«El sol sale para todos» dice un viejo refrán, que la burguesía utiliza permanentemente para tratar de borrar las diferencias de clases que surcan la sociedad capitalista.
Del mismo modo, cuando ocurren catástrofes -como el terremoto en Chile-, también salen a la palestra con el mismo verso, todos somos iguales ante los designios de la naturaleza.
Pero antes de que transcurra un mes del sismo, la ola de despidos que se abate sobre los trabajadores hermanos demuestra la mentira de estos dichos y el cinismo de la burguesía.
Los despidos han tenido en marzo un aumento del 3.000% con respecto a febrero, alcanzando la cifra de 9.000 cesanteados, a lo que hay que sumarle la amenaza de 18.000 trabajadores del sector pesquero, 3.200 de los astilleros, 8.000 de la actividad forestal y unos 2.500 en la ciudad de Concepción, vinculados al comercio, que ven amenazados sus puestos de trabajo.
Lo más desfachatado de esta situación es que las patronales están utilizando el artículo 159 del Código de Trabajo, que autoriza el despido sin el pago de las indemnizaciones aduciendo «caso fortuito o fuerza mayor«.
Queda claro no sólo que el país hermano está muy lejos de aquel paraíso que nos han querido vender desde los medios de la burguesía, sino también que el terremoto puso a la vista las enormes injusticias sociales que existen del otro lado de la cordillera.
También pone blanco sobre negro la dominación de los monopolios, y los antagonismos de clase que caracterizan al modo capitalista de producción.
La solidaridad del pueblo argentino con pueblo chileno tiene hoy un campo más de acción: la solidaridad del pueblo argentino frente los atropellos que sufren los trabajadores hermanos.