El FIT y el «impuesto a las grandes fortunas»

El día de hoy se vota el “impuesto a las grandes fortunas”. Todos los medios hablan de ello. Nosotros hemos dado nuestra posición hace casi tres meses denunciando que en realidad este impuesto constituye una transferencia de recursos desde un sector de la burguesía hacia otro sector, por lo tanto, se trata de una disputa inter burguesa. Detrás del impuesto está el negocio de la obra pública (15% de lo recaudado), subsidios para petroleras  a través de YPF (25%), compra especulativa de vacunas (20%) y subsidios a otras empresas (20%).

Te dejamos el enlace para que visites nuestra posición al respecto: https://prtarg.com.ar/2020/09/05/sobre-el-impuesto-a-las-grandes-fortunas/

Pero aquí nos queríamos remitir a la catarata de burlas que se vertieron sobre el FIT ante las declaraciones de su negativa a votar positivamente el proyecto de impuesto a las grandes fortunas impulsado por el oficialismo. Una parte de esas burlas provienen de sectores progresistas que muy bien saben utilizar los errores de sus adversarios para hacer política, pasar ajustes disfrazados de triunfos, etc., es el arte de la dominación burguesa. Por su parte, los argumentos que se esgrimen los dirigentes del FIT son, desde ya, atendibles: lo recaudado será destinado a subsidiar otros sectores de la producción, donde operan también grandes capitales monopólicos, como el sector petrolero, etc. Otra parte de las burlas, e inclusive desconcierto, proviene de sectores del pueblo trabajador, pero no por considerar la posición del FIT “muy de izquierda” sino al contrario, por su completa inconsecuencia política.

En la agitación política del proyecto a las grandes fortunas, la izquierda en general – y como se repite en casi todos los temas- en ningún momento colocó sobre el tapete el problema del Estado. Así, agitó una consigna, presentó un proyecto de ley –que en su contenido técnico podemos estar de acuerdo- pero siempre partiendo de la base de que el dinero recaudado podía llegar a las manos de la sociedad y no ser rapiñado por un conjunto de grandes monopolios. Entonces, cuando se encuentran frente a la disyuntiva de tomar posición por un burdo proyecto de transferencia de recursos desde unos sectores de la burguesía, hacia otros, disfrazado de “impuesto progresista”  queda develado su seguidismo a la burguesía, justamente, por la falta de caracterización del Estado.

¿Está mal plantear un impuesto a las grandes fortunas?

Por principio los revolucionarios no podemos oponernos a tal medida, desde ya. Una medida que, en palabras de Lenin, no es socialista, pero constituye un paso importante hacia la revolución. La izquierda electoral tiende, siempre, a tomar de “los clásicos marxistas” lo que le conviene para justificar sus decisiones sin realizar un análisis materialista, científico, del contexto en que se dieron tales debates, es decir, realizando una lectura esquemática. Lenin plantea la medida de un impuesto progresivo a las grandes fortunas en 1917[1] aclarando que no se trata de una medida socialista, sino capitalista, ejecutada en el contexto de la guerra por países como Alemania. Pero, lejos de ser tomado como una “receta”, este planteo se realiza en un contexto revolucionario en que los bolcheviques no tenían mayoría en los soviets y luchaban con todas sus fuerzas por ganarse el apoyo de amplios sectores de masas constituidos por pequeña burguesía, fundamentalmente, los campesinos. Frente a esta situación, donde con la revolución de febrero se daba por concluida la etapa de la revolución democrático-burguesa y ahora aparecía la posibilidad de una revolución socialista, que coloque en el poder al proletariado y los campesinos pobres, el planteo dejó de ser “por una república parlamentaria” y pasó a ser “por una república soviética”[2] con nacionalización de la tierra, de la banca, impuesto a las grandes fortunas no expropiadas, etc.[3]

Es decir, se planteaba la medida del impuesto como una de las primeras medidas que debía tomar el nuevo poder soviético, una medida de gobierno que debía tomar el incipiente Estado revolucionario, no el Estado burgués. El impuesto a las grandes fortunas en Alemania (país capitalista en guerra) era para financiar la guerra, el mismo impuesto impulsado por los bolcheviques era para paliar el hambre y ponerle fin a la guerra con el derrocamiento del Estado capitalista y la construcción de un nuevo Estado. De más está decir entonces qué, mientras los bolcheviques planteaban “impuesto a las grandes fortunas” y “nacionalización de la banca”, por otro lado llamaban a los obreros a armarse, a organizarse por fuera del Estado y la ley capitalista, y a abandonar cualquier ilusión parlamentaria en el gobierno y el Estado de la burguesía, algo muy diferente a lo de nuestra izquierda.

Como se puede ver, el gran problema acá es el Estado, y no las medidas de gobierno. El FIT, al no cuestionar el problema del Estado, sino simplemente sus medidas, se coloca a la cola de la burguesía: hasta el mejor proyecto de ley de impuesto a las grandes fortunas, en el marco de un Estado capitalista controlado por los grandes monopolios, y sin la presión de las masas organizadas bajo esa consigna –algo que podría darse bajo situaciones excepcionales como, por ejemplo, el retiro del 10% de las AFP en Chile- termina indefectiblemente en un traspaso de recursos de unos sectores del gran capital hacia otros. Pero esta lectura solo puede hacerse si se interpreta que el Estado no es un conciliador de clases, sino una herramienta de dominación del gran capital trasnacional sobre el conjunto del pueblo trabajador.

El oportunismo del FIT no está entonces en negarse a votar este proyecto burgués, sino en haber agitado la posibilidad de que un impuesto de este tipo, en manos de este Estado, tratado en el parlamento burgués sin un movimiento de masas que lo apoye, pueda terminar en algo que no sea una disputa intermonopólica por las arcas estatales. Eso se llama ilusiones constitucionalistas o parlamentaristas, y son la más común manifestación del oportunismo de izquierda que se preocupa más por el ruido electoral que por la destrucción del Estado burgués.

El seguidismo y oportunismo electoral tiene sus devastadoras consecuencias en el movimiento obrero y las luchas de masas: como la tendencia al legalismo (tanto sindical como a la hora de la lucha de calles) y la reproducción en el seno de la clase obrera de la democracia burguesa (representativa). Explayarnos sobre esos temas llevaría más tiempo del que amerita esta nota y, en definitiva, es una tarea que los revolucionarios debemos superar en la práctica.

A la política oportunista de izquierda hay que denunciarla, hay que dar la lucha de ideas. A diferencia del fanatismo y los aparatos, nosotros decimos: la lucha ideológica, cuando es franca, lejos del sectarismo lleva a esclarecer las diferencias para poder avanzar en la lucha concreta. Cuando esa lucha de ideas va de la mano del más sincero espíritu de unidad en la lucha contra el capital, y no del espíritu aparatero, entonces los revolucionarios nos encontramos en la práctica para forzar los necesarios saltos cualitativos que hacen falta para que el proletariado industrial se coloque a la vanguardia de la lucha de clases en Argentina.


[1] Ver, por ejemplo, el artículo “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”, aunque el lector encontrará numerosos textos de este período donde se trata este problema.

[2] ¡Y todavía remarcaba Lenin que esto no era el socialismo!

[3] Lenin ya plantea este viraje de consignas en abril de 1917, en su artículo “Tareas del proletariado en la actual revolución” escrito ni bien llegó a Rusia desde el exilio.

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