La tragicómica crisis desatada entre el oficialismo y la oposición por el tema del Fondo del Bicentenario y el despido del presidente del Banco Central, derivó ahora en el pedido de renuncia al vicepresidente Cobos. Todo el gobierno hace cola para practicar el “tiro a Cobos” y toda la oposición termina opinando y defendiéndolo. Lo que tienen de común cada uno de estos conflictos, es que unos y otros actúan como si en cada contienda les fuera la vida; como si de la solución de esas discusiones sin sentido dependiera el futuro de todos los argentinos.
Este es el punto. Toda la artillería del sistema apunta a que cada ciudadano de este país crea que los problemas que ellos intentan que discutamos, sean nuestros problemas. Y el pueblo argentino, muy sabia e inteligentemente, le da la espalda a todo ese barullo, conciente que la lucha por la vida pasa exactamente por otro lado. El mejor ejemplo es la disparada descomunal de los precios de la canasta familiar, problema que sufrimos todos los días y pareciera ser que para los grandes medios no existiera..
Lo que también debemos tener claro es que ese rechazo visceral a todo lo que ellos hagan, es justamente la prueba de que sus intereses van por un lado y los del pueblo van por otro. Lo que demuestra cada una de estas peleas por las alturas es que cada facción de la burguesía pelea por la parte del saqueo que le toca y que otra facción opuesta le pretende quitar; y viceversa.
Hace rato que han dejado de pensar y a actuar un proyecto de país que tenga un mínima perspectiva de realización. Van por lo inmediato, rapiñando y despojando todo lo que pueden, en el menor tiempo y costo posibles. Y los únicos que vemos y sufrimos cómo esto nos afecta somos los trabajadores y el conjunto del pueblo argentino.
El proyecto de la burguesía monopolista es ganar mucho en el menor tiempo posible. No importa la gente; lo único que importa es la ganancia.
Nuestro querido país y su pueblo no tenemos el mínimo futuro si el mismo depende de la burguesía. No hay proyecto, no hay plan ni gobierno que ellos propongan que a nosotros nos beneficie. Por eso el país está como está: a la deriva, sin rumbo; lo único seguro es que ellos siguen planeando sus millonarios negocios a costa del esfuerzo y el trabajo de millones de argentinos. No les será fácil, de todos modos. Esas intenciones están obligadas a toparse con la dignidad de la clase obrera y el pueblo que, lejos de resignar sus demandas, cada día muestra más vitalidad y decisión para luchar por lo que le es propio.
Toda esa lucha necesita un rumbo definitivamente distinto que la burguesía no le dará. Eso lo brindará la acción autoconvocada de millones fundida con el proyecto revolucionario, con la lucha por el poder. Si este país todavía funciona, a pesar del desgobierno y la desidia, es porque millones todos los días ponemos el país en marcha en las industrias, en el campo, en el comercio, en el transporte, en la educación, en la salud. Y los beneficios se los llevan los monopolios y los gobiernos serviles que tienen.
Debemos tener el poder en nuestras manos para dar vuelta esa historia. Que la clase obrera y el pueblo argentinos podemos gobernar con dignidad, con soberanía y con el único proyecto posible que nuestra patria necesita. Ese es el camino que se está trazando y que es indispensable ensanchar.