“Si es necesario que me ponga de rodillas para que se tomen medidas más drásticas, lo hago», clamaba la alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, mientras a metros de ella las personas “robaban” farmacias, ante la vista de la policía.
La funcionaria pedía que mandaran a su población miles de militares para que restablezcan la seguridad.
Si confrontamos ese pedido con el resto de la noticia en la que se aludía a que pobladores desesperados “robaban” farmacias, la pregunta surgía naturalmente:
¿La seguridad de quién? ¿Acaso no velan por la seguridad quienes ante una situación de caos y suma necesidad urgente buscan medicamentos para curar a heridos o asistir a enfermos?
En Chile como los yanquis en Haití, la burguesía responde con la misma fórmula ante las situaciones de catástrofe.
Las necesidades inmediatas de la población son menos importantes que la protección de sus bienes.
Los pobladores de Concepción denunciaban que los comerciantes vendían el agua envasada, a más de cinco veces su precio habitual, mientras no había qué beber.
Los medicamentos que no había o escaseaban, la gente se los procuraba en las farmacias en donde habitualmente se encuentran. Los alimentos iban a buscarlos a los supermercados.
¿Cuál es el desorden? Cualquiera puede ver en ello una actitud sensata, solidaria y humana. Se trata de resolver los problemas acuciantes de la vida y la salud.
El desorden burgués es lo que pone en evidencia este tipo de catástrofe. Es que algunos pocos tienen lo que grandes masas necesitan. Este es el desorden del sistema capitalista. Y este desorden se sostiene con la fuerza, es decir con el ejército en la calle. Así, la “democracia” burguesa se convierte a velocidad meteórica en dictadura militar de hecho.
La vida humana no vale nada. Las mercaderías y bienes de la burguesía “merecen” toda la protección del Estado.
Lo mismo Haití que Chile, lo mismo todos los pueblos que sufrimos la organización social impuesta por el capitalismo.
Lo duro del aprendizaje se manifestará en lo duro de la victoria sobre tanta ignominia.