Dos luchas proletarias para reflexionar

La minera Mansfield y el frigorífico Bermejo son parte de las empresas en donde la pandemia aceleró el proceso de explotación y opresión a la clase obrera. Ya hemos analizado en otras notas quiénes son estas emblemáticas empresas radicadas en Salta y de cómo las relaciones estrechas con los gobiernos provinciales, nacionales y los gremios empresariales jugaron para producir un retroceso a la clase obrera y a la vez desalentar nuevas embestidas, al menos por un período determinado.

En estos dos conflictos la clase dominante actuó como clase. En la minera despidió a 250 mineros “tercerizados” y en el frigorífico Bermejo despidieron a un grupo de cuatro trabajadores y detrás de ellos a 4 más de los más destacados del conflicto (es de mencionar que la movida de reclamos a lo largo del último año no se detuvo).

La empresa golpeó y frente a esa iniciativa la clase (que sí actuó como clase) no pudo, no supo revertir la situación actual de derrota. Son experiencias que se entremezclan con otras de peso nacional que sí comienzan a encontrar el poder y la sapiencia para encausar una lucha, sea de carácter de reclamo por lo perdido, sea de reclamo por conquistar en lo económico o político.

El común denominador que caracterizó a estos dos conflictos es que la clase dominante actuó en dos direcciones precisas: por un lado, aislar el conflicto y por el otro, desgastarlo. Sobre esa base golpearon.

En estas experiencias esos dos caminos elegidos por la burguesía fueron transitados con diferentes metodologías, pero con todo el aparato del Estado.

En la historia de nuestra clase obrera ha habido derrotas, pero de ellas esa misma clase supo sacar experiencia y asestar fuertes golpes a la clase dominante. Por poner un ejemplo: en la década del 60 de siglo pasado la clase obrera acumuló “derrotas” para condensar en el 69 con el Cordobazo un triunfo político de los trabajadores y de todo el pueblo.

Pero hoy es hoy, con un pasado reciente de incipiente actuación de la clase obrera como clase y ello no solo no es un hecho menor, sino que significa en sí mismo una síntesis de décadas en donde la clase, que no se sintió como clase, comienza a sentirle el gusto a su presencia activa en épocas de pandemia y de tremendas dificultades.

Los dos conflictos mencionados padecieron “las de la ley” como continuidad de un largo período de nuestra historia en donde la clase no ha sido capaz de crear y sostener las bases de organizaciones independientes de la clase capaces de romper con las propuestas y “paraguas” del poder burgués.

Se sabía quiénes eran y son esas empresas y su carácter depredador de la vida humana. Se sabía el papel de los gremios traidores por excelencia, se sabía el papel de los gobiernos provinciales y nacionales de turno. Pero la falta de una acción más profunda de las posiciones revolucionarias haciendo el acento en la organización independiente de la clase fue un impedimento objetivo a que una disposición de lucha abierta de los obreros se transformase en un paso adelante en la acumulación de fuerzas. Hubo lucha, hubo enfrentamiento, pero entendemos que la experiencia hasta aquí adquirida ya no es suficiente.

Las clases enfrentadas saldrán al escenario de la lucha con fuerzas propias y en ello hay que prestar la mejor atención.

El “negocio electoral” es la artera lanza reformista que están metiendo en la lucha de la clase obrera y en ello, en estas experiencias, las posiciones de algunos sectores que se auto titulan «de izquierda», han sido la herramienta preferida para la burguesía con el objetivo de aislar los conflictos y golpearlos.

Todo el aparato electoral necesita constituirse en la plaza de Salta, en un “acampe” y sacar a esa fuerza clasista de la mina para no contagiar a los mineros cada vez más explotados y oprimidos que al día de hoy están sosteniendo la producción como trabajadores esenciales.

En el frigorífico Bermejo, de una u otra manera, se aisló a la vanguardia y se la golpeó para hacer escarmentar a futuras embestidas de lucha. Se necesitaba ir a las fuentes (que es la misma producción), preparar las fuerzas para golpear allí, ir constituyendo el poder local en sintonía con todo el pueblo. Entrelazar la clase con todo el pueblo, fundamentalmente en el terreno local y desde allí aspirar a nuevos peldaños de unidad por abajo.

En ambas experiencias las fuerzas revolucionarias con sus debilidades no pesaron lo suficiente para revertir la actual situación. Pero son esas mismas fuerzas revolucionarias las que están masticando la necesidad estratégica de constituir fuerzas independientes de la clase y lo complejo que ello es cuando la caracterización de la época es de resistencia.

Se hace necesario profundizar con estas vanguardias obreras que lucharon, que fueron derrotadas de sintetizar los errores cometidos y nuevamente volver al ruedo de la lucha creando, impulsando las organizaciones independientes.

En estos establecimientos han quedado reservas y fuerzas potenciales con los miedos que provoca una derrota. Pero son esas fuerzas proletarias con reservas de clase con las que hay que trabajar en el proyecto revolucionario, con las que hay que transmitir aspectos centrales que el proletariado de vanguardia tiene que tener en sus manos y sus corazones. Sintetizar con ellas las causas de la derrota.

La historia de la clase obrera -como dijimos anteriormente- ha sabido dar “vuelta la tortilla”. Pero los revolucionarios deberemos ayudar a elevar el grado de conciencia revolucionaria y el papel de la clase en ese camino para revertir estas situaciones y sin concesiones al oportunismo, que seguirá intentando sumar fuerzas electorales incluso prometiendo puestos para despertar la aspiración electoralista por sobre la lucha revolucionaria.

A estos señores oportunistas hay que responderles con la más amplia unidad por abajo, la que nace en las entrañas de las empresas, bien cerca de cada compañero en el sector y cada vez más lejos de quienes intentar usar esas fuerzas para fines electorales.

La clase cuenta con la democracia directa, la que se gesta y se organiza bien abajo y ello requiere de un espíritu de unidad acorde al enemigo que hay que golpear. Ese es el terreno de la clase y el más ajeno para la burguesía y sus metodologías “democráticas” altamente corruptas y entregadas al poder con su podredumbre de “representatividad”.

Compartí este artículo