Sí, los diarios del mundo dan cuenta de las nuevas erupciones del volcán de Islandia y remarcan que la emanación de las cenizas puede reiterar la complicación de millonarios negocios como ha pasado, por la misma causa, días atrás.
Pero ese volcán no es lo que más preocupa a la burguesía europea y mundial en general.
Se trata de las cenizas que levanta la lucha de clases en Grecia, España y varios países del viejo continente.
La enorme transferencia de ingresos desde los asalariados a los dueños del capital, operada a través de la inflación y el desempleo, es motivo de movilizaciones y luchas con duros enfrentamientos.
Las caídas de las bolsas son el reflejo que la inestabilidad política y social profundizan la crisis del sistema global del imperialismo.
Lo que aparentemente son ganancias que se logran a través de la transferencia de ingresos arriba mencionada, no son más que la expresión del fracaso de una unidad monopolista pegada con alfileres que hoy, ante el mundo, reconoce la imposibilidad de ser.
Se profundizan las diferencias económicas haciendo imposible el equilibrio productivo, comercial, financiero y monetario entre los países de la comunidad. Se agrietan aún más las discrepancias sociales fomentándose los nacionalismos y el segregacionismo burgués, que en realidad oculta la diferenciación más marcada aún entre la burguesía y el proletariado y otros sectores populares. Se ahonda con ello la crisis política de la burguesía que se aleja irremediablemente de los pueblos y de la posibilidad de sostener el engaño para dirigir el destino de los mismos.
No sólo fracasa la “unidad” europea en todas las líneas (económica, política y social) sino que confirma la gran ley de la competencia entre los capitales: el monopolio no elimina la competencia sino que la intensifica y la torna más agresiva, profundiza la brecha entre los capitales que compiten entre sí, y la existente entre los monopolios y los pueblos.