Según las cifras que los medios internacionales nos informan, ya han muerto 100.000 haitianos en un terremoto sin precedentes para ese país. Una verdadera catástrofe para la humanidad.
Un terremoto que obliga a actuar en este mismo presente, para el futuro inmediato y mediato.
Pero lo curioso de este fenómeno es que también deja expuesto blanco sobre negro, otro “terremoto” silenciado que, desde hace décadas, viene produciendo efectos devastadores.
Haití es el país más pobre de América. Mueren 60 niños recién nacidos cada mil. El 50% de la población es analfabeta, es el país en donde la distribución de la riqueza es la más injusta del planeta: el 10% más pobre recibe el 0,7 % de la misma, mientras que el 10 % más rico se lleva el 47 %. El 80% de la población vive por debajo de la línea de pobreza y se calcula que las dos terceras partes no tienen empleo.
Al nacer, la expectativa de vida de una persona es de 60 años.
Mientras todo esto viene ocurriendo desde hace muchas décadas y sólo se atinó a enviar cascos blancos para «pacificar el país» o, mejor dicho, para aplastar cualquier intento de rebelión popular, la maquinaria de hipocresía del capitalismo comenzó a funcionar cuando la cruz roja internacional decidió enviar 200.000 dólares de ayuda por la catástrofe, al tiempo que a sólo unos kilómetros del epicentro, en EEUU, su presidente Obama pide al congreso 33 mil millones de dólares de refuerzo para nuevas tropas en Afganistán. La ecuación es clara para los intereses del imperialismo: centavos para la ayuda humanitaria, miles y miles de millones para la violenta explotación y sometimiento a los pueblos.
El terremoto sufrido por Haití, se produce sobre un terremoto político y económico que durante décadas viene padeciendo Haití y constituye una de las tantas facetas atroces del sistema capitalista, siendo éste el propio responsable por todas las consecuencias que paga el pueblo, incluida la falta de prevención, al que lo somete la búsqueda de ganancia para beneficio de unos pocos.
Destaquemos que en donde se produjo el epicentro vivían más de dos millones de personas en las peores condiciones que pueden vivir los seres humanos.
Esta ciudad se fue haciendo en forma anárquica sin ningún tipo de planificación urbana que contemplara las mínimas necesidades del hombre. Crisis energética, falta de agua, cloacas, que se suman a la pobreza más absoluta, etc.
Esto es el capitalismo, devastador no sólo de la naturaleza que se “rebela” ante tanta depredación producida por el apetito de negocios, sino devastador de la naturaleza humana.