

Esta es la verdadera razón por la que el capitalista busca otras alternativas para incrementar su capital individual mediante la disputa en el terreno de la circulación; así, se dedica a realizar inversiones que no generan valor, no aumentan el fondo de consumo social y por lo tanto no producen plusvalía, sino que se abocan a la disputa a través del mercado de la masa de plusvalía que fue creada en la órbita de la producción -único lugar donde se genera plusvalía, donde se reproduce el capital global-. En definitiva, ante la imposibilidad de invertir el capital de manera productiva por la superproducción de capitales, lo invierten en esferas improductivas que no crean valor, no generan plusvalía, sino que se dedican a la rapiña entre distintos sectores del capital, acelerando la especulación capitalista.

El Instituto Financiero Internacional (IFF por su sigla en inglés) es una asociación que reúne a 38 bancos de los países centrales. En abril de este año informó que la deuda global alcanzaba a 3.200 billones de dólares, lo que representa el 322% del producto bruto mundial. En sus proyecciones, teniendo en cuenta que aun no se conocían los planes de rescate de los diferentes países que son financiados con más emisión de deuda, ese porcentaje sube al 342% del PBI mundial.

En el siguiente gráfico se puede apreciar el aumento constante de la masa de deuda. De izquierda a derecha se la califica por deuda de los hogares, empresas no financieras, gobiernos y sector financiero.

Ahora veamos la evolución del PBI mundial desde 1965 a 2019.

Como se puede apreciar claramente (sobre todo en la última década) el aumento de la deuda ha sido constante mientras que la caída del crecimiento del PBI a nivel planetario, acompaña ese proceso en una tendencia a la baja. Tengamos en cuenta que el gráfico del PBI es a 2019. En 2020 las proyecciones más optimistas auguran una baja del 3/5%.

Al mismo tiempo el aumento del endeudamiento de las familias a nivel mundial encierra una lógica insalvable que domina al sistema. Cuando marcábamos al principio que una de las etapas de la gestación de las crisis de superproducción es la de la ampliación de la capacidad productiva, ello implica que esa ampliación se realiza, principalmente, vía el aumento de la productividad lo que significa un aumento del grado de explotación de la fuerza de trabajo; es decir, una permanente disminución salarial.

Esa disminución del salario que se ve expresada en la capacidad de compra del mismo para el sostenimiento del trabajador y su familia deriva en un aumento constante del endeudamiento familiar para la subsistencia. De allí que el crédito en todas las modalidades posibles se haya masificado y, como popularmente se dice, “te tiren por la cabeza” las posibilidades para tomar créditos destinados “al consumo”. No vamos a entrar aquí a analizar el consumismo que alimenta el sistema en forma permanente; sí que es cada vez más normal y “natural” endeudarse para el consumo de productos básicos, como la comida, la vestimenta, la salud y la educación, etc. Ello es así por este proceso que describimos. Las políticas de la burguesía monopolista apuntan a recortar derechos y conquistas laborales (con la implicancia en las condiciones de vida) en paralelo a una incentivación constante del endeudamiento familiar.

Volviendo a los gráficos los mismos muestran que en las distintas crisis del sistema nunca se pudo recuperar los niveles de actividad económica de décadas pasadas. Así se manifiestan las distintas crisis cíclicas dentro de una crisis estructural general. Crisis estructural que acrecienta la contradicción antagónica del capitalismo entre la producción cada vez más social y la apropiación cada vez más individual, lo que desemboca en una traba cada vez más aguda del desarrollo de las fuerzas productivas.

Tal es ese desenlace que esa traba se convierte, por necesidad del propio modo de producción, en destrucción masiva de fuerzas productivas como a la que asistimos en la actualidad. Según la OIT se prevé que en 2020 230 millones de trabajadores en el mundo sufrirán despidos, bajas salariales, o reducción de horas de trabajo. En el medio de un proceso de concentración y centralización de capitales fenomenal en el que las diversas facciones burguesía monopolista están enfrascadas en una lucha por su supervivencia como tal, lo que implica la destrucción y/o absorción del competidor y sus capacidades para poder volver a empezar el ciclo.

Ese proceso ya ha comenzado y se verá profundizado.

 

Algunas conclusiones

Lo expuesto marca que el problema del endeudamiento a nivel mundial es una manifestación más de las crisis cíclicas y la crisis estructural del sistema capitalista.

No se trata de que un sector de la oligarquía financiera se dedica a la especulación (los que serían los malos para nuestro populistas y reformistas) y otro sector se dedica a la producción (los buenos). Precisamente, la oligarquía financiera (en la fase imperialista del sistema, que es de carácter económico y objetivo, es decir que no está determinado por la voluntad de clase alguna) es la fusión del capital industrial y el capital bancario. Son las crisis de superproducción las que manifiestan que esa fusión sea cada vez más estrecha e ineludible. Y vale aclarar por si hiciera falta que la especulación es propia del capitalismo y más intensificada aún en la etapa del imperialismo.

Por lo tanto, no hay capitalismo financiero ni capitalismo productivo. Es capitalismo a secas en su fase imperialista y la política revolucionaria consecuente es luchar por su destrucción.

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