Extendiéndose y ramificándose tal como un cáncer para el sistema capitalista, la más transformadora e innovadora de las herramientas creadas por el pueblo argentino, la autoconvocatoria, continúa su marcha a lo largo y ancho de nuestro país.
Los hechos políticos generados en las últimas semanas bajo esta modalidad, como Baradero, Bolívar, Andalgala –ente otros- son la prueba de la eficiencia de la misma; primero para hacer sonar el escarmiento frente a la impunidad impuesta desde los poderes y segundo, para imponer, desde la movilización permanente, la exigencia de las soluciones demandadas.
“Sin jefes ni caudillos” invocaba la consigna del pueblo correntino allá por diciembre de 1999. Generando el primer acto de soberanía política de la autoconvocatoria dándole la extremaunción al gobierno de De la Rúa, a los pocos días de haber asumido.
Desde allí en adelante ha “pasado mucha agua debajo de puente”; miles de experiencias y ciento de miles de trabajadores y mujeres y hombres de nuestro pueblo ha pasado por la experiencia de la autoconvocatoria y han probado y aprobado la democracia directa como único camino para hacer escuchar su voz frente a los poderosos. Para hacer retroceder el afán sin límites de ganancias de los monopolios, para darle continuidad en el tiempo a la lucha, como lo ha demostrado Gualeguaychú o los autoconvocados en lucha contra las mineras.
La autoconvocatoria ha demostrado que se puede y que sólo el desarrollo de la democracia directa, será capaz de resolver las cuestiones básicas para una vida digna.
Que como en Bolívar, bajo la bandera de “Todos somos todos” es posible empezar a pensar en una nación donde el pueblo y su felicidad sea el objetivo de toda la sociedad.