Lo que se dice en las fábricas

Hoy es muy común escuchar que la plata no alcanza. Parecería ser que este tema engloba a muchos otros. Pero a decir verdad, de dos meses a esta parte, las cosas han cambiado cualitativamente en las “habladurías” de las fábricas.

Es que el deterioro de las condiciones de vida se ha pronunciado gravemente y esas charlas han pasado a ser “charlas con bronca”, muchas veces con dolor expreso. Las mismas van acumulando impaciencia porque se anuncia un empeoramiento.

No se trata solo de la plata, las charlas son de preocupación por las condiciones en que se trabaja, la producción por la ganancia que pone negro sobre blanco el desinterés absoluto de la burguesía por la vida del trabajador. Hay bronca que se acumula por un gobierno que se fue y que hizo estragos, y por otro que está ahora y que le pone el moño a esa obra interminable de saqueo al pueblo trabajador.

Las “habladurías” apuntan a la permanente traición de los sindicatos empresariales. Ni que hablar de una inflación imparable que es algo más que la plata no alcance. En donde tenemos salarios tan bajos que se requiere sumar horas extras tanto dentro como fuera de los establecimientos. Hay salarios de $3.500 semanales que obligan a esos trabajadores a “cartonear”. Muchos debates se abren mientras el deterioro vertiginoso de las condiciones de vida no se detiene. Hasta aquí, punto y aparte.

Si hablamos de deterioro de las condiciones de vida, estamos advirtiendo algo más que una caracterización del estado de ánimo de la clase. En definitiva, es un elemento que -sumado a otras variables de la situación política nacional y de la lucha de clases- conforman un preámbulo que exige de los revolucionarios preparar las fuerzas capaces de erigirse en referencias de cambio revolucionario.

El deterioro abrupto de la vida que soportamos incluye una salud que se va resquebrajando, una educación en estado de defección, a lo que se le suma una desconfianza estructural de nuestra clase y nuestro pueblo a todo lo institucional. No importa cómo ello se exprese, ni siquiera si tal situación es consciente o inconsciente, o si es intuitiva o de enseñanza de vida. Hay una mezcla de todo ello, pero la charla del hoy en cada sector de trabajo refleja una honda preocupación por la vida misma.

Los debates políticos no los termina de imponer la clase dominante. Las crisis por arriba no son las mismas crisis que se viven en el abajo. Sus discursos no predominan, el dolor que estamos viviendo es más fuerte y a ello no hay con qué darle.

Pero ese repiquetear insistente que expresa una agudización de las condiciones de vida actual no es suficiente para que las cosas cambien a otra calidad de vida. Los revolucionarios no podemos esperar a que las cosas exploten, que ese cúmulo de dolor se exprese por fuera de un proyecto revolucionario de poder.

En la historia de nuestro país nuestra clase obrera supo poner freno a ese dolor. En los años 70 además las fuerzas revolucionarias incursionamos en un proyecto de lucha por el poder y la construcción de una nueva sociedad.

Para ello se contó con la experiencia de la resistencia peronista a la dictadura de Rojas y Aramburu, con la experiencia de idas y venidas de la clase obrera industrial que desembocó en el Cordobazo, con un gran movimiento estudiantil que agitó aguas por largos años… En fin, resistencias y ofensivas, alzas y reflujos, triunfos y derrotas, pero en ese caminar el proyecto de poder revolucionario se abría paso con las banderas del socialismo.

Hoy se están condensando en la resistencia actual muchos aspectos de ese ayer. Pero lo cierto es que el proyecto revolucionario se encuentra en una etapa embrionaria de su desarrollo y ese es el punto débil de la situación en las fábricas que nos está pesando.

Las “habladurías” hay que transformarlas en charlas que eleven la conciencia revolucionaria de la clase, su organización política, su grado de movilización consciente, una fuerte preocupación para que las vanguardias nacientes accedan a las ideas de revolución, que se sepa hacia dónde ir. Son tareas indelegables e impostergables de los revolucionarios para que las nuevas situaciones explosivas -inspiradas o no por los revolucionarios-  tengan un rumbo de liberación.

La clase dominante tiene una crisis política estructural y ello irá empeorando en la misma medida que la lucha de clases se despliegue en meses venideros. Pero –insistimos- eso no es suficiente sino trabajamos en aspectos centrales como:

1) La unidad desde una concepción de la democracia directa.

2) El rompimiento del aislamiento de decenas de luchas por los derechos políticos y económicos de nuestra clase y de nuestro pueblo.

3) La necesidad urgente de fortalecer todas las referencias políticas y unitarias que están en estado de pleno desarrollo.

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