El gobierno, a través de su ministro De Vido, se “niega” al Monopolio de Telefónica aduciendo que Telecom es una empresa controlada por la española.
Aparece una “cruzada anti monopólica” de la noche a la mañana por parte de un ejecutivo decidido a abrir camino a una concentración económica con todo el poder de la legalidad burguesa.
Nuestro ministro, sin sonrojarse, declaró en las últimas horas que el reclamo se apoya en el decreto 731 firmado por Carlos Menem y elaborado por Roberto Dromi y que la disputa la llevará hasta las últimas consecuencias para evitar el “Monopolio” en la Argentina. En nuestro país debe existir “el libre juego de la oferta y la demanda”, expresó.
La oposición no se hace esperar y denuncia al gobierno en los términos que esos intereses les imponen.
Telefónica fue una de las empresas que se apoderaron del Estado durante más de una década, que gobernaron nuestro país a través de las María Julia Alsogaray, los Dromi, los mismos que desde la legalidad del Estado, la Constitución y los resortes democráticos burgueses permitieron dilapidar el ahorro de todo un pueblo generado por la fuerza de trabajo de varias generaciones y hacer las leyes para permitir el decreto 731 creando dos zonas: una para la Española y otra para la Italiana. Esta oposición servil a los monopolios es la que utiliza Telefónica para pesar en las decisiones del Estado Argentino y poner el grito en el cielo ante una posible “desmonopolización” de las comunicaciones en el país.
El negocio de la “desmonopolización” es muy jugoso. El principal asesor de De Vido es Dromi . María Julia, en la época de Menem y las empresas privatizadas, se quedó con Telefónica. Resulta que ahora el gobierno no quiere monopolio de los medios con el fin de acordar con viejas aspiraciones de “empresas norteamericanas” que en su momento de disputa perdieron el negocio a manos de Telefónica y Telecom. Dromi fue unos de los hombres que representaba esos intereses y tuvo que ceder ante la fuerte presión ejercida por la empresa “Española” e “Italiana”. María Julia apareció ganando con la adjudicación a Telefónica (al frente de un consorcio en el que estaban desde Techint y Banco Río hasta Citibank via el ex CEI), y Dromi y sus amigos se quedaron con la otra mitad para Telecom Italia y France Telecom (además de Pérez Companc, que años después vendió. El gran ganador fue Pérez Companc, que participó de ambas concesiones: en una, vía los papeles de deuda que aportó Banco Río, y en la otra, vía su negocio telefónico que había montado con una franquicia de la japonesa NEC).
El negocio se agranda,…
…ya que se prepara un nuevo proceso de concentración en la tecnología de tener el paquete de telefonía, internet y cable en un solo conducto. Lo interesante del caso es que el grupo Clarín quiere controlar la parte que dejaría Telecom y el gobierno le dijo no, ahora el negocio le corresponde a otros monopolios y la sesión de esos derechos de manos de la legalidad burguesa permitiría la entrada de viejos aspirantes “norteamericanos” cercanos a los actuales popes del gobierno.
El vocabulario de izquierda o derecha en los marcos de esta democracia de los monopolios que utilizan oficialistas y opositores no serán suficientes para esconder el escandaloso control de los medios. Mientras todo esto sucede el pueblo argentino vive bajo una verdadera dictadura del capital en los medios. Por un lado la desinformación, el uso de la recurrente mentira para defender espurios intereses, el escandaloso subsidio, el aumento de las tarifas. Estos monopolios utilizan a todo el parlamentarismo, y el poder judicial, hacen y deshacen a su antojo lo que es una clave para el desarrollo cultural de un pueblo. Estas mafias de la comunicación penetran en nuestras casas con el beneplácito de los gobernantes de turno, corrompen e intentan cotidianamente decirnos sus verdades eternas.
El debate de ellos son negocios e intereses, está en juego el Triple play, una vuelta más de concentración. Hoy la telefonía fija en su 94% pertenece a dos empresas, el 70 % de la telefonía celular está en las mismas manos.
El debate nuestro se sintetiza en que cada vez más les creemos menos. Sabemos que todo es mentira, rechazable, pero como pasa en la política nos cuesta encontrar una salida, llegamos a nuestras casas cansados, agotados de jornadas laborales inhumanas, queremos distraernos y nada más, pero que nadie se confunda y subestime la capacidad de nuestro pueblo de no creerles casi nada, de allí también que la tendencia a la autoconvocatoria de nuestro pueblo genera, desde los medios, un silencio de ultratumba.