En un informe recientemente publicado, el INDEC precisó que las 14.981.000 personas ocupadas (obreros, empleados, profesionales, cuentapropistas o patrones) ganan en promedio $ 1.869 por mes.
Al cambio de hoy, redondeando el valor del dólar a $ 3,85, el sueldo promedio descrito más arriba equivale a US$ 485.-
Esta es, según el gobierno al servicio de los monopolios, la redistribución de la riqueza.
Si esto es lo que reconoce el INDEC, sabemos que la verdadera situación de los casi 15.000.000 millones de trabajadores es peor.
Lo hemos dicho muchas veces, los recursos y la riqueza están.
Pues está proyectado un crecimiento del producto bruto interno, mayor cantidad de exportaciones a todo nivel y mejor nivel de ganancias para las empresas que manejan la producción en nuestro país (industrias monopolistas, bancos, mineras, grandes unidades agrarias, comercializadoras de exportaciones, etc.)
Como se ve claramente, es mucho lo que tenemos por ganar.
Por su parte el gobierno de Kirchner y los monopolios se jugarán a que los sueldos promedios no superen los US$ 200.- hacia allí se dirigen obligados si quieren mantener sus ganancias. Pero esto significa que van a recalentar aún más todo el clima social.
Los trabajadores y el pueblo en general deberemos profundizar los enfrentamientos para que ese objetivo no se concrete.
En nuestras manos no sólo está la defensa del poder adquisitivo del salario sino, además, la conquista de una vida digna. Lograr un país que nos permita vivir y desarrollarnos como personas dignas y tener un proyecto para nosotros y nuestros hijos. Esto depende de nosotros y de nadie más. Por eso el camino es la autoconvocatoria.
La lucha de clases se profundiza y el curso que toma es el camino hacia grandes enfrentamientos.
No hay atajos que permitan esquivar lo que se viene. Ni ellos podrán ni nosotros querremos que ello ocurra.
La suerte está echada y hay que preparar las fuerzas para ganar la contienda.
Nuestro futuro es ancho. Ellos, el gobierno, los monopolios, todo el aparato del Estado a su servicio y sus alcahuetes lo saben y no pueden evitarlo.
Sus peleas, sus contradicciones, las declaraciones erráticas, sus políticas confusas, sus indecisiones son la evidencia de que saben lo que quieren pero no tienen idea –ni posibilidades- de cómo conseguirlo sin enfrentarse al odio de la gran mayoría popular.