Industria automotriz: pequeño balance y desafíos de un sector de la clase obrera

En estos últimos meses vimos como la industria automotriz fue tirando las cartas sobre la mesa. Allá por mediados de mayo empezaron a producir, desesperados por incrementar cada vez más los volúmenes dejando atrás esa frase mentirosa del presidente Fernández que ponía la vida por sobre la economía. Protocolos que fueron creados para la garantía de la producción poniendo de manifiesto que nada les importa de nuestras vidas ni la de nuestras familias.

Sobre el “de esta salimos con el esfuerzo de todos» lo único que hacen es usar recursos del Estado (por ejemplo, optar por el ATP o tener un dólar subsidiado para la importación) mostrando acá, en algo tan concreto, cual es el papel del mismo, ni más ni menos que estar al servicio de empresas de este calibre para garantizar sus ganancias.

No conformes es que en lo que va del año sólo percibimos un 18,28% de aumento y a este ritmo, con el ajuste trimestral que queda pendiente, no llegaríamos al 30%, quedando muy por debajo de la inflación real y ni hablar de la devaluación.

Sin mencionar que los trabajadores somos un convidado de piedra para este tipo de decisiones (que se toman entre 4 paredes) cuando somos los verdaderos protagonistas.

A tono con la ambición que muestran es que con todos los proyectos que tienen por delante (el caso del nuevo SUV «Taos» de la marca Volkswagen donde invirtieron 650 millones de dólares en la planta de Pacheco) traen la discusión de la «eficiencia» que traducido a nuestro idioma es acortar puestos de trabajo para aumentar la productividad.

Si bien es cierto que somos un sector de la clase obrera que no viene experimentando grandes batallas, que con el correr de los últimos años el sindicato ha logrado mantener la calma como garante de la no movilización a través del engaño por un lado y de diferentes persecuciones que aparentaban ser a individuos pero que tenían como objetivo central el disciplinamiento de las mayorías, pero por abajo se respira un clima tenso.

El golpe al bolsillo se siente, es tema de permanente debate en las mesas de relevo, genera bronca y la misma se va acumulando cuando empresas de este nivel optan por el ATP (Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción), mientras sectores postergados de la población a la cual pertenecemos no llegan a poner un plato de comida en la mesa de la casa.

Se resiste de manera colectiva e individual en cada línea de producción o célula de trabajo cuando quieren sacar un puesto, cuando no dejan prender un ventilador, cuando con el cuanto de la versatilidad quieren mover gente de los sectores, hay disposición a enfrentar desde lo más básico ese tipo de batallas.

Se vive una etapa donde es fundamental resistir este tipo de embates, donde es importantísimo que asumamos el papel que juega esa pequeña lucha en la acumulación de fuerzas propias, en organizarnos entre los compañeros para que no nos saquen ese puesto o para plantear el robo a nuestro bolsillo.

Se hace cada vez más necesario que vayamos en el día a día, de lo pequeño a lo grande gestando nuevas formas de organización donde poder poner sobre la mesa nuestros problemas que nada tienen que ver con los problemas de los empresarios.

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