Todos sabemos que la especulación burguesa es uno de los motores de la economía en la sociedad capitalista.
De allí que la competencia entre burgueses genera variaciones en los precios de las mercaderías. Cuando hay más mercaderías que compradores los precios de esas mercaderías tienden a la baja y cuando hay más compradores que mercaderías, los precios de las mismas tienden a subir. Bien decimos, la oferta y la demanda hacen variar los precios pero esta ley económica no forma los precios. Éstos son producto del costo social de producción. La oferta y demanda los hacen subir o bajar del nivel de un valor ya establecido por dicho costo de producción.
La libre concurrencia capitalista fue llevando a la concentración y centralización de capitales y esto dio origen al monopolio.
Con la aparición del monopolio, la competencia fue condicionada. Ramas enteras de la producción y el comercio fueron sometidas a la voluntad de determinados burgueses y, por ende los precios de las mercaderías de esas ramas quedaron sujetos a los dictados de dichos monopolios.
La diferencia entre la libre competencia y el monopolio es que, durante la existencia de aquella ningún burgués podía imponer la voluntad de sus negocios al resto de los de su propia clase. En la fase monopolista, son los dueños de los monopolios los que imponen al resto de los burgueses las condiciones del negocio.
Así como los monopolios se apoderaron de los resortes económicos fundamentales de la sociedad, también se apoderaron del propio Estado, tal como lo hemos dicho ya en innumerables ocasiones.
Desde allí, imponen sus políticas al resto de la sociedad toda.
Siguiendo con este razonamiento es que debemos encarar el análisis de la inflación. Entendiendo que la misma no es un aumento de precios en determinadas mercaderías sino el aumento generalizado de precios.
El gobierno nos quiere hacer creer que la inflación se debe a una mejor distribución de la riqueza (con lo cual cae en el absurdo de afirmar que la mayor riqueza para el pueblo trae mayor pobreza para el pueblo).
Desde la CGT, el empresario Moyano, nos dice que la inflación se debe al mayor crecimiento productivo (otro absurdo con el que se afirma que mayor riqueza, o sea más cantidad de mercaderías, hace aumentar los precios. ¿No es que cuando hay más oferta, los precios tienden a la baja?).
Por su parte los burgueses a través de su vocero Jaime Campos, presidente de AEA, dicen que “la inflación es un problema macroeconómico”. O sea, no dicen nada. Más bien, no quieren decir nada.
Por su parte todos los medios masivos de difusión nos bombardean con el aumento de tal cosa, el aumento de tal otra, etc.
Nadie nos habla de la relación entre el salario (su poder adquisitivo) y los precios de las mercaderías.
La inflación no es otra cosa que pérdida de poder adquisitivo de los salarios.
Y este es el quid de la cuestión.
Esta pérdida del poder adquisitivo del salario a la que en realidad debemos llamar quita del poder adquisitivo del salario, se debe a una política de achatamiento del mismo, provocada por la voluntad de la burguesía monopolista de sostener sus niveles de ganancia.
Los monopolios, desde el Estado a su servicio, deciden estas políticas que imponen a todo el pueblo, para curarse en salud. Antes de que se conquisten futuros aumentos salariales que se van a ver obligados a otorgar, o debido a pagos de premios, anticipos, recategorizaciones, etc. que se vieron en la necesidad de otorgar para que no les explote las lucha salariales, o por la combinación de varias de estas razones, aumentan los precios de las mercaderías para mantener sus márgenes de ganancia (recordemos hechos históricos como el Cordobazo, el Rodrigazo, la hiperinflación alfonsinista cuando se le arrancaban aumentos de salarios al gobierno y, en respuesta, la burguesía aumentaba permanentemente los precios, etc.)
No hay ningún otro justificativo para la inflación. Ni ley de oferta y demanda, ni aumento de la producción, ni problema macroeconómico (¡?).
La burguesía sufre presión y luchas por el salario y prevé una mayor intensidad hacia delante y no cuenta con otro mecanismo más que la reducción del poder adquisitivo del salario que es una de las formas que tiene de bajarlo para mantener su nivel de ganancias, aunque ello signifique pretender apagar el fuego con nafta. Pero ésta es la cruda contradicción que tiene la burguesía y no puede salirse de ella, todo lo contrario, la lucha de clases la profundizará.